Para el mundo
contemporáneo, hundido por completo en la exaltación y la búsqueda del placer,
cualquier acto que implique renunciar a la comodidad resulta oscurantista y
patológico.
Por: Diana R. García B. | Fuente: fraynelson.com
PREGUNTA:
Padre Nelson, tuve hace poco una discusión con
un amigo del Regnum Christi que me hablaba sobre la necesidad de hacer
penitencia como un camino para la conversión personal e incluso la salvación
del mundo. Mi postura era que esas costumbres masoquistas medievales ya
tuvieron su hora y ya pasaron, gracias a Dios. Al fin la discusión se pudo un poco tensa y aunque no me convenció lo que oí, sí me dejó pensando un poco. ¿Usted qué opina? -- G.J.
RESPUESTA:
He encontrado este escrito en Internet que creo
que orienta mucho. Tal vez yo no lo hubiera podido decir mejor.
"Para
el mundo contemporáneo, hundido por completo en la exaltación y la búsqueda del
placer, cualquier acto que implique renunciar a la comodidad no sólo resulta «oscurantista», pasado de moda, sino hasta
patológico.
Absolutamente escandalizados se mostraron los
medios de comunicación que a mediados de 2010 reprodujeron una nota del diario
argentino MdZ que sacó a la luz las «prácticas
retrógradas» que se practican en el seminario del Instituto del Verbo
Encarnado, una de las comunidades religiosas que más vocaciones sacerdotales
atrae en ese país. Penitencia en cuaresma.
Todo empezó cuando un ex seminarista decidió
hacer del conocimiento secular cómo viven los futuros sacerdotes; resulta que
en el instituto los jóvenes hacen penitencia: «Más
allá de las vocaciones y la proliferación de esta fe, las prácticas medievales
persisten en esta institución y el día en el que más se aplican son los
viernes», se lee en el periódico. Los sacrificios que ahí se hacen
pueden desde incluir ayuno de una de las principales comidas hasta la
autoflagelación con un látigo de tres cuerdas con nudos en el extremo, o el uso
de un cinturón de piedras durante la Misa.
Otras cosas vividas en esa institución dedicada
a la solidaridad con los más necesitados y no a la propia comodidad, y que
disgustaron al ex seminarista en cuestión, son éstas: «No
hay radio ni televisión. Todos duermen en literas triples, no hay dónde poner
las cosas personales ni roperos. Nos bañamos con agua fría, cocinamos a leña».
MOTIVO DE ESCARNIO
La verdad es que desde tiempos de la primitiva
Iglesia los cristianos han sufrido la burla intolerante ante la mortificación
cristiana. Basta recordar los dibujos que el paganismo romano hacía de un burro
crucificado para insultar a los seguidores de Cristo.
Para el mundo en general, particularmente el
contemporáneo, donde lo que impera es la búsqueda del placer, la penitencia es
masoquismo, oscurantismo, peligrosa patología que hay que combatir.
SE TOLERA SI NO ESTÁ CRISTO
Pero si bien todo lo que implica renuncia por
motivos cristianos suele causar asombro y oposición, hay otros casos en los que
las mortificaciones son bien vistas y hasta aplaudidas.
Así, se aclama a quienes más dietas hacen para
estar delgados, e igual a quienes lo consiguen por medio de la anorexia.
Penitencia por Cuaresma. La belleza
externa ha tomado tal importancia que varones y mujeres se someten a dolorosas
cirugías estéticas a fin de verse más hermosos y más jóvenes.
Lo mismo hay que decir de los vegetarianos y
veganos, que se privan de determinados alimentos y productos, ya sea por
motivos de salud física, apoyo a los supuestos «derechos»
de los animales, o por influencias religiosas hinduistas o budistas, las
cuales incluyen ayunos y otras mortificaciones. En todo esto está ausente
Cristo, por eso no sólo es bien tolerado sino presentado como positivo e
imitable.
EN EL AMOR ESTÁ EL MOTIVO
La diferencia de una mortificación para perder
peso o para alcanzar el nirvana budista respecto de una mortificación cristiana
radica en el amor; en las primeras el esfuerzo y las privaciones tienen su
fuente en el «yo» —verse mejor o alcanzar la
conciencia de ser «dios»—, en la última la motivación es el amor a Cristo: el creyente hace penitencia no porque le guste sufrir y
hacerse daño, sino para unirse más estrechamente con Jesucristo sufriente.
Si no hay suficiente amor, las privaciones serán
motivo de desdicha, no de crecimiento. Es por eso que las penitencias han de
practicarse de manera libre; por ejemplo, cuando un feligrés se acerca al
sacramento de la Confesión lo hace voluntariamente tanto para recibir el perdón
como para dar alguna satisfacción o reparación por sus faltas a través de la
penitencia que el sacerdote le indica.
Los santos siempre han sido asiduos practicantes
de la penitencia, no sólo por sus propios pecados sino por los de los demás.
Conforme se avanza en la relación con Dios, se puede ir entendiendo mejor el
valor de la mortificación y su práctica de manera correcta. Y quien la ha
llevado a cabo en algún grado y en alguna ocasión, seguramente ha podido
entrever al menos algo de su grandeza; hasta el ex seminarista del Instituto
del Verbo Encarnado confiesa que, tiempo después de marcharse, «quise volver»; aunque la institución no lo
consideró conveniente."
Diana R. García B.
No hay comentarios:
Publicar un comentario