viernes, 1 de mayo de 2020

«MI CASA SE INCENDIA, PERO A NADIE LE IMPORTA». HABLEMOS DEL CUIDADO QUE NECESITA LA TIERRA


La Tierra ha podido volver a respirar en estos días y meditando sobre este tema me encontré una publicidad de «Fridays for Future», una organización ecologista que habla sobre el cambio climático. Me pareció excepcional desde todo punto de vista, porque sinceramente me encanta la publicidad creativa, especialmente la que apela a la exageración para resaltar un punto importante.
Si tuviéramos nuestra casa ardiendo, ¿podríamos mostrar la tranquilidad que muestra esta familia en medio del incendio?, ¿seguiríamos como si nada aún teniendo nuestro hogar en llamas?
ACCIÓN HUMANA Y MEDIO AMBIENTE
Durante mucho tiempo fui un descreído del calentamiento global, y por descreer del calentamiento global, tampoco me parecía razonable el planteamiento de cualquier ecologismo. Mi razonamiento era que el hombre puede causar estragos en la naturaleza, pero que el daño que hacía era solo superficial, y que el tal calentamiento global no podía ser generado solo por la actividad humana: los casquetes polares de Marte se congelan cada vez menos, y eso no puede ser causado por el hombre, ¿verdad?
Un día, como León Bloy, me encontraba leyendo las últimas noticias en el Apocalipsis, y me topé con el capítulo 11. Donde, al sonar la séptima trompeta, los veinticuatro ancianos recitan un himno de alabanza a Dios triunfante, que termina en el versículo 18 diciendo «Llegó el momento […] de exterminar a los que corrompieron la tierra» (Apoc 11, 18).
Inmediatamente me llamó la atención que fuera tan brutal la expresión de los ancianos (el Apocalipsis no es suavecito) pero este versículo me pareció interesante desde el punto de vista moral. ¿Por qué los ancianos dirían que llegó el momento de exterminar a los que corrompieron la tierra?, ¿es un versículo para interpretar literal o metafóricamente?, ¿corromper la tierra se refiere a la corrupción moral o a la corrupción material?
LA CAUSA DE TODOS NUESTROS MALES ESTÁ EN EL CORAZÓN DEL HOMBRE
Y en mi humilde opinión, no creo que sean mutuamente excluyentes, porque creo que una lleva a la otra. Y no lo creo solamente yo, también lo cree el papa Francisco. En su encíclica «Laudato sí» comienza diciendo: «Esta hermana [(la tierra)] clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura».
La causa de la destrucción de la tierra está en el corazón humano, herido por el pecado. La codicia, el ansia de tener, la angurria de bienes materiales hace que el ambiente se vea severamente perjudicado. Y como prueba tenemos el efecto que está generando en el aire el parón que tenemos hoy por la cuarentena del coronavirus. Basta mirar las fotos de las principales ciudades del mundo antes de la cuarentena y durante la cuarentena. Y darnos cuenta de que la polución está cayendo increíblemente.
¡PERO NECESITAMOS DE LA INDUSTRIA PARA VIVIR!
Naturalmente, tenemos que vivir, comer, vestirnos, y transportaron a nuestros lugares de trabajo. Porque toda nuestra vida está signada por necesidades que tenemos que satisfacer, y esas necesidades requieren de alguien que las haga de un modo eficiente, rápido y económico. Pero muchas veces, esa rapidez, eficiencia y economía traen aparejados procesos que contaminan, y que convertirlos en procesos no contaminantes puede generar muchos más problemas que los que pretende solucionar.
Por poner solo un ejemplo: se nos dice que debemos apuntar a la electricidad «limpia», y se presenta la electricidad eólica y la solar como la más limpia. Pero producir y mantener un molino eólico o una granja solar generan tanta o más polución que las plantas actuales. Y la solución no es sencilla, porque la electricidad más barata y segura es la generada en plantas nucleares, pero allí tenemos a Fukushima y Chernobyl como ejemplo de que si algo puede fallar, va a fallar.
¡TENEMOS QUE HABLAR!
