El llamado es Salir
a Buscar esas Almas Sedientas de Cristo.
Por: Marlene Yañez Bittner | Fuente: Catholic.Net
Más de alguna vez hemos escuchado esta expresión
al referirse a la emigración de personas desde nuestra Iglesia. Por diversos
motivos, acuden a otras Iglesias o simplemente prefieren no pertenecer a
ninguna religión y mantener lo que dicen “una
relación directa con Dios”. Decisión riesgosa por cierto, pues el
crecimiento y maduración de nuestra fe se facilita cuando la practicamos en
conjunto con nuestros hermanos.
“La fe no es un hecho
privado; se vive en la comunidad” (Papa
Benedicto XVI)
“Porque donde hay dos o
tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mateo
18,20)
Sin embargo, me arriesgo a decir, que no son las
“otras Iglesias” o la opción por no
pertenecer a ninguna Religión los factores por los cuales se genera esta
emigración, sino simplemente, las delicias humanas que ofrece el mundo. La
tendencia es a practicar la norma que rige la llamada sociedad del consumo: disfrutar al máximo de la vida, consumir el mayor número
de bienes y servicios de manera innecesaria y darse al máximo de satisfacciones
de todo tipo.
Una práctica por cierto que termina depositando
la seguridad y confianza en superficialidades y no en la verdadera fuente de
seguridad, paz y vida que nos ofrece Jesucristo. Pues todos hemos sido llamados
al Reino de Dios, pero debemos tener la voluntad de seguir el camino del
evangelio y no sesgar nuestro actuar con las banalidades mundanas.
Todos tenemos sed de Cristo, pero muchas veces
intentamos saciarnos en lo material o en las entretenciones del mundo. Si tan
sólo dejáramos que Dios actúe en nuestras vidas, nuestras inclinaciones y
prioridades cambiarían.
Lástima merecen aquellas personas desenfrenadas
en consumir y que claramente han dejado a Jesucristo en un segundo plano. Pero
no es digno de crítica, sino más bien, se hace imprescindible actuar. Quienes
aún estamos “dentro del corral” y no hemos
sido “robados” por el mundo, salimos a
buscar a nuestros hermanos: lo hacemos por amor y
por deber. Pues los bautizados debemos ser también agentes
evangelizadores y no dejar toda esa tarea a los Sacerdotes.
“Porque si predico el
evangelio, no tengo de qué sentir orgullo; es mi obligación hacerlo. Pues ¡ay
de mí si no evangelizare!” (1
Corintios 9,16)
Si aún somos parte de la Iglesia es porque Dios
ha puesto en nosotros esa voluntad y necesidad, Él nos ha elegido para dar
frutos y colaborar en su plan de salvación, pero debemos tener la disposición
de hacerlo; salir a tocar todos esos corazones que hemos perdido.
El Señor nos ha dotado a todos de distintos
carismas, condiciones y cualidades; ha reforzado en cada persona los Dones del
Espíritu Santo de acuerdo a la misión por la cual hemos sido creados.
“Cada uno de nosotros ha
recibido su talento y Cristo es quien fijó la medida de sus dones para cada
uno.” (Efesios 4,7)
En el proceso de evangelización podemos
encontrar muchos caminos, desempañar muchas funciones y realizar distintas
actividades conforme a nuestras capacidades que por Gracia de Dios, hemos sido
dotados. Incluso mediante nuestro propio testimonio, estamos utilizando una
herramienta muy poderosa de evangelización. Más aún, simplemente con nuestro
ejemplo de amor a Dios, dejando relucir su actuar en nuestras vidas,
anunciándolo con alegría y gozo, estamos obrando y dando frutos como el Señor
nos pide.
“Predica el evangelio en
todo momento, y cuando sea necesario, utiliza las palabras”. (San
Francisco de Asís)
Debemos actuar entonces, con la seguridad de que
Dios nos ampara, nos alienta y nos fortalece para el cumplimiento de nuestra
misión. Pero es urgente hacerlo, muchos hermanos se están perdiendo no sólo en
el materialismo, sino también en los vicios. El llamado es salir a buscar a
aquellas almas sedientas de Cristo con la mirada puesta en Él, amor más grande
y único, dador de vida, fuente de riqueza verdadera. El Señor una vez más le
pide a la humanidad anunciar su Palabra.
“Y les dijo: Vayan por todo
el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación.” (Marcos
16,15)
Volver al camino verdadero que nos lleva al
Padre, es un asunto urgente, pues el costo de continuar en tinieblas es
privarse de la verdadera felicidad que nos da la salvación.
“El que crea y se bautice
se salvará; el que se niegue a creer se condenará.” (Marcos
16,16)
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