La Tierra ha podido
volver a respirar en estos días y meditando sobre este tema me encontré una
publicidad de «Fridays for Future», una organización ecologista que
habla sobre el cambio climático. Me pareció excepcional desde todo punto de
vista, porque sinceramente me encanta la publicidad creativa, especialmente la
que apela a la exageración para resaltar un punto importante.
Si tuviéramos nuestra casa
ardiendo, ¿podríamos mostrar la tranquilidad que
muestra esta familia en medio del incendio?, ¿seguiríamos como si nada aún
teniendo nuestro hogar en llamas?
ACCIÓN HUMANA Y MEDIO AMBIENTE
Durante mucho tiempo fui un
descreído del calentamiento global, y por descreer del calentamiento global,
tampoco me parecía razonable el planteamiento de cualquier ecologismo. Mi
razonamiento era que el hombre puede causar estragos en la naturaleza, pero que
el daño que hacía era solo superficial, y que el tal calentamiento global no
podía ser generado solo por la actividad humana: los
casquetes polares de Marte se congelan cada vez menos, y eso no puede ser
causado por el hombre, ¿verdad?
Un día, como León Bloy, me
encontraba leyendo las últimas noticias en el Apocalipsis, y me topé con el
capítulo 11. Donde, al sonar la séptima trompeta, los veinticuatro ancianos
recitan un himno de alabanza a Dios triunfante, que termina en el versículo 18
diciendo «Llegó el momento […] de exterminar a los que corrompieron la tierra» (Apoc
11, 18).
Inmediatamente me llamó la
atención que fuera tan brutal la expresión de los ancianos (el Apocalipsis no
es suavecito) pero este versículo me pareció interesante desde el punto de
vista moral. ¿Por qué los ancianos dirían que llegó
el momento de exterminar a los que corrompieron la tierra?, ¿es un versículo
para interpretar literal o metafóricamente?, ¿corromper la tierra se refiere a
la corrupción moral o a la corrupción material?
LA CAUSA DE TODOS NUESTROS MALES ESTÁ EN EL CORAZÓN
DEL HOMBRE
Y en mi humilde opinión, no
creo que sean mutuamente excluyentes, porque creo que una lleva a la otra. Y no
lo creo solamente yo, también lo cree el papa Francisco. En su encíclica «Laudato sí» comienza diciendo: «Esta hermana [(la tierra)] clama por el daño que le
provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha
puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y
dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón
humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de
enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres
vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra
oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22).
Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo
está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el
aliento y su agua nos vivifica y restaura».
La
causa de la destrucción de la tierra está en el corazón humano, herido por el
pecado. La codicia, el ansia de
tener, la angurria de bienes materiales hace que el ambiente se vea severamente
perjudicado. Y como prueba tenemos el efecto que está generando en el aire el
parón que tenemos hoy por la cuarentena del coronavirus. Basta mirar las fotos de las principales ciudades del mundo antes de la cuarentena y durante la cuarentena. Y darnos cuenta de que la polución está cayendo
increíblemente.
¡PERO NECESITAMOS DE LA INDUSTRIA PARA VIVIR!
Naturalmente, tenemos que
vivir, comer, vestirnos, y transportaron a nuestros lugares de trabajo. Porque
toda nuestra vida está signada por necesidades que tenemos que satisfacer, y
esas necesidades requieren de alguien que las haga de un modo eficiente, rápido
y económico. Pero muchas veces, esa rapidez, eficiencia y economía traen
aparejados procesos que contaminan, y que convertirlos en procesos no
contaminantes puede generar muchos más problemas que los que pretende
solucionar.
Por poner solo un ejemplo: se
nos dice que debemos apuntar a la electricidad «limpia»,
y se presenta la electricidad eólica y la solar como la más limpia. Pero
producir y mantener un molino eólico o una granja solar generan tanta o más
polución que las plantas actuales. Y la solución no es sencilla, porque la
electricidad más barata y segura es la generada en plantas nucleares, pero allí
tenemos a Fukushima y Chernobyl como ejemplo de que si algo puede fallar, va a
fallar.
