En el uso habitual
la eutanasia es procurar la muerte sin dolor de aquellos que sufren.
Por: Marco Antonio Garcia Triniaque | Fuente: Tiempos de Fe, Anio 4, No. 24, Noviembre - Diciembre 2002
Conviene comenzar explicando el término de "eutanasia" y su verdadero significado.
Etimológicamente esta palabra proviene del griego eu thánatos =
"buena muerte" o "muerte
dulce"; pero en el uso habitual la eutanasia es procurar la muerte sin dolor de aquellos que sufren.
Esto deja parámetros muy amplios de acción que van desde asesinar a un niño
que va a nacer con alguna discapacidad hasta la colaboración en el suicidio de
alguien que sufre, desde la eliminación del anciano (visto ya como un estorbo)
hasta la abstención del tratamiento para no alargar una agonía sin esperanza
del enfermo terminal.
El juramento hipocrático dice: "Jamás proporcionaré a persona alguna un remedio
mortal, si me lo pidiese, ni haré sugestión alguna en tal sentido; tampoco
suministraré a mujer alguna un remedio abortivo. Viviré y ejerceré mi arte en
santidad y pureza" (siglo V a.C.). ¿Han
perdido la sociedad y la medicina esa actitud de respeto ante la vida y la
muerte?, ¿por qué se exalta la dignidad humana y en los hechos se le denigra?
Por consecuencia, recordamos que los médicos nunca
deben provocar la muerte. La medicina no tiene esa función aunque
alguna ley lo permitiera o fuera solicitado por el paciente, su familia o un
comité de cuidados hospitalarios. La eutanasia lleva a un ser humano a dar
muerte a otro consciente y libremente, sin importar las razones que lo motiven.
Se puede definir la eutanasia como: causar la muerte de otro con o
sin su consentimiento para evitarle dolores físicos o padecimientos de otro
tipo considerados insoportables1. La eutanasia representa
siempre una forma de homicidio, pues implica que un hombre da muerte a otro;
por lo mismo destruye el núcleo mismo de la profesión médica.
De
esta definición podemos sacar los siguientes presupuestos:
1. La intención de la eutanasia tiene como
objeto buscado la muerte. La eutanasia no es la aplicación de un tratamiento
necesario para aliviar el dolor aunque se acorte la expectativa de vida del
paciente como efecto secundario no querido.
2. La eutanasia puede realizarse por acción
(administrar sustancias tóxicas mortales) o por omisión (negar la asistencia
médica debida).
3. En la eutanasia se busca la muerte de otro,
no la propia.
LA
MUERTE DELIBERADA
También es necesario afirmar que, hoy en día, la
medicina no se opone al cese del tratamiento cuando sólo sirve para prolongar
la muerte, ni al uso de ciertas medidas para aliviar el sufrimiento, aunque
tengan como inevitable consecuencia abreviar la vida. Como dice el Código de
Deontología Médica: "El médico está
obligado a poner los medios preventivos y terapéuticos necesarios para
conservar la vida del enfermo y aliviar sus sufrimientos. No provocará nunca la
muerte deliberadamente, ni por propia decisión, ni cuando el enfermo, la
familia, o ambos, lo soliciten, ni por otras exigencias [...] En caso de
enfermedad terminal, el médico debe evitar emprender acciones terapéuticas sin
esperanza cuando haya la evidencia de que estas medidas no pueden modificar la
irreversibilidad del proceso que conduce a la muerte. Debe evitarse toda
obstinación terapéutica inútil. El médico favorecerá y velará por el derecho a
una muerte acorde con el respeto a los valores de la condición humana" (Cap.
XVII, Art. 116 y 117); por tal motivo, la muerte deliberada nunca podrá ser
considerada como un remedio médico de ninguna situación clínica. En otras
palabras, la eutanasia es una actividad que no congenia con el propio ser de la
medicina; al contrario: la medicina está al servicio de la vida y la eutanasia
al servicio de la muerte. La Declaración sobre la Eutanasia, promulgada
en 1987 por la Asociación Médica Mundial dice: "La
eutanasia, es decir, el acto deliberado de dar fin a la vida de un paciente, ya
sea por su propio requerimiento o a petición de sus familiares, es contraria a
la ética"2.
La Comisión Central de Deontología de España en
su Declaración sobre la Eutanasia de 1989 dice: "En
los medios de opinión se emplean con frecuencia las expresiones -ayudar a
morir- o -muerte digna-. Tales expresiones son confusas, pues, aunque tienen
una apariencia aceptable, esconden con frecuencia actitudes contrarias a la
ética médica y tienden a borrar la frontera que debe separar la asistencia
médica al moribundo de la eutanasia. La asistencia médica al moribundo es uno
de los más importantes y nobles deberes profesionales del médico, mientras que
la eutanasia es la destrucción deliberada de una vida humana que, aunque se
realizara a petición de la víctima o por motivos de piedad en el que la
ejecutara, no deja de ser un crimen que repugna profundamente a la vocación
médica sincera"3
LA
EXPERIENCIA DE HOLANDA
Desde que se legalizó la eutanasia en Holanda
-nos dice el Dr. J.C. Willke4- lo que comenzó aplicándose sólo en
casos extraordinarios, se ha transformado en rutina. Veinte mil de las 130 mil
personas que mueren cada año en ese país son matadas o ayudadas a morir por
médicos. ¡La mitad de las mismas no pidió morir! Estas
incluyen ahora recién nacidos cuya calidad de vida se considera deficiente y
adultos (e incluso adolescentes) depresivos en buenas condiciones físicas.