Lo que grafica espectacularmente bien esta publicidad es que no podemos seguir indiferentes. No podemos seguir haciendo nuestra vida como la hicimos hasta ahora y pretender que aquí no pasa nada. Y como las grandes acciones comienzan con pequeños gestos, podríamos plantearnos: ¿Qué hacemos específicamente para eliminar, o al menos reducir significativamente nuestro impacto ambiental en el mundo? ¡Es un excelente punto de partida para comenzar a plantearse cómo no ser parte de los que corrompen la tierra!
Hay cientos de acciones sencillas y fáciles de implementar para comenzar a dejar de corromper nuestra casa común. Separar residuos, reciclar lo que sea reciclable, reutilizar lo que se pueda, hacer una compostura en casa, viajar en transporte público en lugar de nuestro coche particular. Y muchas cosas que, por insignificantes que puedan parecernos, son significativas si logramos hacerlas masivas.
Y no solo tienen que ser una acción individual, o circunscripta a nuestra casa. En nuestros grupos parroquiales, podríamos proponer, el día de san Francisco de Asís (4 de octubre) hacer una plantación de árboles en algún parque público, en terrenos baldíos, o en las veredas de las ciudades donde vivimos. Si lo hacemos sistemáticamente, en 20 o 30 años, todas las ciudades serían bosques que absorberían la polución que generamos.
¡No tenemos que esperar soluciones de los políticos! ¡Si somos parte de la solución, ya no somos parte del problema! Este es un tiempo extraordinario para aprovechar y reducir al máximo posible nuestro impacto ambiental, ayudando a generar mejores condiciones de vida para todos. 
¿HAY UN ECOLOGISMO BUENO Y UN ECOLOGISMO MALO?
Como todos los «ismos», existe el peligro de posturas extremas al respecto. Por un lado, desestimar completamente el problema, y seguir haciendo lo que hacíamos hasta ahora una vez que se levante la cuarentena. Por otro lado, está el ecologismo antihumanista, que dice que somos una plaga, que el virus somos los humanos y que tenemos que someternos a control poblacional, a esterilizaciones masivas y a no comer más que lo que nosotros mismos sembramos.
Como decía Chesterton: «Una herejía es una verdad que se ha vuelto loca». En este caso, el cuidado de nuestra tierra, que es una verdad, a veces se convierte en un monumento, e inmediatamente después se convierte en un ídolo. Tenemos que ser medidos, y tomar las cosas con la libertad de los hijos de Dios, sabiendo que Él mismo nos dio la orden de «dominar la tierra», sin abusar de ella, pero sin descuidar tampoco del hermano necesitado. 
PENSAR EL PRESENTE PARA PROYECTAR UN FUTURO DISTINTO
Por eso el papa, citando al Patriarca Ecuménico Bartolomé, hace en su encíclica «Laudato si» un hermoso llamado, que me gustaría compartir contigo para que meditemos durante esta pandemia. Considerando todas las cosas buenas que podemos hacer de aquí al futuro, para tener mejor relación con nuestra «hermana tierra» como la llamaba san Francisco de Asís:
«Bartolomé llamó la atención sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas ambientales, que nos invitan a encontrar soluciones no solo en la técnica sino en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos solo los síntomas. Nos propuso pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que «significa aprender a dar, y no simplemente renunciar».
Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios. Es liberación del miedo, de la avidez, de la dependencia» [17]. Los cristianos, además, estamos llamados a «aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta».
Como propósito para esta cuarentena podríamos proponer leer completa la encíclica «Laudato Si». Y proponer en nuestra familia dos acciones concretas para contaminar menos, y una acción parroquial conjunta para contribuir a la mejora de nuestra ciudad.
Escrito por Andrés D' Angelo

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