Todo ser humano está
llamado a la santidad, que es plenitud de la vida cristiana y perfección de la
caridad, y se realiza en la unión íntima con Cristo y, en Él, con la Santísima
Trinidad.
Por: Mons. Rafaello Martinelli | Fuente: Catholic.net
¿QUÉ
SIGNIFICA SER SANTOS?
Significa estar unidos, en Cristo, a Dios,
perfecto y santo.
“Sean por tanto perfectos como es perfecto su Padre celestial” (Mt 5, 48), nos ordena Jesucristo, Hijo de Dios. “Sí, lo que Dios quiere es su santificación.” (1 Ts 4, 3).
“Sean por tanto perfectos como es perfecto su Padre celestial” (Mt 5, 48), nos ordena Jesucristo, Hijo de Dios. “Sí, lo que Dios quiere es su santificación.” (1 Ts 4, 3).
¿POR
QUÉ DIOS QUIERE NUESTRA SANTIDAD?
Porque Dios nos ha creado “a su imagen y semejanza” (Gn 1, 26), y de
ahí que Él mismo nos diga: “Sed santos, porque yo
soy santo” (Lv11, 44).
La santidad de Dios es el principio, la fuente de toda santidad.
Y, aún más, en el Bautismo, Él nos hace partícipes de su naturaleza divina, adoptándonos como hijos suyos. Y por tanto quiere que sus hijos sean santos como Él es santo.
La santidad de Dios es el principio, la fuente de toda santidad.
Y, aún más, en el Bautismo, Él nos hace partícipes de su naturaleza divina, adoptándonos como hijos suyos. Y por tanto quiere que sus hijos sean santos como Él es santo.
¿ESTAMOS
TODOS LLAMADOS A LA SANTIDAD?
Todo ser humano está llamado a la santidad, que “es plenitud de la vida cristiana y perfección de la
caridad, y se realiza en la unión íntima con Cristo y, en Él, con la Santísima
Trinidad. El camino de santificación del cristiano, que pasa por la cruz, tendrá su
cumplimiento en la resurrección final de los justos, cuando Dios sea todo en
todos” (Compendio, n. 428).
¿CÓMO
ES POSIBLE LLEGAR A SER SANTOS?
- El cristiano ya es santo, en virtud del
Bautismo: la santidad está inseparablemente ligada
a la dignidad bautismal de cada cristiano. En el agua del Bautismo de
hecho hemos sido “lavados [...], santificados [...], justificados
en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor 6,
11); hemos sido hechos verdaderamente hijos de Dios y copartícipes de la
naturaleza divina, y por eso realmente santos.
- Y porque somos santos sacramentalmente
(ontológicamente - en el plano de nuestro ser cristianos), es necesario que
lleguemos a ser santos también moralmente, es decir en nuestro pensar, hablar y
actuar de cada día, en cada momento de nuestra vida. Nos invita el Apóstol
Pablo a vivir “como conviene a los santos” (Ef 5,
3), a revestirnos “como conviene a los elegidos de
Dios, santos y predilectos, de sentimientos de misericordia, de bondad, de
humildad, de dulzura y de paciencia” (Col 3, 12).
Debemos con la ayuda de Dios, mantener, manifestar y perfeccionar con nuestra vida la santidad que hemos recibido en el Bautismo: Llega a ser lo que eres, he aquí el compromiso de cada uno.
Debemos con la ayuda de Dios, mantener, manifestar y perfeccionar con nuestra vida la santidad que hemos recibido en el Bautismo: Llega a ser lo que eres, he aquí el compromiso de cada uno.
- Este compromiso se puede realizar,
imitando a Jesucristo: camino, verdad y vida;
modelo, autor y perfeccionador de toda santidad. Él es el camino de la
santidad. Estamos por tanto llamados a seguir su ejemplo y a ser conformes a Su
imagen, en todo obedientes, como Él, a la voluntad del Padre; a tener los
mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual “se
despojó de su rango, tomando la condición de siervo (…) haciéndose obediente hasta la muerte” (Fil 2,
7-8), y por nosotros “de rico que era se hizo
pobre” (2 Cor 8, 9).
- La imitación de Cristo, y por lo tanto el
llegar a ser santos, se hace posible por la presencia en nosotros del Espíritu
Santo, quien es el alma de la multiforme santidad de la Iglesia y de cada
cristiano. Es de hecho el Espíritu Santo quien nos mueve interiormente a amar a
Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las
fuerzas (cfr. Mc 12, 30), y a amarnos los unos a los otros como Cristo
nos ha amado (cfr. Jn 13, 34).
