EL
PURGATORIO BEATA ANA CATALINA EMMERICK CARLOS ALMAS DEL PURGATORIO.
El purgatorio es el estado de purificación en que están las almas
después de la muerte, porque en el cielo no puede entrar nada manchado (Ap 21,
27). El catecismo de la Iglesia católica afirma que los que mueren en gracia,
pero están imperfectamente purificados, sufren después de su muerte una
purificación a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría
del cielo (Cat 1030).
En el
purgatorio no hay desesperación, porque están seguros de la salvación. Beata
Ana Catalina sintió desde su más tierna edad la necesidad de orar por ellos. Y
así nos dice: Siendo todavía niña fui conducida por
una persona, a la cual no conocía, a un lugar que me pareció el purgatorio. Vi
muchas almas allí que sufrían vivos dolores y que me suplicaban que rogara por
ellas. Me parecía haber sido conducida a un profundo abismo donde había un
amplio espacio que me impresionó mucho, me llenó de espanto y turbación. Vi
allí a hombres muy silenciosos y tristes, en cuyo rostro se vislumbraba, a
pesar de todo, que en su corazón se alegraban, como si pensaran en la
misericordia de Dios. Fuego no vi ninguno; pero conocí que aquellas pobres
almas padecían interiormente grandes penas.
Cuando
oraba con gran fervor por las benditas almas, oía voces que me decían al oído: “¡Gracias, gracias!”. Una vez había perdido, yendo
a la iglesia, una pequeña medalla que mi madre me había dado, lo cual me causó
mucha pena. Consideré que había pecado por no haber cuidado mejor de aquel
objeto y con esto me olvidé de rezar aquella tarde por las benditas almas. Pero
cuando fui al cobertizo por leña, se me apareció una figura blanca, con manchas
negras, que me dijo: “¿Te olvidas de mí?”. Tuve
mucho miedo y al punto hice la oración que había olvidado. La medalla la
encontré al día siguiente bajo la nieve, cuando fui a hacer mi oración.
Siendo ya
mayor iba a misa temprano a Koesfeld. Para orar mejor por las ánimas benditas
tomaba un camino solitario. Si todavía no había amanecido, las veía de dos en
dos oscilar delante de mí como brillantes perlas en medio de una pálida llama.
El camino se me hacía muy claro y yo me alegraba de que las almas estuvieran en
torno mío, porque las conocía y las amaba mucho. También por la noche venían a
mí y me pedían que las aliviase. [230]
Es muy
triste que actualmente se socorra tan poco a las ánimas benditas. Es muy grande
su desdicha, pues no pueden hacer nada por su propio bien. Pero cuando alguno
ruega por ellas o padece o da alguna limosna en sufragio de ellas, en ese mismo
momento se permuta esta obra en bien suyo, y ellas se ponen tan contentas y se
reputan tan dichosas como aquel a quien dan de beber agua fresca cuando está a
punto de desfallecer. [231]
Esta
noche (27 de setiembre de 1820) he pedido mucho por las ánimas benditas, y he
visto muchos admirables castigos que ellas padecen, y la incomprensible
misericordia de Dios. He visto la infinita justicia y misericordia de Dios, y
que no hay cosa alguna verdaderamente buena en el hombre que no le sea útil. He
visto el bien y el mal pasar de padres a hijos y convertirse en salud o
desdicha por la voluntad y cooperación de éstos. He visto socorrer de un modo
admirable a las almas con los tesoros de la Iglesia y con la caridad de sus
miembros. Y todo esto era una verdadera sustitución y satisfacción por sus
culpas, no faltándose ni a la misericordia ni a la justicia aunque ambas son
infinitamente grandes.
He visto
muchos estados de purificación; en particular he visto castigados a aquellos
sacerdotes aficionados a la comodidad y al sosiego, que suelen decir: “Con un rinconcito en el cielo me contento; yo rezo, digo
misa, confieso, etc., etc.”. Éstos sentirán indecibles tormentos y
vivísimos deseos de buenas obras, y a todas las almas a quienes han privado de
su auxilio las verán en su presencia, y tendrán que sufrir un desgarrador deseo
de socorrerlas. Toda pereza se convertirá en tormento para el alma, su quietud
en impaciencia, su inercia en cadenas, y todos estos castigos son, no ya
invenciones, pues que proceden clara y admirablemente del pecado, como la
enfermedad del daño que la produce [232].
¡Oh, cuántas gracias he recibido de las benditas almas! ¡Ojalá quisieran
todos participar conmigo de esta alegría! ¡Qué abundancia de gracias hay sobre
la tierra, pero cuánto se las olvida, mientras que ellas suspiran
ardientemente! Allí, en lugares varios,
padeciendo diferentes tormentos, están llenas de angustia y de anhelo de ser
socorridas. Y aunque sea grande su aflicción y necesidad, alaban a Nuestro
Señor. Todo lo que hacemos por ellas les causa una infinita alegría. [233]
El doctor
Wesener relata en su “Diario”: El padre Limberg se
quedó una noche a cuidarla, porque no estaba en casa su hermana y Catalina
estaba muy mal. Hacia las 11 de la noche, estando junto a su lecho,
apoyado sobre una mesita, oyó que alguien tocaba como con una llave. Se
levantó, miró por todas partes y no encontró nada raro. Otras veces, ocurrió el
mismo fenómeno y no pudo encontrar la causa de aquellos golpes. Dos semanas más
tarde, el padre Limberg me dijo que la enferma había oído los ruidos durante la
noche y que habían sido las almas del purgatorio; porque desde hacía tiempo
ella no había rezado por ellas. [234]
En
octubre de 182l, como se acercaba el día de Todos los difuntos, ella hacía
duros trabajos por la noche en favor de las almas en pena, conocidas o
desconocidas. A veces se aparecía un alma o su ángel para pedir tal cosa como
satisfacción. Una noche vino el alma de una difunta y le dijo que un bien mal
adquirido le había sido transmitido por sus padres y que ahora lo tenía su hija
y quería que le advirtiera que hiciese un largo viaje en medio de la nieve para
devolverlo. [235]
Ella nos
dice: Cuando iba al purgatorio, no sólo conocía a
mis amigos, sino también a parientes de ellos, a quienes nunca había visto. Entre
las almas más abandonadas he visto a aquellas pobres de quien nadie se acuerda
y cuyo número es grande, pues muchos hermanos nuestros en la fe no hacen
oración por ellas. Por estas pobres almas olvidadas, ruego yo sobre todo. [236]
En
ocasiones veía pasar delante de sus ojos, durante la noche, una intensa luz y
oía decir: Te lo agradezco. Ella creía que
era un alma del purgatorio, que venía a darle las gracias [237].
Clara
Söntgen informó en el Proceso: Por la noche, cuando
estábamos acostadas, rezábamos juntas por las almas del purgatorio. Solía
ocurrir que, cuando habíamos terminado nuestra oración, una hermosa luz surgía
ante nuestro lecho. Llena de alegría, Emmerick me decía: “¡Mira, mira esa luz maravillosa!”. Pero yo estaba
tan asustada que no me atrevía a mirar. [238]
Una
mañana le dijo al padre Rensing: Diga a la gente en
el confesionario que rece mucho por las almas del purgatorio… Ellas (al
salir) rezarán por nosotros en agradecimiento. Rezar por ellos es agradable a
Dios, porque les ayudamos a gozar más rápidamente de la visión beatífica. [239]
Carlos Almas del
Purgatorio 2020
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