Dios hecho hombre se
ha dormido y ha despertado a los que dormían desde hace siglos.
Por: Redacción | Fuente: Corazones.org
En el Credo de los Apóstoles, ( llamado así
porque es considerado con justicia como el resumen fiel de la fe de los
apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma CIC 194),
proclamamos que Cristo "descendió a los
infiernos". ¿Qué significa?
Este Credo, formulado en el siglo V, se refiere
al descenso del alma de Cristo, ya separada del cuerpo por la muerte, al lugar
que también se llama "sheol" o "hades". El Cuarto Concilio Lateranense,
en el 1215, definió esta doctrina de Fe.
En este caso "infierno"
no se refiere al lugar de los condenados sino que es "el lugar de espera de las almas de los justos de la
era pre-cristiana". Entre la multitud de justos allí esperando la
salvación, estaba San José, los patriarcas y los profetas, como todos aquellos
que murieron en paz con Dios. Todos necesitaban, como nosotros, la salvación de
Cristo para poder ir al cielo.
Vea en las Sagradas
Escrituras: Hechos 2,24; 2,31; Flp 2,
10, 1 Pedro 3,19-20, Ap 1,18, Ef 4,9.
Padres de la Iglesia que enseñaron esta doctrina
incluyen: San Justino, San Ireneo, San Ignacio de
Antioquía, Tertuliano, San Hipólito, San Agustín.
Santo Tomas Aquino enseña que el propósito de
Cristo en descender a los infiernos fue liberar a los justos aplicándoles los
frutos de la Redención (S. Th. III, 52, 5).
EL
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE ESTA DOCTRINA:
Cristo
descendió a los infiernos
632 Las
frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús "resucitó de entre los muertos" (Hch 3,
15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció
en la morada de los muertos. Es el primer sentido que dio la predicación
apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como
todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha
descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban
allí detenidos.
633 La
Escritura llama infiernos, sheol o hades a la morada de los muertos donde bajó
Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados
de la visión de Dios. Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado
de todos los muertos, malos o justos, lo que no quiere decir que su suerte sea
idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el "seno de Abraham". "Son precisamente estas
almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que
Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos".
Jesús no bajó a los infiernos para liberar allí
a los condenados ni para destruir el infierno de la condenación, sino para
liberar a los justos que le habían precedido.
634 "Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena
Nueva..." (1 Pedro 4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno
cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación. Es la última fase de la
misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo, pero inmensamente
amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los
hombres de todos 605 los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se
salvan se hacen partícipes de la Redención.
635
Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte para "que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los
que la oigan vivan". Jesús, "el
Príncipe de la vida" (Hch 3, 15), aniquiló "mediante
la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por
temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud" (Hb
2, 14-15). En adelante, Cristo resucitado "tiene
las llaves de la muerte y del Hades" (Ap 1, 18) y "al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el
cielo, en la tierra y en los abismos" (Flp 2, 10).
Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra;
un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey está
durmiendo; la tierra está temerosa y no se atreve a moverse, porque el Dios
hecho hombre se ha dormido y ha despertado a los que dormían desde hace siglos...
En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida.
Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las
tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van a liberar de los
dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él...
Y, tomándolo de la mano, lo levanta diciéndole: "Despierta,
tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo".
Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por
ti y por todos estos que habían de nacer de ti...
Despierta, tú que duermes;
porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los
muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han
muerto". [De una antigua Homilía sobre el santo y
grandioso Sábado]
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