¿CUÁLES
SON LOS MEDIOS PARA NUESTRA SANTIFICACIÓN?
El primer medio y el más necesario es el Amor,
que Dios ha infundido en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que
nos ha sido dado (cfr. Rm 5, 5) y con el cual amamos a Dios sobre
todas las cosas y al prójimos por amor de Él. Pero para que el amor, “como una buena semilla y fructifique, debe cada uno de
los fieles oír de buena gana la Palabra de Dios y cumplir con las obras de su
voluntad, con la ayuda de su gracia, participar frecuentemente en los
sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, y en otras funciones sagradas, y
aplicarse de una manera constante a la oración, a la abnegación de sí mismo, a
un fraterno y solícito servicio de los demás y al ejercicio de todas las
virtudes. Porque la caridad, como vínculo de la perfección y plenitud de la ley
(cf. Col 3,14), gobierna todos los medios de santificación, los
informa y los conduce a su fin” (Lumen Gentium, 42).
Cada fiel es ayudado en su camino de santidad por la gracia sacramental, donada por Cristo y propia de cada Sacramento.
Cada fiel es ayudado en su camino de santidad por la gracia sacramental, donada por Cristo y propia de cada Sacramento.
¿EXISTEN
DIVERSAS MANERAS Y FORMAS DE SANTIDAD?
Ciertamente. Cada uno puede y debe llegar a ser
santo según los propios dones y oficios, en las condiciones, en los deberes o
circunstancias que son los de su propia vida.
Las vías de la santidad son por tanto múltiples, y adaptadas a la vocación de cada uno. Muchos cristianos, y entre ellos muchos laicos, se han santificado en las condiciones más ordinarias de la vida.
¿POR
QUÉ LA IGLESIA ES SANTA?
- La Iglesia es santa
porque:
· Dios santísimo es su
autor;
· en ella está
presente Cristo, cabeza de la Iglesia, el cual se ha entregado a sí mismo por
Ella, para santificarla y hacerla santificante;
· está animada por el
Espíritu Santo, que la vivifica con la Caridad y la enriquece con sus
carismas;
· en Ella es
custodiada fielmente la Palabra de Dios;
· se encuentra en Ella
la plenitud de los medios de la salvación: Ella es instrumento de santificación
de los hombres mediante el anuncio de la Palabra de Dios, la celebración de los
Sacramentos, el ejercicio de la Caridad en la búsqueda constante del rostro de
Cristo en cada hermano. La Iglesia es la casa de la santidad y la caridad de
Cristo, infundida por el Espíritu Santo, es su alma;
· la santidad es la
vocación de cada uno de sus miembros, la fuente secreta, la medida infalible y
el fin de toda su actividad apostólica y de su impulso misionero;
· la santidad de la
Iglesia es la fuente de la santificación de sus hijos. Por esto justamente la
Iglesia es llamada la madre de los santos, Aquella que genera santidad con
fecunda y magnánima sobreabundancia;
· Ella cuenta en su
interior a la Virgen María: en Ella la Iglesia es ya toda santa. La Iglesia ha
alcanzado ya en la santísima Virgen María la perfección que la hace sin mancha
y sin arruga;
· en la Iglesia, a lo
largo de todos los siglos de su historia, ha florecido en manera increíblemente
extraordinaria la santidad cristiana, sea heroica sea ordinaria, y así hemos
tenido innumerables Santos;
· ha suscitado, a
través de toda su historia, infinitas obras de caridad.
- “La santidad
de la Iglesia se fomenta también de una manera especial en los múltiples
consejos que el Señor propone en el Evangelio para que los observen sus
discípulos, entre los que descuella el precioso don de la gracia divina que el
Padre da a algunos (cf. Mt 19,11; 1 Cor 7,7) de entregarse más fácilmente sólo a Dios en la virginidad
o en el celibato, sin dividir con otro su corazón (cf.
1 Cor 7,32-34). Esta perfecta continencia
por el reino de los cielos siempre ha sido considerada por la Iglesia en
grandísima estima, como señal y estímulo de la caridad y como un manantial
extraordinario de espiritual fecundidad en el mundo” (Lumen Gentium,
42).
- La Iglesia es santa, es verdad, pero al
mismo tiempo está necesitada siempre de purificación. De hecho todos sus
miembros, aquí en la tierra, se reconocen todos pecadores, siempre necesitados
de conversión y de purificación. La Iglesia incluye en su seno seres humanos
frágiles, que se reconocen pecadores, y por eso necesitados de pedir y recibir
el perdón de Dios por sus propios pecados.
