Recientemente, en
una entrevista, Ricky Martin comparó la gestación de sus hijos a través de
vientres de alquiler o maternidad subrogada, con la concepción de Jesús en el vientre de la Inmaculada
Virgen María. La ignorancia es muy atrevida y habría que ver la
intención y el grado de malicia, pero son unas declaraciones inadmisibles
contra la persona de nuestra Madre Amantísima y que deben tener una respuesta
contundente.
Gracias a Dios
la respuesta ha venido y hay que darla a conocer.
Ante las escandalosas
declaraciones del cantante, un valiente sacerdote ha salido en defensa del
honor la Santísima Virgen. Se trata de Mons. Leonardo J. Rodríguez
Jimenes, párroco de la parroquia María Madre de Misericordia en la
Arquidiócesis de San Juan (Puerto Rico). El sacerdote escribió en facebook un
artículo titulado “Un pedestal para la Virgen María”.
Les dejo con el contenido
íntegro del artículo que no tiene desperdicio. Una catequesis espectacular que da
mucha luz sobre la Maternidad Divina de María, que recordemos es uno de los
cuatro dogmas marianos junto con la Virgnidad Perpetua, La Inmaculada
Concepción y la Asunción.
UN PEDESTAL PARA LA VIRGEN MARÍA
No suelo meterme en diatribas
con la farándula ni con otros tampoco, pero los latinos tenemos un “problema” y es que aguantamos hasta que nos tocan
la madre.
Recientemente se ha dado a
conocer una entrevista hecha por el periódico El País de España al Sr. Ricky
Martin, en la cual dice que tiene “en un pedestal a
la virgen María” porque “prestó su vientre para que Jesús viniera al mundo.”
Esa “tremenda”
afirmación del Sr. Martin parece darse, según el contexto que presenta
el entrevistador, como fruto de la reflexión que ha provocado en el artista el
problema del coronavirus y las distintas cuarentenas en el mundo. Comparto con
él esa idea de que toda esta situación nos ha hecho o podría o debería hacernos
reflexionar. Ojalá fuera uno de los frutos positivos de esta situación. Pero si
vamos a reflexionar, tenemos que hacerlo a partir de criterios ciertos, para no
llegar a conclusiones falsas o equivocadas.
Hace años, cuando era rector
del seminario, conservando la costumbre del anterior rector, siempre que
podíamos, íbamos a las conferencias del Museo de antropología que dirigía el P.
Juan J. Santiago, SJ en el Colegio S. Ignacio en Río Piedras. Una vez, también
ante las afirmaciones del Sr. Martin, que se unió al coro (porque lo suyo es
cantar) de los que afirmaban, que Jesús aprendió muchas cosas del Budismo
cuando vivió en el Tíbet; el P. Santiago ofreció una conferencia en la que fue
desmintiendo que Jesús hubiera aprendido algo del budismo tibetano, pues no
coincidían sus doctrinas y prácticas con las de Jesús. Doctrinalmente había un
conflicto insuperable, pero la razón más contundente para que aquella
afirmación fuera falsa, nos la dio el padre después del receso: “el budismo llegó al Tíbet cuatro siglos después de
Cristo.” Tal vez, recuerdo mal, pues buscando ahora un poco de
información he encontrado que llegó al Tíbet en el s. VII d.C. O sea que si
Jesús fue al Tíbet durante los años ocultos de su vida (cosa que tampoco
creemos) no pudo aprender nada de budismo allí, porque ni siquiera había
llegado el budismo a esa región. En fin, que si partimos de premisas erróneas
vamos por mal camino.
Si el Sr. Martin lo que quiere
es una razón (en este caso excusa) teológica para apoyar el alquiler o préstamo
de vientres para tener hijos y así tranquilizar su conciencia, eso es otro
tema, pero que no afirme cosas sin pies ni cabeza, como la del aprendizaje
budista tibetano de Jesús.
En la más clásica filosofía se
afirma que la verdad es la “adaequatio rei et
intellectus", o sea, la armonía entre la cosa y el concepto
producido sobre ella por el intelecto.
