La comunión en la
mano es posible países cuyas Conferencias Episcopales la han aprobado. Sin
embargo, el fenómeno del satanismo, con su consiguiente peligro de sacrilegios
realizados con las Hostias consagradas, ha dado lugar a una praxis de
precaución.
Por: P. Luis Santamaría | Fuente: R.I.E.S. (Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas) / Aleteia
Aunque en muchos países la Iglesia permite a los
fieles comulgar recibiendo el Cuerpo de Cristo en las manos, hay algunos
momentos –como las Misas presididas por el Papa u otras celebraciones
multitudinarias– en los que sólo se da en la boca, por temor a que las Hostias
sean sustraídas de forma sacrílega para usarse en ceremonias satánicas.
1. COMULGAR… ¿EN LA BOCA O EN LA MANO?
A veces tienen lugar discusiones infructuosas sobre la mejor forma de que los fieles católicos reciban la Comunión: de pie o de rodillas, en la boca o en las manos. Discusiones que a veces buscan una mejor práctica sacramental, pero que en otras muchas ocasiones muestran una peligrosa instrumentalización de algo tan sagrado al servicio de posiciones ideológicas propias (además de utilizar la Comunión para dividir, algo totalmente fuera de lugar). Las normas de la Iglesia dejan bien claro que “los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos” (CIC 843 § 1). Esto se aplica concretamente a la Eucaristía cuando se dice, por ejemplo, que “no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie” (Redemptionis sacramentum 91).
En cuanto a la forma de recibirla de manos del ministro, el “manual de instrucciones” del Misal Romano –aquí estamos hablando siempre del rito romano– indica que, después de contestar “amén”, el fiel ha de comulgar “en la boca, o donde haya sido concedido, en la mano, según su deseo. Quien comulga, inmediatamente recibe la sagrada Hostia, la consume íntegramente” (Instrucción general del Misal Romano, 161). Es decir, que hay países donde la Conferencia Episcopal ha permitido, con la aprobación de la Santa Sede, recibir el Cuerpo de Cristo en las manos, como sucede en España o Italia.
2. CUANDO SE COMULGA EN LA MANO…
La regulación eclesial deja claro que lo importante es comulgar de forma reverente, conscientes de que no se está comiendo un trozo de pan común, sino la materia que ha sido transformada sacramentalmente en el Cuerpo de Jesús. En la historia de la Iglesia encontramos testimonios a favor tanto de una práctica como de la otra. Así, frente a los que se oponen duramente a la Comunión en las manos y afirman que es una práctica irreverente impuesta por el modernismo, podemos leer que San Cirilo de Jerusalén instruía a los ya iniciados en la fe, en torno al año 350, llamándolos a comulgar de la siguiente manera: “poniendo la mano izquierda bajo la derecha a modo de trono que ha de recibir al Rey, recibe en la concavidad de la mano el Cuerpo de Cristo” (Catequesis mistagógica V, 21).
Como se trata de algo sumamente importante, y para evitar una mala praxis, el organismo de la Santa Sede que vela por la liturgia y todo lo celebrativo ayudando al Papa en su misión –la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos– publicó en 1985 una breve Instrucción sobre este tema. Las condiciones que pone para recibir la Comunión en la mano son de sentido común: que se manifieste respeto a la presencia real de Cristo, que el gesto se haga con “nobleza”, que se diga claramente “amén”, que se comulgue inmediatamente y delante del ministro, que sea éste el que ponga la Hostia en la mano del comulgante, que las manos estén limpias, etc.
Entonces, ¿a qué podemos considerar mala praxis? Además de cualquier situación que contravenga lo que dice esa Instrucción, hay casos claros en los que no debería darse la Comunión en la mano. Podemos pensar en casos concretos y reales como los de niños que jueguen con el Cuerpo de Cristo, personas que se dediquen a contemplar la Hostia porque les transmite “energías”, otros que se la lleven “de recuerdo” a casa –ya sea por razones de devoción, ya sea por superstición, como si se tratara de un amuleto– o incluso que la guarden para dársela al ganado. Todos estos casos han sucedido. Pensemos entonces cuánto más puede suceder esto en Misas masivas, sobre todo cuando las ha presidido el Papa y el Santísimo Sacramento corre el riesgo de ser tenido como “souvenir”.
