Y, por
fin, llegamos al Evangelio de san Juan. Él sí que tuvo los otros evangelios
ante sus ojos. Así que completó. Juan, además, tuvo algo que no tuvieron a los
otros: las conversaciones diarias, personales, con
la Virgen María, en su propia casa.
Es un
evangelio, el de Juan, que quiere llenar vacíos. Menos en los milagros, solo
hay ocho en Juan. En Marcos hay treinta. En Juan no hay parábolas. Y así
podríamos seguir refiriendo características propias.
Pero
todas mis lecturas sobre este tema, durante la realización de mi novela, lo que
más me ha aportado, a partir de ahora, es a leer a Marcos de un modo nuevo: como la colección original de Logoi, más un 25% de
contenido petrino (de Pedro). Marcos es la Fuente Q. Ese evangelio
arcaico es un fósil, conservado por la Voluntad Divina.
También quiero honrar (y agradecer) a los cientos
de personas que han realizado una crítica textual admirable, meticulosa,
increíblemente meticulosa. Gracias a su ímprobo trabajo nosotros nos hemos
podido beneficiar.
P. FORTEA
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