Cuando vi el título
de este vídeo: «Mi vida, campaña vocacional» pensé que sería otra campaña sobre
la vocación religiosa. No es que la vocación religiosa no sea importante (al
contrario, necesitamos muchas más) pero los que estamos llamados a ser simples laicos
corremos el riesgo de perder de vista la vocación profesional en medio del
mundo. De eso trata este video.
También los laicos estamos llamados a la santidad. A veces nos hablan de santos que fueron al otro
lado del mundo a predicar el Evangelio, que arriesgaron su vida cuidando a
enfermos contagiosos y despreciados por la sociedad o que murieron mártires.
Nos conmueve su testimonio,
queremos seguir su ejemplo heroico… y al día siguiente, muy de mañana, suena el
despertador y tenemos que ir al trabajo, al colegio, o a la universidad.
Estamos cansados. El profesor está especialmente aburrido hoy, los clientes
preguntan tonterías y hay un compañero que no terminó esa parte del trabajo que
necesitábamos para hoy.
Al final del día, nos
preguntamos qué ha sido de todos esos ideales heroicos, si
muchas veces nuestro día a día está repleto de rutina y aburrimiento. Quizás algún día Dios nos llame a la
vida heroica de estos santos, pero de momento el panorama no tiene mucho que
ver.
TODOS TENEMOS DONES, REGALOS DE DIOS
Dones para el trabajo manual,
para el estudio, para la originalidad, para hacer reír… Con nuestros talentos
naturales podemos (¡debemos!) hacer un gran
servicio a la Iglesia y a nuestros hermanos. A través del apostolado y de la
vida parroquial, pero también en medio del mundo, de los que no creen o no
practican su fe, de nuestros compañeros y vecinos, de nuestra rutina.
Los estudiantes nos preparamos
para ello, y llega el momento en el que tenemos que elegir una carrera. En nuestro tiempo libre, a
veces fantaseamos con todo lo que haremos cuando hayamos terminado «la carrera de nuestros sueños».
Necesitamos médicos
comprometidos de verdad con el bienestar de los pacientes, empresarios que se
preocupen de unos negocios más justos y no exploten a los
trabajadores. Científicos que busquen la cura contra el cáncer y no la fama o
el dinero… En medio del idealismo, criticamos nuestro mundo y soñamos con otro
mejor, más honrado y cristiano.
Sin embargo, no todos tienen
la posibilidad de ganarse la vida en el trabajo de sus sueños, y otros tantos
han perdido la ilusión con el paso del tiempo. La rutina y las
dificultades del trabajo y de la vida han nublado sus ideales de universitarios. Pero, en cierto modo, son esos
los ideales a los que san Pablo invitaba en la Carta a los Colosenses.
«TODO CUANTO HAGÁIS, HACEDLO DE CORAZÓN»
¡Qué hermosas
son estas palabras! «Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor
y no para los hombres, conscientes de que el Señor os dará la herencia en
recompensa» (Col 3,23).
Todo trabajo puede servir para
hacer un bien a
los demás, no solo los médicos o los empresarios. Un simple maestro
puede ser un gran apoyo para niños y adolescentes que no encuentran su lugar en
el mundo, que pasan por problemas familiares o que simplemente, necesitan
paciencia y cariño para poder entender una asignatura y pasar de curso.
Un maestro que sigue a Cristo
no puede dejar pasar esa oportunidad, ser un simple funcionario que no se
preocupe por las personas que tiene entre manos. Un dependiente, un panadero,
un barrendero… tienen trabajos humildes, pero también ellos pueden ofrecer
mucho a los demás, «un poco de levadura fermenta
toda la masa» (Gal 5,9).
No tienen que ser grandes
cosas: trabajo bien hecho y no con desgana, porque alguien lo comprará o se
beneficiará de él, y en ese alguien está Cristo. Un poco de tiempo dedicado a
explicarle el tema a un compañero, paciencia y buen humor con los clientes
difíciles o el jefe huraño, ofrecer nuestras dificultades al Señor.
Así, poco a poco, nos iremos
santificando en las cosas pequeñas de nuestra rutina, y con nuestro ejemplo
estaremos en condiciones de llevar a Cristo a los demás.
TAMBIÉN NOS PODEMOS HACER SANTOS EN MEDIO DE
NUESTRA RUTINA
«Es precisamente
viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio cristiano en las
ocupaciones de cada día que estamos llamados a ser santos. Y cada uno en las
condiciones y en el estado de vida en el que se encuentra. ¿Eres
consagrado, consagrada? Sé santo viviendo con alegría tu donación y tu ministerio.
¿Estás casado?
Sé santo amando y cuidando a tu marido o a tu mujer, como Cristo ha hecho con
su Iglesia. ¿Eres un bautizado no casado? Sé santo cumpliendo con honestidad y
competencia tu trabajo ofreciendo tiempo al servicio de los hermanos.
“Pero padre, yo
trabajo en una fábrica, yo trabajo como contable, siempre con los números, allí
no se puede ser santo”. ¡Sí, se puede! Allí donde trabajas, puedes ser santo.
[…] En tu casa, en la calle, en el trabajo, en la iglesia, en ese momento, en
el estado de vida que tienes se ha abierto el camino a la santidad.
No os desaniméis
de ir sobre este camino, es precisamente Dios quien te da la gracia. Y lo único
que pide el Señor es que estemos en comunión con Él y al servicio de los
hermanos» (Papa
Francisco, Audiencia General. 19 de noviembre de 2014).
Podemos hacer un momento de
silencio y pensar en las personas que nos rodean, en el trabajo, en los
estudios, en la rutina del día a día, cualquiera que esta sea. ¿Cómo podemos hacer algo por ellos?, ¿será que nuestra
vocación ha estado frente a nuestras narices todo este tiempo y no nos hemos
dado cuenta?
¿Nos tomamos en
serio los estudios y el trabajo?, ¿cómo podemos explotar los talentos que Dios
nos ha dado para servir a los demás?, ¿si ya descubrimos la nuestra, le estamos
ayudando a otros a descubrir su vocación?
De nuestra respuesta dependerá
que sepamos vivir como cristianos también en nuestras ocupaciones del día a
día.
Artículo elaborado por Giovanni Martini.
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