Por: Daniela Sandí Torres. | Fuente: A contra corriente.
¡Hola!
Justo el 22 de enero cumplí 22 años, he de
confesar que eso de cumplir años es una situación que me genera todo un mundo
de emociones; lo veo como el cierre de un ciclo y el inicio de otro; pero con
este nuevo ciclo la incertidumbre del ¿qué pasará?,
¿cómo será? Y sobre todo, el constante recordatorio del NO HAY VUELTA ATRÁS.
Que esto último, dicho sea de paso, es de las
cosas que más me quitan la paz, saber que lo hecho, hecho está, aunque, muchas
veces haya estado mal; aunque no haya sido de la mejor manera.
Recuerdo con claridad, que una vez en el colegio
una amiga me dijo “la vida de cada
uno es como un libro, cada día escribís en una página nueva, y por haber
escrito ya ahí queda”; y ciertamente, si decidiera arrancar la hoja
quedaría el espacio vacío, y si decido borrar lo escrito es posible que quede
una mancha; lo escrito, escrito está.
Así que el martes terminé
terminé el capítulo #21 de mi vida, y empecé con el #22.
¿CÓMO
FUERON LOS 21?
Fue un año lleno de todo, de miedos e
inseguridades, pero también fue un año en donde superé muchos de esos miedos; de mis 21 aprendí que debo darle viaje a
los sueños, aunque el proceso me dé miedo.
Aprendí que algunas personas saldrán de mi vida
y que eso está bien, porque hay ciclos que se deben cerrar para no causar más
daño; pero que también entrarán nuevas personas y que eso también está muy
bien.
De mis
21 años aprendí que existirán pruebas que en lugar de yo ganarlas, ellas me van
a ganar a mí, pero que eso está bien,
porque de mis debilidades aprendo; y más adelante será experiencia, y cuando
una nueva prueba llegue yo seré más fuerte.
A mis 21 años aprendí que me voy a caer, que
caerme es normal, porque voy en camino; que es señal de éxito porque no me
quedé estancada, porque tomé la decisión de caminar y luchar por mis sueños; y
que si me caigo me puedo levantar y que no estoy sola; porque en el camino se
conocen personas maravillosas que me dan la mano todos los días.
Durante mis 21 años aprendí
que puedo llorar, que se vale llorar, pero que se vale más si luego sonrío,
levanto la mirada y doy gracias por todo lo que tengo; que debo agradecer por lo que Dios me ha dado, y
que debo disfrutar lo que tengo en lugar de sufrir por lo que no tengo.
Aprendí que el amor propio es muy importante; y
que solo en la medida que sepa amarme y valorarme, en la medida en la que
aprenda a convivir conmigo misma, será como pueda darle amor a otras personas y
será así como pueda entonces valorar la compañía.
Me quedo con que no debo encerrarme solo en mí y
en mis problemas; que hay muchas personas a mi alrededor que también pasan por
momentos complicados y que muchas veces así como yo, solo necesitan quién los
escuche; y que yo podría ayudarles con eso.
¿QUÉ
ESPERO PARA MIS 22 AÑOS?
Espero no olvidar todo lo
que aprendí.
Dani
Postdata:
Me regalaron un queque riquísimo y demasiado
chiva, ¿¡ERA
UNA SANDÍA!?
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