Hace años, en un
antiguo blog, mantuve una sección a la que puse por título “frases solemnes
rellenas de nada” que adquirió un notable éxito, y donde me fui entreteniendo
en comentar expresiones que tal vez soltamos en más de una ocasión sin pararnos
a pensar muy bien lo que estamos diciendo. Efectivamente hay frases tontas, muy tontas, más
tontas que Abundio y Pichote juntos.
El caso es que uno se aprende una frase, o la escucha donde sea, y sin pensar
realmente en su contenido la repite
especialmente si es atribuida a alguien al que se supone persona de prestigio. Entonces uno, rimbombante, afirma: “como dice Fulanítez, tachín, tachín, tachán”. Una
necedad, posiblemente, y sin mayor trascendencia. Pero las hay compitiendo con
el mono de las dos pistolas.
Hay una frase que circula mucho por ahí y que atribuyen al papa Francisco. La frasecita de marras dice que “La unidad es
superior al conflicto”. Evidentemente yo no sé, porque no se me ha
explicado, exactamente qué quiere decirse con eso. Digo que, cuando menos, la frasecita se presta a graves equívocos y con
consecuencias nada deseables.
Ya digo que es mi interpretación, la mía, pero igual que a un servidor se le
puede ocurrir interpretar una frase de manera errónea, le pudiera pasar a otro,
y no me parece sea bueno que las posibles palabras del papa pudieran dar pie a
interpretaciones variopintas. Insisto. Es mi opinión y como tal la suelto.
Evidentemente que hay que preservar la unidad. Más aún, una de las grandes tareas del santo padre es mantener
la unidad de la Iglesia, y así se lo pedimos al Padre en la liturgia: “la congregues en la unidad…”. Esto significa,
entre otras cosas, preservar la unidad de todo
error e impedir la ruptura de la comunión eclesial hasta el punto de expulsar,
sí expulsar, de la Iglesia católica a quien mantenga y propague errores
fundamentales en doctrina y vida. Precisamente
por garantizar la unidad de la Iglesia, así lo enseña la historia, en la medida
en que se ha ido fijando nuestra fe se ha ido expulsando de la Iglesia, expulsando,
sí, aunque suene feo, a los que se negaban a aceptar su doctrina. Todos los que
hemos estudiado teología medio en serio hemos utilizado mil veces aquello de “anatema sit”.
Decir
que la unidad es superior al conflicto es, cuando menos, ambiguo, porque podría interpretarse en el sentido de que por
preservar la unidad habría que ser más tolerantes ante los conflictos. Si así
fuera, estaríamos metidos en una auténtica contradicción: “por preservar la unidad vamos a ser más tolerantes con
lo que pudiera afectarla”.
La
unidad de la Iglesia es un bien tan preciado que precisamente en el ser uno
está la clave para que el mundo crea: “Padre santo,
no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de
ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos
también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”. Y porque es un bien tan
excelso, ha de cuidarse con mimo, como siempre se ha hecho. Qué dolorosa tuvo que ser la ruptura luterana, pero fue imprescindible, o
al menos lo era hasta hoy, precisamente para preservar la unidad.
Quizá es que un servidor no
entiende bien la frasecita. Quizá es que no se me ha explicado de forma que
logre captar su correcto sentido. Pasa bastante, porque si las cosas no se explican bien, se puede dar pie a que las comprendamos
al revés.
Servidor
es el primero que desea la unidad de la Iglesia, pero no a cualquier precio. Si por lograr una unidad, que
en todo caso sería más falsa que un billete de dos euros con treinta, tengo que
cargarme, por ejemplo, la transustanciación, algunos sacramentos, la
historicidad de los evangelios, el primado de Pedro o el sexto mandamiento, la
verdad es que no me interesa. Por eso digo que eso de que la
unidad es superior al conflicto tiene más peligro que un mono con dos pistolas. El problema es que hay gente que necesita su subidón de
adrenalina. Que tampoco sé para qué. En caso de que sea eso. Que a lo mejor no.
O sí.
Jorge Gonzales
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