3. EL SATANISMO ENTRA EN JUEGO
Y es aquí donde hay que tener en cuenta la presencia y actuación de las sectas satánicas. No se trata de leyendas urbanas ni de teorías conspiranoicas a las que se aferran los tradicionalistas para exigir la Comunión en la boca. Es una realidad. Porque hay ritos satánicos en los que se profana la Eucaristía. Para obtener Hostias consagradas con este fin, las vías principales son tres: que un sacerdote celebre la Misa con esa intención sacrílega, la profanación de un sagrario, o la obtención ilícita mediante una falsa Comunión, que es el tema que nos ocupa. De hecho, como las dos primeras formas son más problemáticas, el tercer camino es el que puede ser más empleado por los adeptos de estas sectas para la realización de sus ritos.
¿De qué ritos se trata? En primer lugar, la llamada comúnmente “misa negra”, una simulación sacrílega de la celebración eucarística de los católicos, en la que se toman muchos elementos de la Misa y se realizan al revés, con un fin que no tiene nada que ver con la religión (puede buscar el sometimiento sexual de una persona, o hacerle un bien, o hacerle un mal, siempre invocando al Diablo). Dejando fuera la complicada discusión sobre si hay sacrificios humanos o no, en estos ritos se puede profanar el Cuerpo de Cristo de diversas maneras (pisoteándolo, pasándolo por el cuerpo desnudo de la mujer que sirve de altar, etc.).
No se trata simplemente de rumores ni de declaraciones exageradas de ex-adeptos poco fiables. Lo podemos leer en sus libros. Por ejemplo, en The Satanic Rituals, Anton Szandor LaVey, fundador de la Iglesia de Satán, escribe: “quizás la frase más potente de toda la misa es la que sigue a la profanación de la Hostia: ‘desaparece en el vacío de tu cielo vacío, porque nunca has existido, ni existirás nunca’”. Usa expresamente la palabra “profanación” (desecration), porque aunque rechaza la existencia de Cristo, conoce bien el valor que los católicos damos a la Eucaristía y por eso se actúa de esa forma. También explica LaVey que, frente al uso que algunos han hecho de ornamentos católicos en las misas negras, “la autenticidad de una Hostia consagrada parece haber sido mucho más importante”.
4. Y ANTE ESTO, ¿QUÉ HACE LA IGLESIA?
Ante todo, la Iglesia cuida como lo más importante que tiene entre manos el Cuerpo sacramental del Señor Jesús, velando con su enseñanza, con su práctica y con sus normas para que la Eucaristía sea respetada como lo que es: presencia real de Cristo, comulgado por los fieles y custodiado en los sagrarios para la adoración y la Comunión de los enfermos. Además, la Iglesia es clara a la hora de considerar penalmente la profanación de la Eucaristía, algo que considera un “delito contra la religión y contra la unidad de la Iglesia”, y afirma sin rodeos: “quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica” (CIC 1367).
Por eso, hay que entender que en algunas ocasiones, como en las Misas multitudinarias –en las que a veces no hay una fila normal de comulgantes–, cuando no se puede asegurar que el Cuerpo de Cristo sea comulgado con normalidad, de forma excepcional se toman las mayores precauciones posibles. Es verdad –dirán algunos– que pueda darse el caso de personas que comulgan en la boca aparentemente, porque luego no tragan la Hostia, y la guardan con un fin sacrílego. A pesar de esto, los ministros de la Comunión deben poner todos los medios posibles para evitarlo, y uno de ellos es depositarla directamente en la boca del fiel. En las Misas presididas en Roma por el Papa convergen dos razones fundamentales: quién es el ministro que ha consagrado el pan ofrecido en el altar (porque de hecho se han llegado a subastar a través de Internet Hostias consagradas por él), y la notable difusión del satanismo en Italia, que legitima un miedo mayor que el que pueda haber en otros lugares.
1. COMULGAR… ¿EN LA BOCA O EN LA MANO?
A veces tienen lugar discusiones infructuosas sobre la mejor forma de que los fieles católicos reciban la Comunión: de pie o de rodillas, en la boca o en las manos. Discusiones que a veces buscan una mejor práctica sacramental, pero que en otras muchas ocasiones muestran una peligrosa instrumentalización de algo tan sagrado al servicio de posiciones ideológicas propias (además de utilizar la Comunión para dividir, algo totalmente fuera de lugar). Las normas de la Iglesia dejan bien claro que “los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos” (CIC 843 § 1). Esto se aplica concretamente a la Eucaristía cuando se dice, por ejemplo, que “no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie” (Redemptionis sacramentum 91).
En cuanto a la forma de recibirla de manos del ministro, el “manual de instrucciones” del Misal Romano –aquí estamos hablando siempre del rito romano– indica que, después de contestar “amén”, el fiel ha de comulgar “en la boca, o donde haya sido concedido, en la mano, según su deseo. Quien comulga, inmediatamente recibe la sagrada Hostia, la consume íntegramente” (Instrucción general del Misal Romano, 161). Es decir, que hay países donde la Conferencia Episcopal ha permitido, con la aprobación de la Santa Sede, recibir el Cuerpo de Cristo en las manos, como sucede en España o Italia.