¡TENEMOS QUE HABLAR!
Lo que grafica
espectacularmente bien esta publicidad es que no podemos seguir indiferentes. No podemos seguir haciendo nuestra vida como la hicimos hasta ahora y
pretender que aquí no pasa nada. Y como las grandes acciones comienzan con pequeños gestos,
podríamos plantearnos: ¿Qué hacemos específicamente
para eliminar, o al menos reducir significativamente nuestro impacto ambiental
en el mundo? ¡Es un excelente punto de partida para comenzar a plantearse cómo
no ser parte de los que corrompen la tierra!
Hay cientos de acciones
sencillas y fáciles de implementar para comenzar a dejar de corromper nuestra
casa común. Separar residuos, reciclar lo que sea reciclable, reutilizar lo que
se pueda, hacer una compostura en casa, viajar en transporte público en lugar
de nuestro coche particular. Y muchas cosas que, por insignificantes que puedan
parecernos, son significativas si logramos hacerlas masivas.
Y no solo tienen que ser una
acción individual, o circunscripta a nuestra casa. En nuestros grupos
parroquiales, podríamos proponer, el día de san Francisco de Asís (4 de
octubre) hacer una plantación de árboles en algún parque público, en terrenos
baldíos, o en las veredas de las ciudades donde vivimos. Si lo hacemos
sistemáticamente, en 20 o 30 años, todas las ciudades serían bosques que
absorberían la polución que generamos.
¡No
tenemos que esperar soluciones de los políticos! ¡Si somos parte
de la solución, ya no somos parte del problema! Este es un tiempo extraordinario para aprovechar y reducir al máximo
posible nuestro impacto ambiental, ayudando a generar mejores condiciones de
vida para todos.
¿HAY UN ECOLOGISMO BUENO Y UN ECOLOGISMO MALO?
Como todos los «ismos», existe el peligro de posturas extremas al
respecto. Por un lado, desestimar completamente el problema, y seguir haciendo
lo que hacíamos hasta ahora una vez que se levante la cuarentena. Por otro
lado, está el ecologismo antihumanista, que dice que somos una plaga, que el
virus somos los humanos y que tenemos que someternos a control poblacional, a
esterilizaciones masivas y a no comer más que lo que nosotros mismos sembramos.
Como decía Chesterton: «Una herejía es una verdad que se ha vuelto loca». En
este caso, el cuidado de nuestra tierra, que es una verdad, a veces se
convierte en un monumento, e inmediatamente después se convierte en un ídolo.
Tenemos que ser medidos, y tomar las cosas con la libertad de los hijos de
Dios, sabiendo que Él mismo nos dio la orden de «dominar la tierra», sin
abusar de ella, pero sin descuidar tampoco del hermano necesitado.
PENSAR EL PRESENTE PARA PROYECTAR UN FUTURO
DISTINTO
Por eso el papa, citando al
Patriarca Ecuménico Bartolomé, hace en su encíclica «Laudato
si» un hermoso llamado, que me
gustaría compartir contigo para que meditemos durante esta pandemia.
Considerando todas las cosas buenas que podemos hacer de aquí al futuro, para
tener mejor relación con nuestra «hermana tierra» como
la llamaba san Francisco de Asís:
«Bartolomé llamó
la atención sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas
ambientales, que nos invitan a encontrar soluciones no solo en la técnica sino
en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos solo los
síntomas. Nos propuso pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la
generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que
«significa aprender a dar, y no simplemente renunciar».
Es
un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el
mundo de Dios. Es liberación del miedo, de la avidez, de la
dependencia» [17]. Los
cristianos, además, estamos llamados a «aceptar el
mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el
prójimo en una escala global. Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo
humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin
costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro
planeta».
Como propósito para esta
cuarentena podríamos proponer leer completa la encíclica «Laudato Si». Y proponer en nuestra familia dos
acciones concretas para contaminar menos, y una acción parroquial conjunta para
contribuir a la mejora de nuestra ciudad.
Escrito por Andrés D' Angelo
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