La oración es de
gran ayuda
Por: Jesús Alberto Rangel C. | Fuente: Catholic.net
Una reflexión a la luz de investigaciones, donde
se destaca además, que el perdón debe ser una forma de vida en la cual la
Oración es de gran ayuda.
De todos los hechos extraordinarios de la vida del Papa Juan Pablo II, pocos pueden compararse con los 21 minutos que paso en una celda de paredes blancas en la cárcel de Revibia, en Roma. Justo después de la Navidad de 1983, el Papa visito a Mehmet Ali Agca, el hombre que treinta meses antes le había disparado, en la Plaza de San Pedro. Le regaló a Agca un rosario de plata y algo más: SU PERDON.
Naturalmente, hace falta una indulgencia como la de Cristo para perdonar a un presunto asesino. ¿Pero cuantos de nosotros estamos dispuestos a perdonar a un compañero conspirador, al que no nos acompañó en la campaña, e incluso al que nos quitó el puesto en la cola o no nos cedió el paso en la vía?
La ausencia de perdón persistente, forma parte de la naturaleza humana, pero al parecer funciona en detrimento no solo de nuestro bienestar espiritual sino de nuestra salud física. Una importante revista norteamericana acaba de publicar, en edición en español un estudio sobre el tema donde se destaca que es uno de los campos de investigación más tratados en la psicología clínica actualmente, con más de 1200 estudios publicados, frente a los 58 que había en 1997. Hasta tiene su propia fundación-Compañía para la investigación sobre el perdón-que patrocina trabajos, conferencias, etc.
De acuerdo al reportaje, las investigaciones sugieren que el perdón funciona como mínimo de dos maneras: Una, reduciendo el estrés del estado de no perdón, una mezcla potente de amargura, ira, hostilidad, odio resentimiento y miedo (de ser humillado y lastimado nuevamente). Estos tienen consecuencias fisiológicas específicas con presión arterial más alta y cambios hormonales, vinculados con trastornos cardiovasculares, supresión inmunológica y hasta debilitamiento de la función neurológica y la memoria.
“Sucede todo el tiempo, pero cada vez que uno siente la ausencia de Perdón, tiene más posibilidades de desarrollar un problema de salud” dice Everett Worthington, director de la Compañía de investigación sobre el Perdón. El otro beneficio que trae aparejado perdonar es más sutil; se relaciona con las investigaciones que muestran que las personas con redes sociales fuertes, de amigos, vecinos y familia, tienden a ser más saludables que las solitarias. Alguien que alimenta rencores y lleva la cuenta de cada desaire, obviamente perderá algunas relaciones a lo largo de su vida.
De hecho, según muchos investigadores el perdón resulta ser un proceso asombrosamente complejo. Worthington distingue lo que denomina “perdón por decisión”, un compromiso a reconciliarse con el perpetrador, el más significativo “perdón emocional”, un estado interno de aceptación.
El perdón no requiere que nosotros renunciemos a la justicia o que nos tratemos con personas a las que debiéramos despreciar. La ira tiene su lugar en la colección d mociones humanas, pero no debe transformarse en una forma de vida. “Cuando hablo de Perdón, me refiero a olvidar, no excusar a la otra persona o reconciliarnos con ella o aceptar la conducta –dice Worthington- simplemente es abandonar el propio sufrimiento”
Otro siquiatra citado por la revista insiste que el “perdón es un proceso, no un momento. Es algo que debe cultivarse, va contra la tendencia humana natural a buscar venganza y corregir la injusticia” por esa razón recomienda hacerlo con ayuda de amigos, un terapeuta o a traba de la ORACION.
Juan Pablo II extrajo de su fe la fuerza para perdonar a Mehmet Agca, dándonos un ejemplo a todos. El mensaje es el mismo más allá de lo que este expresado en el lenguaje de la caridad cristiana, la psicología clínica o la sabiduría de Confucio, como lo cita Hallowell: “Si dedicas tu vida a buscar venganza, comienza por cavar dos tumbas”.
De todos los hechos extraordinarios de la vida del Papa Juan Pablo II, pocos pueden compararse con los 21 minutos que paso en una celda de paredes blancas en la cárcel de Revibia, en Roma. Justo después de la Navidad de 1983, el Papa visito a Mehmet Ali Agca, el hombre que treinta meses antes le había disparado, en la Plaza de San Pedro. Le regaló a Agca un rosario de plata y algo más: SU PERDON.
Naturalmente, hace falta una indulgencia como la de Cristo para perdonar a un presunto asesino. ¿Pero cuantos de nosotros estamos dispuestos a perdonar a un compañero conspirador, al que no nos acompañó en la campaña, e incluso al que nos quitó el puesto en la cola o no nos cedió el paso en la vía?
La ausencia de perdón persistente, forma parte de la naturaleza humana, pero al parecer funciona en detrimento no solo de nuestro bienestar espiritual sino de nuestra salud física. Una importante revista norteamericana acaba de publicar, en edición en español un estudio sobre el tema donde se destaca que es uno de los campos de investigación más tratados en la psicología clínica actualmente, con más de 1200 estudios publicados, frente a los 58 que había en 1997. Hasta tiene su propia fundación-Compañía para la investigación sobre el perdón-que patrocina trabajos, conferencias, etc.