Por eso la Iglesia sufre y hace penitencia por tales pecados, de los cuales, además, tiene el poder de sanar a sus hijos con la sangre de Cristo y el don del Espíritu.
¿POR
QUÉ LA IGLESIA PROCLAMA SANTOS A ALGUNOS DE SUS HIJOS?
“Al canonizar a ciertos
fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado
heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la
Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y
sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e
intercesores” (CEC, n. 828).
La Iglesia, desde sus inicios, ha siempre creído que los Apóstoles y los Mártires estén estrechamente unidos a nosotros en Cristo, los ha celebrado con particular veneración junto con la santísima Virgen María y los santos Ángeles, y ha implorado piadosamente la ayuda de su intercesión. Y a lo largo de los siglos, ha siempre ofrecido para la imitación de los fieles, a la veneración y a la invocación, a algunos hombres y mujeres, insignes por el esplendor de la caridad y de todas las otras virtudes evangélicas.
¿CUÁLES
SON LAS OBJECIONES QUE SE PONEN CONTRA LOS SANTOS?
Está quien insinúa que se trata de una
estrategia expansionista de la Iglesia Católica. Para otros, la propuesta de
nuevos beatos y santos, tan diversos por categoría, nacionalidad y cultura,
sería sólo una operación de marketing de la santidad con finalidad de
leadership del Papado en la sociedad civil actual. Está incluso quien ve en la
canonización y en el culto de los santos un residuo anacrónico de triunfalismo
religioso, extraño incluso al espíritu y a lo dicho por el Concilio Vaticano
II, el cual ha tanto puesto en evidencia la vocación a la santidad de todos los
cristianos. Quienes ponen tales objeciones no toma en cuenta el gran rol y la
verdadera importancia de los santos en la Iglesia.
¿QUIÉNES
SON LOS SANTOS PARA LA IGLESIA?
- Los
santos son:
· aquellos que
contemplan ya claramente a Dios uno y trino. Ciudadanos de la Jerusalén celestial, cantan
sin fin la gloria y la misericordia de Dios, habiéndose cumplido en ellos el
paso pascual de este mundo al Padre;
· discípulos del Señor. Orígenes lo afirma
con decisión: “Los santos son imagen de la imagen,
siendo el Hijo imagen” (La oración, 22, 4). Son el reflejo de la luz de
Cristo resucitado. Como en el rostro de un niño, en el cual se acentúan
particularmente los rasgos físicos de sus padres, en el rostro del santo el rostro
de Cristo ha encontrado una nueva modalidad de expresión;
· modelos de vida evangélica, de los cuales
la Iglesia ha reconocido la heroicidad de sus virtudes y luego los propone a
nuestra imitación. Ellos “han sido siempre fuente y
origen de renovación en los momentos más difíciles de la historia de la
Iglesia” (Juan Pablo ii, Christifideles laici, 16). “Ellos salvan a la Iglesia de la mediocridad, la reforman
desde adentro, la apremian a ser lo que debe ser la esposa de Cristo sin mancha
ni arruga (cfr Ef 5, 27)” (Juan
Pablo ii, Discurso a los jóvenes de Lucca, 23 de septiembre de 1989). Y el
Card. Joseph Ratzinger ha justamente afirmado que: “No son las mayorías ocasionales que se forman aquí o
allá en la Iglesia las que deciden su camino y el nuestro. Ellos, los santos,
son la verdadera, determinante mayoría según la cual nos orientamos. A esa nos
atenemos! Ellos traducen lo divino en lo humano, lo eterno en el tiempo”;
· testigos históricos de la llamada
universal a la santidad. Fruto eminente de la redención de Cristo, son prueba y
documento de que Dios, en todos los tiempos y en todos los pueblos, en las más
variadas condiciones socioculturales y en los distintos estados de vida, llama
a sus hijos a alcanzar la perfecta estatura de Cristo (cfr Ef 4,
13; Col 1, 28). Ellos muestran que la santidad es accesible a las
multitudes, que la santidad es imitable. Con su concreción personal e histórica
hacen experimentar que el Evangelio y la vida nueva en Cristo no son una utopía
o un simple sistema de valores, sino un “fermento” y
“sal” capaces de hacer vivir la fe cristiana
dentro y desde dentro de las diferentes culturas, áreas geográficas y épocas
históricas;
· expresión de la catolicidad o
