jueves, 14 de mayo de 2020

UNA PLAGA LLAMADA MONICIONES


Directamente las tengo suprimidas. Suelo hacer la monición de entrada del misal y, en las celebraciones de los santos, leo un par de cosas de su biografía. Y ya.
Las moniciones aparecen por falta de estudio, en primer lugar. No sé qué trabajo nos costaría a los sacerdotes dedicar de vez en cuando unos minutos, no más de los que se necesitan para repasar el Marca, para repasar el misal romano, sobre todo la letra “colorá”. Para los más legos en el asunto, el misal ofrece textos con letra de color negro, que son las cosas que se leen, sea en voz alta o baja. Y ofrece textos en rojo, la letra “colorá” que se decía, que son las rúbricas, el modo de hacer las cosas.  
Bien. Además de esto, es sencillísimo sacar más tiempo, mucho menos que un primer tiempo de un partido de fútbol, para leer sobre el sentido de cada uno de los signos y vacunarnos ante abusos que, quizá, cometemos nosotros mismos sin ser especialmente conscientes de ello. Un sacerdote, un laico, interesados en celebrar correctamente, con mirarse las rúbricas y leerse despacito la Ordenación General del Misal Romano y la Instrucción Redemptionis sacramentum, puede celebrar con muchísima dignidad.
Pero claro, lejos de nosotros atarnos a la ley y a la norma, como si el misal y la liturgia de la Iglesia fueran invenciones de cuatro chalados que por su poca afición al deporte y nula a los centros comerciales se dedicaran a inventar chorraditas para hacer en las misas. Y claro, llega el P. Venerando, que lo último que leyó de liturgia fue el conocido libro de Higinio Fernández, “La misa sin justillo”, con una segunda parte con interesantes aplicaciones prácticas de sor Betania de María Madre, Sorbete para los amigos, en la obra, ya un clásico, “Celebrar con tiza y cartulina”, y decide que es momento de superar viejos clichés para conseguir una liturgia renovada.
El P Venerando quiere una liturgia cercana a la gente. Liturgia incluso más que cercana, campechana. El problema es que el paso de lo campechano a lo chabacano es muy sutil, y el paso de lo cercano a lo infantiloide inevitable.
El P. Venerando, para su nueva liturgia, tiene sus criterios. El primero y esencial es el de considerar que todo lo oficial, por el hecho de serlo, es esencialmente descartable. Y cuanto más oficial, más tradición, más solera, más descartable. Por eso suele emplear plegarias inventadas, las mismas de Higinio o de Sorbete y otras de su propia elaboración, que siendo suyas tienen más teología, más enjundia, más vida y más miga. Dentro de la ruptura con toda norma, abajo las casullas y fuera los cálices de siempre.
No hay cosa que guste más a un seguidor de Higinio Fernández que improvisar moniciones. Una monición es de las cosas más complicadas de hacer bien. Alguna vez son necesarias para introducir ritos muy especiales, como podría ser, se me ocurre, la bendición de óleos en la misa crismal, pero la inmensa mayoría de las veces son del todo prescindibles. Los higiniolistas o sorbetistas tienen un problema de verborrea monicional de difícil curación. Necesitan parar la misa veinte veces para instruir a los fieles con cosas tan interesantes y novedosas como que “el padrenuestro es la oración de la comunidad”, “el gesto de la paz sea algo más que un simple gesto” o “con el pan y el vino tenemos que ofrecer nuestras vidas…”. Los hay del sector radical que, además de la verborrea, son incapaces de celebrar la misa sin ofrecer con el pan y el vino la zapatilla, la cadena, las llaves y el teléfono móvil que, por supuesto, al acabar la celebración el propietario exige le sea devuelto ¿pero no era ofrenda? Je…
La misa es la misa y no necesita otra cosa que mirarse las cuatro cosas fundamentales y aplicarlas. Y, de repente, uno se da cuenta de que se hace más profunda, más solemne, más viva, que la mejor monición es decir “oremos” y guardar un momento de silencio y que no hay plegaría eucarística, por muy de Higinio que sea, que llegue a las suelas de los zapatos al canon romano.
El P. Venerando sigue diciendo que hay que superar lo antiguo. Pues que se ande con cuidado, que tiene cumplidos los ochenta. Mejor que no dé ideas.
Jorge González

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