De acuerdo al reportaje, las investigaciones sugieren que el perdón funciona como mínimo de dos maneras: Una, reduciendo el estrés del estado de no perdón, una mezcla potente de amargura, ira, hostilidad, odio resentimiento y miedo (de ser humillado y lastimado nuevamente). Estos tienen consecuencias fisiológicas específicas con presión arterial más alta y cambios hormonales, vinculados con trastornos cardiovasculares, supresión inmunológica y hasta debilitamiento de la función neurológica y la memoria.
“Sucede todo el tiempo, pero cada vez que uno siente la ausencia de Perdón, tiene más posibilidades de desarrollar un problema de salud” dice Everett Worthington, director de la Compañía de investigación sobre el Perdón. El otro beneficio que trae aparejado perdonar es más sutil; se relaciona con las investigaciones que muestran que las personas con redes sociales fuertes, de amigos, vecinos y familia, tienden a ser más saludables que las solitarias. Alguien que alimenta rencores y lleva la cuenta de cada desaire, obviamente perderá algunas relaciones a lo largo de su vida.
De hecho, según muchos investigadores el perdón resulta ser un proceso asombrosamente complejo. Worthington distingue lo que denomina “perdón por decisión”, un compromiso a reconciliarse con el perpetrador, el más significativo “perdón emocional”, un estado interno de aceptación.
El perdón no requiere que nosotros renunciemos a la justicia o que nos tratemos con personas a las que debiéramos despreciar. La ira tiene su lugar en la colección d mociones humanas, pero no debe transformarse en una forma de vida. “Cuando hablo de Perdón, me refiero a olvidar, no excusar a la otra persona o reconciliarnos con ella o aceptar la conducta –dice Worthington- simplemente es abandonar el propio sufrimiento”
Otro siquiatra citado por la revista insiste que el “perdón es un proceso, no un momento. Es algo que debe cultivarse, va contra la tendencia humana natural a buscar venganza y corregir la injusticia” por esa razón recomienda hacerlo con ayuda de amigos, un terapeuta o a traba de la ORACION.
Juan Pablo II extrajo de su fe la fuerza para perdonar a Mehmet Agca, dándonos un ejemplo a todos. El mensaje es el mismo más allá de lo que este expresado en el lenguaje de la caridad cristiana, la psicología clínica o la sabiduría de Confucio, como lo cita Hallowell: “Si dedicas tu vida a buscar venganza, comienza por cavar dos tumbas”.
ORACIÓN PARA PEDIR PERDÓN Y PARA PERDONAR
Una breve
oración para pedir perdón a Dios.
Por: P. Evaristo Sada | Fuente: la oración
Por: P. Evaristo Sada | Fuente: la oración
El perdón es la llave de la libertad y la paz
interior. Para pedir perdón se requiere humildad. Para perdonar se
requiere misericordia. Ni la humildad ni la misericordia son fáciles.
Pedir perdón supone reconocerse pecador. Perdonar supone tener un corazón como
el de Cristo.
En el Padre Nuestro, Jesucristo nos enseña a
pedir: "Perdona
nuestros pecados como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden", pues el perdón de
los pecados y el haber perdonado son condiciones para alcanzar la paz interior
y la salvación eterna.
Padre, me declaro culpable, pido clemencia, perdón por mis pecados.
Me acerco a ti con absoluta confianza porque sé que tú prefieres la penitencia a la muerte del
pecador (cfr. Ezequiel 33,11) A ti no te gusta ni la venganza
ni el rencor, tu corazón es compasivo y misericordioso, y sé que sólo estás esperando a que tenga la humildad de
reconocer mi pecado, arrepentirme y pedir perdón para desbordar la abundancia de tu misericordia.
"Cuando confesamos nuestros pecados, Dios, fiel y justo, nos los perdona" (1 Jn 1,9)
Miro al horizonte: veo tus brazos abiertos y un corazón de Padre queriendo atraerme con lazos de un amor infinito.
Padre, perdóname, quiero
recibir el abrazo eterno.
Tu enseñanza es muy clara:
para ser perdonados y poder entrar en el Reino de los cielos debemos
tener un Corazón como el tuyo.
"Perdonad y se os
perdonará" (Lc 6,36)
"El que odia a su
hermano es un homicida" (1 Jn 3,15)
"Con la medida que
midiereis se os medirá" (Mt 7,2)
"Si no perdonáis,
tampoco el Padre os perdonará" (Mc
11,23)
Nos pides que seamos buenos cristianos por la práctica de la caridad evangélica. Que seamos benévolos con quienes nos han hecho daño, con quienes nos han ofendido, nos han traicionado y nos odian, pues de otro modo no mereceremos que lo seas Tú con nosotros.
Nos pides que seamos buenos cristianos por la práctica de la caridad evangélica. Que seamos benévolos con quienes nos han hecho daño, con quienes nos han ofendido, nos han traicionado y nos odian, pues de otro modo no mereceremos que lo seas Tú con nosotros.
El siervo al que se le
condonó su deuda, cuando no quiso él hacer lo mismo con otro que le debía, fue
encarcelado.
Perdió el perdón que había
obtenido al no ser él capaz de perdonar. (Mt
18,23-25)
Padre, envía tu Espíritu de amor y perdona mis pecados,
purifícame, sáname, restáurame, renuévame con la Sangre Redentora de tu Hijo; ayúdame a tener un corazón como el Suyo, un corazón humilde y generoso capaz de perdonar,
arranca de mí el corazón de piedra y dame un corazón de
carne.
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