2. CUANDO SE COMULGA EN LA MANO…
La regulación eclesial deja claro que lo importante es comulgar de forma reverente, conscientes de que no se está comiendo un trozo de pan común, sino la materia que ha sido transformada sacramentalmente en el Cuerpo de Jesús. En la historia de la Iglesia encontramos testimonios a favor tanto de una práctica como de la otra. Así, frente a los que se oponen duramente a la Comunión en las manos y afirman que es una práctica irreverente impuesta por el modernismo, podemos leer que San Cirilo de Jerusalén instruía a los ya iniciados en la fe, en torno al año 350, llamándolos a comulgar de la siguiente manera: “poniendo la mano izquierda bajo la derecha a modo de trono que ha de recibir al Rey, recibe en la concavidad de la mano el Cuerpo de Cristo” (Catequesis mistagógica V, 21).
Como se trata de algo sumamente importante, y para evitar una mala praxis, el organismo de la Santa Sede que vela por la liturgia y todo lo celebrativo ayudando al Papa en su misión –la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos– publicó en 1985 una breve Instrucción sobre este tema. Las condiciones que pone para recibir la Comunión en la mano son de sentido común: que se manifieste respeto a la presencia real de Cristo, que el gesto se haga con “nobleza”, que se diga claramente “amén”, que se comulgue inmediatamente y delante del ministro, que sea éste el que ponga la Hostia en la mano del comulgante, que las manos estén limpias, etc.
Entonces, ¿a qué podemos considerar mala praxis? Además de cualquier situación que contravenga lo que dice esa Instrucción, hay casos claros en los que no debería darse la Comunión en la mano. Podemos pensar en casos concretos y reales como los de niños que jueguen con el Cuerpo de Cristo, personas que se dediquen a contemplar la Hostia porque les transmite “energías”, otros que se la lleven “de recuerdo” a casa –ya sea por razones de devoción, ya sea por superstición, como si se tratara de un amuleto– o incluso que la guarden para dársela al ganado. Todos estos casos han sucedido. Pensemos entonces cuánto más puede suceder esto en Misas masivas, sobre todo cuando las ha presidido el Papa y el Santísimo Sacramento corre el riesgo de ser tenido como “souvenir”.
3. EL SATANISMO ENTRA EN JUEGO
Y es aquí donde hay que tener en cuenta la presencia y actuación de las sectas satánicas. No se trata de leyendas urbanas ni de teorías conspiranoicas a las que se aferran los tradicionalistas para exigir la Comunión en la boca. Es una realidad. Porque hay ritos satánicos en los que se profana la Eucaristía. Para obtener Hostias consagradas con este fin, las vías principales son tres: que un sacerdote celebre la Misa con esa intención sacrílega, la profanación de un sagrario, o la obtención ilícita mediante una falsa Comunión, que es el tema que nos ocupa. De hecho, como las dos primeras formas son más problemáticas, el tercer camino es el que puede ser más empleado por los adeptos de estas sectas para la realización de sus ritos.
¿De qué ritos se trata? En primer lugar, la llamada comúnmente “misa negra”, una simulación sacrílega de la celebración eucarística de los católicos, en la que se toman muchos elementos de la Misa y se realizan al revés, con un fin que no tiene nada que ver con la religión (puede buscar el sometimiento sexual de una persona, o hacerle un bien, o hacerle un mal, siempre invocando al Diablo). Dejando fuera la complicada discusión sobre si hay sacrificios humanos o no, en estos ritos se puede profanar el Cuerpo de Cristo de diversas maneras (pisoteándolo, pasándolo por el cuerpo desnudo de la mujer que sirve de altar, etc.).
No se trata simplemente de rumores ni de declaraciones exageradas de ex-adeptos poco fiables. Lo podemos leer en sus libros. Por ejemplo, en The Satanic Rituals, Anton Szandor LaVey, fundador de la Iglesia de Satán, escribe: “quizás la frase más potente de toda la misa es la que sigue a la profanación de la Hostia: ‘desaparece en el vacío de tu cielo vacío, porque nunca has existido, ni existirás nunca’”. Usa expresamente la palabra “profanación” (desecration), porque aunque rechaza la existencia de Cristo, conoce bien el valor que los católicos damos a la Eucaristía y por eso se actúa de esa forma. También explica LaVey que, frente al uso que algunos han hecho de ornamentos católicos en las misas negras, “la autenticidad de una Hostia consagrada parece haber sido mucho más importante”.
