miércoles, 27 de mayo de 2020

¡POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL! ¿QUIÉN DEBE DECIR ESAS PALABRAS EN MISA?


La manera de celebrar la misa no sale de lo que a cada quien se le ocurra. Hay unos criterios básicos que son necesarios cumplirlos a cabalidad.

Por: Qriswell J. Quero | Fuente: PildorasDeFe.net // fraynelson.com
Tal vez has participado de alguna Santa Misa en la que has presenciado que la comunidad, espontáneamente, y cuando se termina la Plegaria eucarística, se une en oración al Sacerdote celebrante y pronuncian las palabras "Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén"

En otros casos, ha sido el Sacerdote mismo quien anima a la comunidad a DECIR JUNTOS esa Doxología; pero realmente, ¿quién debe decir estas palabras? ¿Únicamente el Sacerdote? ¿La comunidad y el sacerdote?

Para responder a esta pregunta, nos dirigimos a una respuesta dada por Fray Nelson Medina, Sacerdote predicador de la Orden de los Dominicos, en la que explica el uso correcto de esta Doxología durante la celebración de la Santa Misa

FORMA CORRECTA DE CELEBRAR MISA
La manera de celebrar la misa no sale de lo que a cada sacerdote se le ocurra. Hay unos criterios básicos que son necesarios porque ni el sacerdote ni ninguna comunidad particular pueden considerarse "dueños" de la Misa.

La "manera de celebrar" la indican los misales que se usan en las parroquias e iglesias a través de un documento que se llama la "Instrucción general del Misal Romano," usualmente abreviado IGMR. 

EL NÚMERO 151 DE LA IGMR DICE TEXTUALMENTE:
"Después de la consagración, habiendo dicho el sacerdote: Este es el Sacramento de nuestra fe, el pueblo dice la aclamación, empleando una de las fórmulas determinadas. Al final de la Plegaria Eucarística, el sacerdote, toma la patena con la Hostia y el cáliz, los eleva simultáneamente y pronuncia la doxología él solo: Por Cristo, con Él y en Él. Al fin el pueblo aclama: Amén. En seguida, el sacerdote coloca la patena y el cáliz sobre el corporal"

No hay entonces margen de duda: esas palabras ha de decirlas solamente el Sacerdote.

Alguien puede estar en desacuerdo y aducir algunas razones sobre por qué las cosas deberían ser de otro modo. Pero podemos imaginar lo que sucede si cada uno pretende imponer lo que considera que debería hacerse.

Y no hay que imaginar mucho: ya esos caprichos los vimos en los años inmediatamente posteriores al Concilio Vaticano II, incluyendo el caso de sacerdotes que creían que la misa "debería" celebrarse con tortillas de maíz.

Como no hay necesidad de volver a esos tiempos y a esas discusiones, lo mejor es que todos comprendamos que la liturgia es un bien público de nuestra fe y que merece amor, cuidado y respeto.

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