El Dr. Karel Gunning, holandés, cita varios
casos documentados sobre la eutanasia en Holanda, entre ellos los siguientes: "Conozco a un oncólogo que trataba a una paciente
con cáncer en el pulmón. Sufrió una crisis respiratoria que hizo necesaria la
hospitalización. La paciente se rebela: -no quiero la eutanasia-, imploraba. El
médico le aseguró que no; la acompañó el mismo a la clínica; la vigiló. Tras 36
horas, la paciente respira normalmente, las condiciones generales mejoraron. El
médico se fue a dormir. A la mañana siguiente, no encontró a la enferma en su
cama: un colega había "acabado" con ella porque faltaban camas".
En otro caso, "es de un anciano
hospitalizado de agonía. El hijo pide a los médicos que -aceleren el proceso-,
de modo que el funeral del padre pueda tener lugar antes de su viaje de
vacaciones al extranjero que ya tenía reservado".
Entre los que están a favor de la eutanasia se
dan primero unos presupuestos que buscan justificar la eutanasia para después
proceder a su legalización; entre estos tenemos:
1. Hablan del derecho a la vida pero sujeto a
cierta calidad de vida, por lo que, para los afectados por enfermedades o
lesiones incurables muy dolorosas, es necesario reconocer, frente al derecho a
vivir, un derecho a morir sin dolor, para evitar la vida indigna sujeta a un
dolor irresistible. En tal caso hay que entender que el "derecho a morir" tiene preferencia sobre el derecho
a vivir.
2. Cada uno puede disponer de su propia vida en
el uso de su libertad y autonomía individual.
3. Por tal motivo, la eutanasia, lejos de
fomentar el suicidio/homicidio, es un acto de compasión para con el moribundo, el
enfermo o lesionado, por tal motivo es un acto de suprema caridad, una obra de
misericordia cumplida con el paciente.
LAS
CAMPAÑAS DE PROMOCIÓN DE LA EUTANASIA
Veamos,
en relación a esto, como funcionan:
1. Siempre se comienza presentando un caso
límite, una situación terminal llamativa que excite la sensibilidad colectiva
para justificar la eutanasia en este caso dramático y singular. Se admite un
caso y así, tornándolo como modelo, se pueden "arreglar"
otros. Se habla de "arreglar un
problema", no se usa jamás el término "matar
a un ser humano". Suele presentarse a un hombre del que se dice que
se encuentra en vida vegetativa, pero esta afirmación no es real; su vida sigue
siendo humana, siente, oye y vive como hombre, no es un vegetal.
2. Se llena la opinión pública de eufemismos que
aprovechan muy bien la dificultad conceptual y terminológica para distraer el
punto de atención sobre la realidad del asunto (que es matar a un ser humano) y
superficialmente se simplifican los juicios con términos como: "ayudar a morir", "facilitar la
culminación de la vida", "liberación del enfermo", etc.
3. Se presenta a los defensores de la vida como
retrógrados, intransigentes, contrarios a la libertad y al progreso. Así se
distrae el debate y no se escuchan con serenidad y ecuanimidad las opiniones a
favor de la dignidad del ser humano pues ya están diseminados los prejuicios en
las mentes de la opinión pública.
4. Se hacen encuestas de opinión sobre la
ciudadanía, los enfermos de SIDA, los de cáncer, los médicos, etc. Estas
encuestas son poco fiables pues hay mucha imprecisión terminológica, muchos
componentes emocionales que se ponen en juego, etc. Es famoso el caso de la
encuesta realizada en Barcelona donde se decía que el 90% de los médicos de la
ciudad estaban a favor de la eutanasia, pero viendo los cuestionarios, en
verdad estaban en contra del "ensañamiento
terapéutico". En el fondo hay un hábil manejo de la terminología
para "orientar" los resultados.
Creen que es el único camino apto para conseguir
ese objetivo, evitando los dolores y sufrimientos terminales sin ninguna
esperanza de salvación. Esa muerte tranquila y serena, en la que tantos sueñan,
sería la consecuencia más benéfica y positiva de la eutanasia. No aplicarla en
esas condiciones lamentables y dolorosas parecería más bien como un gesto de
sadismo inhumano5.