4. Y ANTE ESTO, ¿QUÉ HACE LA IGLESIA?
Ante todo, la Iglesia cuida como lo más importante que tiene entre manos el Cuerpo sacramental del Señor Jesús, velando con su enseñanza, con su práctica y con sus normas para que la Eucaristía sea respetada como lo que es: presencia real de Cristo, comulgado por los fieles y custodiado en los sagrarios para la adoración y la Comunión de los enfermos. Además, la Iglesia es clara a la hora de considerar penalmente la profanación de la Eucaristía, algo que considera un “delito contra la religión y contra la unidad de la Iglesia”, y afirma sin rodeos: “quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica” (CIC 1367).
Por eso, hay que entender que en algunas ocasiones, como en las Misas multitudinarias –en las que a veces no hay una fila normal de comulgantes–, cuando no se puede asegurar que el Cuerpo de Cristo sea comulgado con normalidad, de forma excepcional se toman las mayores precauciones posibles. Es verdad –dirán algunos– que pueda darse el caso de personas que comulgan en la boca aparentemente, porque luego no tragan la Hostia, y la guardan con un fin sacrílego. A pesar de esto, los ministros de la Comunión deben poner todos los medios posibles para evitarlo, y uno de ellos es depositarla directamente en la boca del fiel. En las Misas presididas en Roma por el Papa convergen dos razones fundamentales: quién es el ministro que ha consagrado el pan ofrecido en el altar (porque de hecho se han llegado a subastar a través de Internet Hostias consagradas por él), y la notable difusión del satanismo en Italia, que legitima un miedo mayor que el que pueda haber en otros lugares.
¿PODEMOS COMULGAR MÁS DE UNA VEZ AL DÍA?
¿Podemos
comulgar el mismo número de veces que asistimos a Misa en un mismo día?
Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: ConMasGracia.org
Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: ConMasGracia.org
Hay muchos fieles que cada domingo, debido al
servicio que prestan dentro de la Iglesia, participan de más de una celebración
eucarística. Desde ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, el
sacristán, los acólitos, los de los coros, etc. Ahora bien, ¿pueden ellos también comulgar el mismo número de veces que participen en
Misa?
El Código de Derecho Canónico establece: “Quien ya ha recibido la santísima Eucaristía, puede
recibirla otra vez el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística
en la que participe, quedando a salvo lo que prescribe el ⇒ c. 921 § 2” (CIC 917). Decir
“de nuevo” se debe entender como una “segunda vez”, no a cuántas veces se participe de
la Misa en el mismo día. Por lo tanto, está claro que
solamente se podrá recibir la comunión dos veces al día.
Así también, el Catecismo de la Iglesia
Católica, reafirma lo anterior cuando dice: “Es
conforme al sentido mismo de la Eucaristía que los fieles, con las debidas
disposiciones (cf CIC, cans. 916-917), comulguen cuando participan en la misa
[Los fieles pueden recibir la Sagrada Eucaristía solamente dos veces el mismo
día. Pontificia Comisión para la auténtica interpretación del Código de Derecho
Canónico, Responsa ad proposita dubia 1]” (CEC 1388).
Ahora bien, hay que decir
que esta “segunda vez” únicamente podrá hacerse dentro de la Misa, es decir,
tras participar de toda la celebración eucarística, no solamente en el rito de
la comunión. Así, por ejemplo, si alguien primero recibe la
comunión en casa, porque cuida a algún enfermo, podrá recibirla de nuevo si
participa después de la Misa entera. Lo anterior en ese orden, no al
revés.
Como cita el numeral del Código Canónico, hay una excepción para recibir la comunión más de una vez fuera de la
celebración eucarística, y esto es para las personas que se encuentran en
riesgo de morir. “Aunque hubieran recibido la sagrada comunión el
mismo día, es muy aconsejable que vuelvan a comulgar quienes lleguen a
encontrarse en peligro de muerte” (CIC 921 § 2).
Estas disposiciones nos
permiten cuidar y valorar el sentido real de la Eucaristía. No
por comulgar más de una vez en un día, seremos superiores a los demás ni
obtendremos el agrado de Dios. Lo verdaderamente importante es
que, cuando participemos de la eucaristía, lo hagamos con el mayor respeto y
veneración que merece a quien vamos a recibir. De modo que, debemos
prepararnos para hacerlo, es decir, estar en gracia. Eso sí hará de nuestra
comunión un mar de frutos abundantes para nuestra alma.
Evitemos caer en la rutina
y la superficialidad al momento de comulgar. Seamos conscientes que vamos a recibir al mismo
Cristo, a quien los ángeles y los santos alaban gozosos. Él que por puro amor
nos hace convertirnos en uno mismo junto con Él.
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