universalidad de la fe cristiana y de la Iglesia que vive esa fe, la custodia y
difunde. Los santos, expresión del mismo Espíritu -como dice el Evangelio- que “sopla donde quiere”, han vivido la misma fe. Tal
internacionalidad confirma que la santidad no tiene confines y que ésa no está
muerta en la Iglesia y, aún más, continúa a tener viva actualidad. El mundo
cambia, pero los santos, aún cambiando ellos mismos con el mundo que cambia,
representan siempre el mismo rostro vivo de Cristo. Ellos hacen resplandecer en
el mundo un reflejo de la luz de Dios, son los testigos visibles de la santidad
misteriosa y universal de la Iglesia;
· una auténtica y constante forma de
evangelización y de magisterio. La Iglesia quiere acompañar la predicación de
la verdad y de los valores evangélicos con la presentación de los santos que
han vivido esas verdades y esos valores en modo ejemplar;
· mientras honran al hombre, rinden gloria
a Dios, porque “la gloria de Dios es el hombre
viviente” (San Ireneo de Lyon);
· son un signo de la capacidad de
inculturación de la fe cristiana y de la Iglesia en la vida de los diferentes
pueblos y culturas;
· intercesores y amigos de los fieles
todavía peregrinos en la tierra, porque los santos, aunque inmersos en la
gloria de Dios, conocen los afanes de sus hermanos y hermanas y acompañan su
camino con la oración y el patrocinio;
· innovadores de cultura. Los santos han
permitido que se crearan nuevos modelos culturales, nuevas respuestas a los
problemas y a los grandes retos de los pueblos, nuevos desarrollos de humanidad
en el camino de la historia. Los santos son como faros: han indicado a los seres humanos las posibilidades que los mismos
seres humanos poseen. Por esto son interesantes incluso culturalmente.
Un grande filósofo francés del siglo XX, HENRY BERGSON, ha hecho esta
observación: “los personajes más grandes de la
historia no son los conquistadores, sino los santos”.
- Todo esto la Iglesia lo confiesa cuando,
agradecida a Dios Padre, proclama: “en la vida de
los santos nos ofrece un ejemplo, en la intercesión una ayuda, en la comunión
de gracia un vínculo de amor fraterno” (Prefacio de la Misa).
¿QUÉ
DIFERENCIA EXISTE ENTRE BEATOS Y SANTOS?
- En cuanto a
la certeza de que unos y otros se encuentren en el cielo, no hay entre ellos
ninguna diferencia.
- En cuanto al
procedimiento: normalmente primero un cristiano es proclamado beato
(beatificación), y después, sucesiva y eventualmente, es proclamado santo
(canonización).
- En cuanto a la
autoridad implicada en la declaración de un beato o de un santo: es
siempre el Papa quien, con un específico acto pontificio, declara a alguien
beato o santo.
- En cuanto al
culto:
· las beatificaciones
tienen un culto permitido y no prescrito, limitado a una Iglesia local;
· la canonizaciones
tienen un culto extendido a toda la Iglesia, prescrito, con una sentencia
definitiva.
¿SON
DEMASIADOS LOS BEATOS Y LOS SANTOS?
Juan Pablo II respondió a tales objeciones
de esta manera: “Se dice a veces que hoy hay
demasiadas beatificaciones. Pero esto, además de reflejar la realidad, que por
gracia de Dios es la que es, corresponde al deseo expreso del Concilio. El Evangelio
si ha difundido de tal modo y su mensaje ha puesto tales profundas raíces, que
propio el gran número de beatificaciones refleja la acción del Espíritu Santo y
la vitalidad que de Él brota en el campo más esencial para la Iglesia, el de la
santidad. Ha sido de hecho el Concilio que ha puesto en particular relieve la
llamada universal a la santidad” (Discurso de apertura al Consistorio
extraordinario en preparación del Jubileo del 2000, 13-VI-1994).
Y aún más escribe: “El más grande homenaje, que todas las Iglesias rendirán a Cristo al umbral del tercer milenio, será la demostración de la omnipotente presencia del Redentor mediante los frutos de fe, de esperanza y de caridad en hombres y mujeres de tantas lenguas y razas, que han seguido a Cristo en las diversas formas de la vocación cristiana” (Juan Pablo ii, Tertio Millenio adveniente, 37).
¿CÓMO
LLEGA LA IGLESIA A LA CANONIZACIÓN?