Visto de esta manera, hasta parece loable, el
matar a un paciente, y no se dan cuenta de la imprecisión y vaguedad de sus
expresiones que no hacen sino confundir a la sociedad alegando un "derecho a morir" que se contrapone al "derecho a vivir". Es decir, no puedo
hablar de un derecho a vivir sin un deber de vivir, conservando la propia vida
y llevándola a una muerte digna y natural, por tanto, contrario al supuesto "derecho a morir" que me lleva a
destruir la vida a como de lugar, ya sea porque "no
hay camas libres" o porque "tengo
reservadas las vacaciones" como veíamos en los párrafos anteriores.
Debemos recordar que "la vocación del
médico se ha entendido siempre como un servicio a favor de la vida; si se
admitiese legalmente la eutanasia, se convertiría, en determinados casos, en un
-agente de muerte-, cuya misión es utilizar sus conocimientos para poner fin
a la vida del enfermo"6.
Como hemos visto, el proceso de acelerar conscientemente
la muerte de un paciente se llama eutanasia. El proceso inverso, ilícito de
igual manera, se llama distanasia y consiste
en retrasar el advenimiento de la muerte todo lo posible, por todos los medios,
proporcionados o no, aunque no haya esperanza de curación y aunque eso
signifique unos grandes sufrimientos añadidos para el enfermo. También se llama
"ensañamiento terapéutico" o "encarnizamiento terapéutico". En
contraposición existe lo que llamamos ortostanasia,
situación en donde se respeta la dignidad de la persona al morir con medios
proporcionados. Literalmente significa morir rectamente, el modo ideal de
morir, o sea, "ayudar a morir al enfermo
sin practicarle la eutanasia ni la distanasia. Prestándole los auxilios
clínicos específicos y el amor humano hasta que la naturaleza dice basta sin
ser intencionadamente precipitada ni brutalmente retardada"7.
La ortostanasia es un deber moral de todo
médico, pues de acuerdo a su función asistencial, debe curar, aliviar y
consolar de manera privilegiada al paciente que se encuentre en estado terminal
a través de:
1. Acompañamiento: El médico no debe dejar de
atender al enfermo con toda solicitud aún cuando no se pueda curar.
2. Información: La muerte es un hecho
trascendente que afecta a la persona y a su entorno (familia, amistades, etc.).
Se podría decir que uno tiene "derecho a vivir
su propia muerte", es decir, necesita la información adecuada y
necesaria sobre su situación y enfermedad para que pueda prepararse a bien
morir.
3. Atención espiritual y social: El médico debe
ofrecer la posibilidad de recibir la asistencia espiritual que desee y la
posibilidad de atender obligaciones morales graves (otorgar testamento, etc.) antes de recurrir a medicamentos que puedan privarle de la
conciencia.
4. Tratamientos paliativos. Son aquellos
que se administran para hacer más soportables los efectos de la enfermedad y
especialmente eliminar el dolor y la ansiedad.
5. Cuidados mínimos. Son aquellos que se deben a
toda persona por el hecho de serlo, por lo que nunca pueden abandonarse, ya que
corresponden a la consideración debida a la dignidad de la persona humana:
- Alimentación
- Hidratación
- Cuidados higiénicos
EL
MÉDICO DEBE HACER TODO LO POSIBLE. HACER SOLO LO POSIBLE. HACERLO LO MEJOR
POSIBLE.
En base a estas acciones, podemos decir que, es
necesario reclamar "derecho a vivir con
dignidad hasta el momento de la muerte" en lugar de, un "derecho a una muerte digna" que la
eutanasia no proporciona.
Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o
debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las personas enfermas o
disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea
posible.
Cualesquiera que sean los motivos y los medios,
la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas,
enfermas o moribundas, por lo que es moralmente inaceptable. Por tanto, una
acción u omisión con la intención de provocar la muerte para suprimir el dolor,
constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona
humana.
La interrupción de tratamientos médicos
excesivamente onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los
resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el "ensañamiento terapéutico". Con esto no
se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla.
Aunque la muerte se considere inminente, los
cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente
interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo,
incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la
dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino
solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos
constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada por lo que deben
ser alentados.
El Estado no puede atribuirse el derecho de
legalizar la eutanasia pues la vida del inocente es un bien que supera el poder
de disponer de ella tanto por parte del individuo como del Estado (nadie se da
a sí mismo la vida).
Concluimos este recorrido diciendo que, nada ni nadie puede autorizar el dar muerte a
un ser humano inocente sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo
incurable o agonizante. Nadie, además, puede solicitar ese gesto homicida para
sí mismo o para otro del que sea responsable, ni puede consentir en él. Se
trata en efecto, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen
contra la vida, de un atentado contra la humanidad.
Como ha dicho el escritor Jean Rostand: no hay ninguna vida, por muy degradada, deteriorada,
rebajada o empobrecida que esté, que no merezca respeto ni que se la defienda
con denuedo. Tengo la debilidad de pensar que el honor de una sociedad
radica en asumir, en aceptar el oneroso lujo que supone para ella la carga de
los incurables, los inútiles, los incapaces; yo mediría su grado de
civilización por el esfuerzo y la vigilancia a que se obliga por mero respeto a
la vida.
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