Si el concepto del cuerpo
humano para el Sr. Martin, como para otros que apoyan el alquiler, préstamo o
como lo quieran llamar de los vientres, la fecundación in vitro y otras
técnicas similares para tener hijos a toda costa, es el de un “auto parts”, donde puedo comprar o alquilar
piezas para usarlas a mi gusto en mi carro, eso es otra cosa. Es más, ni las
piezas de un “auto parts” se pueden usar
caprichosamente, pues uno se arriesga a terminar dañando, en vez de arreglando
su carro.
Para la antropología cristiana alma y cuerpo forman un todo y el cuerpo humano, no es simplemente un reguerete de piezas juntas, sino que constituye parte de mi “yo”, que es espíritu, alma y cuerpo, un todo. Por ello el respeto que merece el ser humano corresponde a su integridad, no sólo al espíritu, ni sólo al alma, ni sólo al cuerpo, sino a los tres en uno, pues mi yo es todo eso.
Usar nuestros cuerpos o parte
de ellos caprichosamente viola la dignidad humana. No se puede alquilar ni
comprar una persona ni parte de una persona, precisamente porque es persona y
no una cosa. Por esa misma razón no se deben tener hijos de la manera que los
procura la fecundación in vitro porque no tenemos derecho a tener hijos, porque
los hijos, precisamente por ser personas, no son objeto de derechos, sino
sujetos de ellos. El querer ser padre o madre a toda costa, sin importar los
medios que se usen para serlo, puede terminar siendo una violación a la
dignidad de los hijos a quienes digo querer tanto. Así que la verdad es
precisamente la adecuación de mi concepto mental a lo que es el ser humano en
realidad, no a lo que yo creo que es o quiero que sea según mi capricho o
ideología.
María no le prestó a Dios su
cuerpo o su vientre; primero porque el cuerpo es don de Dios, en última
instancia no es nuestro, sino suyo, tanto como el espíritu y el alma. En
segundo lugar, como no podemos separar espíritu, alma y cuerpo, María no prestó
su vientre a Dios, sino que se entregó toda ella a Él: su
espíritu, alma y cuerpo. Y cuando dijo “He
aquí la esclava del Señor.” se donó totalmente a Dios, no para hacer la
voluntad caprichosa de ella, sino para cumplir la voluntad salvífica de Dios.
Hay una gran diferencia entre eso y lo que afirma el Sr. Martin.
María, no le prestó su vientre
a Dios, porque los préstamos son por tiempo limitado, sino que le entregó toda
su vida para siempre. María no le prestó el vientre a Dios para luego darle su
Hijo a otra persona para que lo criara, como si hubiera sido una cosa de la que
podía desprenderse, aunque la hubiera llevado nueve meses en su seno, sino que
fue constituida verdadera Madre suya; tan es así que aun siendo Jesús Dios y
ella criatura, la llamamos y es realmente Madre de Dios, no incubadora de Dios,
ni vientre de Dios.
Dice el Sr. Martin en la
entrevista “Quiero que mis hijos crezcan
vulnerables y que vivan todo como real”. María cuidó al Hijo que llevó
en su vientre y lo acompañó en su crecimiento humano, no se lo entregó a un
rico famoso para que lo criara en su palacio. Su Hijo, por el misterio de la
Encarnación se hizo realmente vulnerable, se encarnó en un pueblo casi
desconocido, nació y vivió pobremente y murió miserablemente, asumiendo así
toda la vulnerabilidad y realidad humana. El periodista no hubiera tenido que
ir o llamar a María a un palacio o una mansión para entrevistarla.
Viviendo pobre entre los
pobres, Jesús y María, sin duda, vivieron con sus emociones y las de los suyos
de manera muy real y veraz, no acomodando la verdad a sus emociones y gustos,
sino a la realidad, que está más allá de nuestros límites y caprichos.
Nosotros sí tenemos a María en
un alto pedestal, dado por Dios, no por ella ni por nosotros. Dado no porque
prestó su vientre, sino porque entregó a Dios todo su corazón y toda su
existencia para ser, no la incubadora, sino la Madre del Hijo de Dios.
Permita Dios
que, reflexionando a partir de la verdad, con o sin pandemia, llegamos a la
verdadera libertad.
Mons. Leonardo
J. Rodríguez Jimenes
Javier Navascués
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