El modo de proceder de la Iglesia en las causas
de beatificación y de canonización se ha desarrollado siempre en el curso del
tiempo con nuevas formas, a la luz incluso del progreso de las disciplinas
históricas, con el fin de tener la agilidad en el modo de proceder, manteniendo
sin embargo firme la seguridad de las investigaciones en una cuestión de tanta
gravedad e importancia.
Estas son las diversas etapas:
1. FASE
DIOCESANA:
- Cualquier persona puede solicitarle al
Obispo de la diócesis, donde ha muerto el Siervo de Dios, de dar inicio a una
causa de canonización. Los santos y la santidad son reconocidos, por tanto,
como un movimiento desde abajo hacia lo alto. Todavía hoy, es de hecho el mismo
pueblo cristiano que, reconociendo por intuición de la fe la “fama de santidad”, señala los candidatos a la
canonización al propio Obispo, quien sucesivamente envía las pruebas recogidas
al Dicasterio de la Santa Sede competente, la Congregación de las Causas de los
santos.
- El obispo, por instancia del Postulador y
con el previo permiso de la Santa Sede, inicia el proceso, normalmente no antes
de cinco años de la muerte del fiel. Le compete al Obispo el derecho de recoger
las pruebas acerca de la vida, las virtudes o el martirio, los milagros
realizados, y, si es el caso, el culto antiguo del Siervo de Dios, del cual se
pide la canonización. Para hacer esto, el obispo recurre a la ayuda de varios
expertos, los cuales, después de haber investigado escritos y documentos, e
interrogado a los testigos, expresan un juicio acerca de su autenticidad y de
su valor, como también acerca de la personalidad del siervo de Dios.
- Si el Obispo retiene que la causa
contiene elementos fundados, entonces nombra un Tribunal (Juez, Promotor de
justicia y Notario), quien interroga los testigos y recibe de una Comisión
histórica toda la documentación relacionada con la vida, las virtudes y la fama
de santidad del Siervo de Dios.
2. FASE
PONTIFICIA:
- Terminadas
las investigaciones a nivel diocesano, se transmiten todas las actas en doble
copia a la Santa Sede, y más precisamente a la Congregación de los Santos, que
examina los actos mismos:
· bajo el aspecto
formal (para verificar si los actos son válidos y auténticos) y;
· bajo el aspecto de
mérito (para demostrar si las virtudes son probadas).
- Al final dicha
Congregación da su valoración sobre las virtudes y sobre los milagros.
¿CÓMO
SE HACE EL EXAMEN ACERCA DE LAS VIRTUDES?
La
Congregación de los Santos procede de esta manera:
- En primer lugar se
prepara la Positio, que es el conjunto de los actos procesales y de las
actas documentales, la cual deberá ser sometida al examen de los Consultores
específicos expertos en la materia, para que emitan el voto sobre su valor
científico.
- La Positio (con
los votos escritos de los Consultores históricos y con las ulteriores
aclaraciones del Relator, si son necesarios) será examinada por los Consultores
teólogos, los cuales, junto al Promotor fidei, expresan su parecer sobre
la heroicidad de las virtudes del Siervo de Dios y preparan una propia relación
final, que será sometida, junto a la Positio, al juicio de los Cardenales
y de los Obispos Miembros de la Congregación de los Santos.
¿CÓMO
VIENE CONSIDERADA LA HEROICIDAD DE LAS VIRTUDES?
El concepto de heroicidad de las virtudes no
implica, necesariamente, que las acciones realizadas por la persona virtuosa
tengan que ser asombrosas. “La heroicidad -ha
explicado el Card. José Saraiva Martins, Prefecto de la Congregación de
los Santos- puede muy bien consistir en el cumplimiento en modo
extraordinariamente generoso y perfecto de los propios deberes cotidianos hacia
Dios, hacia el prójimo y hacia sí mismos. La vida ordinaria de cada día es el lugar
más común para alcanzar las más elevadas cumbres de la santidad” (Discurso del
2003).
¿ES
NECESARIO TAMBIÉN UN MILAGRO?
Para poder proceder a la beatificación de un
Siervo de Dios, la actual legislación canónica requiere también un milagro,
realizado por intercesión del Siervo de Dios después de su muerte. Para la
beatificación de un mártir no se requiere el milagro, por cuanto el mismo
martirio, sufrido por amor de Dios, es un signo inequívoco de la vida virtuosa
de un Siervo de Dios.
Para la canonización en cambio de los mártires y de los no-mártires es necesario un nuevo milagro, realizado después de la beatificación.
¿POR
QUