Acabamos
de ingresar al mes de María. Mes que para los
católicos significa mucho, es el mes de nuestra Madre Celestial. María está
siempre a nuestro lado, pendiente de nosotros, guiándonos y presentándose
personalmente en la historia del hombre para «llamarnos la atención» con el fin
de conducirnos hacia su Hijo.
Dentro de la Iglesia tenemos
muchos recursos espirituales que constituyen verdaderos dones para acercarnos
más a nuestra madre. Desde el rosario,
arma contra el mal, presentada por Ella misma, hasta pequeñas jaculatorias que
nos pueden acompañar a lo largo del día. No son simples recursos para
tenerla presente sino para ir construyendo una relación más íntima con Ella. Aceptándola y
adoptándola cada vez más como madre.
Uno de estos dones y del que
aún no sabemos mucho en profundidad es la consagración mariana. El acto de
consagrarse significa algo un poquito más hondo que el simple entregarse. La
palabra consagración, dentro del idioma español tiene muchas acepciones, en el
caso particular de la consagración mariana implica el «dedicarse
con suma eficacia y ardor a algo determinado», en este caso, a María.
Interpretado correctamente
esto significaría dedicar la vida entera con ardor al cuidado, guía y
protección de la Virgen María. Es decir, ser todo de Ella desde aquí a la
eternidad (Totus Tuus).
¿POR QUÉ HACER LA CONSAGRACIÓN A MARÍA?
Jesús en la cruz nos deja un
regalo tan hermoso, su propia Madre. Él mismo nos entrega a Ella, nos pone bajo
su cuidado y su protección. También nos manda a que seamos sus hijos, que la
adoptemos como tal: nuestra Madre Celestial.
La unión que nos señala Jesús
para con su madre no es una unión amical u optativa, nos entrega a Ella como
sus hijos. Desde el inicio de la Iglesia, los primeros cristianos reconocieron la santidad de
María y le otorgaron un lugar sumamente especial por tratarse de la Madre de
Dios.
Muchos de nosotros tenemos una
devoción particular por María. Dependiendo de nuestro carisma y espiritualidad
hay advocaciones marianas que nos resultan más
cercanas, siendo Ella la misma siempre. Si rezo el rosario, si me encomiendo a
ella frecuentemente, ¿qué de particular tiene una
consagración mariana?
Nadie como María, su pureza
única, su sí fidelísimo e incondicional. Su unión tan profunda con Dios
hace de la Virgen María el camino más certero para llegar a Cristo. Nadie como Ella conoce su corazón y nadie como
Ella podrá llevarte hacia Él.
¿QUIÉNES PUEDEN HACERLA?
María es la madre de todos.
Somos sus pequeños hijos. La consagración mariana es algo
que podemos hacer todos. Solteros, casados, laicos,
consagrados, religioso, religiosas y sacerdotes. Todos podemos entregarnos
completamente a Cristo a través de María, su Madre.
Ya san Juan Pablo II nos
enseñó a través de su lema «Totus Tuus», el significado de consagrarse a
María. Una consagración que él realizó después de haber leído el libro «Tratado de la Verdadera Devoción» de San Luis María Grignon de Montfort.
Consagración
que él consideraba como su gran arma para el combate espiritual. Frecuentemente contaba el gran
impacto que este libro tuvo en su vida. De hecho su lema: «¡Totus tuus ego
sum et omnia mea tua sunt. Accipio te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum
Maria!» (Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como mi
todo. ¡Dame tu corazón, oh María!) pertenece a este libro.
¿CÓMO PUEDO CONSAGRARME?
Juan Pablo II ha sido el gran
promotor de la consagración mariana según el libro de san Luis Grignan de Montfort en los últimos tiempos. Pero él no ha sido el único, este método
o forma de consagración es ampliamente aceptada en toda la Iglesia.
El papa Pío IX ya decía que
esta devoción a María era la mejor y la más aceptada y lo explicó con detalle
en su encíclica Mariana «Ad Diem Illum». Seguir el libro del Tratado de la
Verdadera Devoción es una práctica muy difundida.
Consiste
en un retiro de 33 días en los que se profundiza en el conocimiento a María, a
Cristo y a uno mismo. Es un libro que con mucho
detalle explica puntualmente y cada día con mayor profundidad lo que significa
y lo que implica consagrarse a María.
Es
recomendable que se cuente con acompañamiento y guía espiritual. Además de
este libro también existe uno complementario y que ayuda a leer en un orden
específico el libro del Montfort. Este libro se titula «33 días hacia un glorioso amanecer. Un retiro personal como preparación
para la consagración a María», escrito por el Padre Michael
E. Gaitley, MIC.
Las oraciones que acompañan
cada día, el santo rosario y las meditaciones particulares constituyen un
camino espiritual muy hermoso que luego de 33 días de preparación culminan con
la consagración a María. Personalmente les comparto que es una experiencia muy
hermosa de cercanía a Jesús a través del sagrado corazón de María.
«El
camino seguro, fácil y corto para acercarnos a Cristo y parecernos más a Él es
la consagración a la Virgen» (San Luis María Grignon de Monfort).
Escrito por Silvana Ramos
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