Quiero compartirte
dos experiencias muy personales que me han ayudado mucho, y creo que
pueden servirte para que seas un poco más feliz. No pretendo dar la clave
secreta de la felicidad, pero creo que estas dos experiencias que quiero
contarte serán de mucha ayuda.
Las relaciones que aprendí a
vivir con los demás, a lo largo de mi vida, han forjado mi propia manera de
ser. Lo que quiero decir, es que la forma en la que he aprendido a amar y ser
amado, poco a poco fue moldeando mi propia manera de ser.
He
constatado que lo único que realmente me hace feliz es el amor. El amor a mi familia, a mi cónyuge, a los hijos, a las amistades del
trabajo, del barrio, etc.
1. SÉ AUTÉNTICO Y FIEL A TI MISMO
Primero, la autenticidad. Lo
vivo yo, cuando me muestro como soy, sin mentiras, sin máscaras, cueste lo que
cueste. Los amigos de verdad que
encontré a lo largo de mi vida, han sido esos con los que pude tender lazos de
amor, y para eso solamente hay un camino: ser fiel
a uno mismo.
No
tener miedo de mostrar quién eres es clave. ¿De qué sirve
vivir esclavos de las máscaras con el fin de encajar en un grupo social o
pertenecer a un círculo especial? Un amigo es aquél que te acepta y te quiere como eres. Y si ve cosas en
ti que no están bien, te lo dirá, pero por amor, porque quiere lo mejor para
ti.
No
hay una «receta mágica» para una buena amistad, más que abrir el propio corazón
y mostrarte como eres. Te recomiendo —por supuesto— que no lo hagas con cualquiera, sino con
aquellas personas en las que puedes confiar, y sabes que son personas buenas y
prudentes.
Si me preguntas: ¿cómo puedo saberlo? Lo mejor y lo único que puedo
decirte es que, el corazón también habla y hay que saber escuchar. No es algo
matemático, o un problema de física. Las relaciones de amistad encierran
siempre un misterio y cuando lo vives, está en juego toda tu vida: o eres, o no eres amigo. Aquí no hay medios
términos, la autenticidad es total o no es.
2. COMPROMÉTETE CON LOS DEMÁS
En segundo lugar, el
compromiso con los demás. Estamos hechos para el encuentro con los demás. Hemos
sido creados a imagen de Cristo y por lo tanto, solamente el amor nos permite
lograr la felicidad. Mejor dicho, mi felicidad depende de cuánto
me involucro y me entrego generosamente por los demás.
No solamente involucrarme,
sino escuchar a los demás. Así como debemos esforzarnos por buscar y amar a los
demás, es muy importante estar abiertos a los hermanos que salen a nuestro
encuentro. Encerrarse y no querer la ayuda de los demás es el
camino a la soledad, y esa es la
senda segura para la tristeza y frustración.
Se trata de amar y ser amados.
Cuanto más he abierto mi corazón al amor ajeno y me esforcé por ayudar a los
demás, más experimenté la felicidad. Es la experiencia más fuerte e importante
de mi vida: el amor. El que no ama, no sabe qué es
vivir.
El que no tuvo la experiencia
de amar a alguna persona, no sabe de qué se trata la vida (te recomiendo esta conferencia sobre el amor propio). Y si no vivimos para amar…
entonces ¿para qué vivimos?
Te reto a vivir ese amor. A no
tener miedo de arriesgarte y jugártelas por aquellas personas que son
importantes para tu vida. A veces por miedo o inseguridad, dejamos de ser todo
lo feliz que quisiéramos. Así que pídele a Dios que te ayude a abrir tu
corazón, y deja salir ese anhelo que todos tenemos de encontrar verdaderos
lazos de amor.
Escrito por Pablo Perazzo
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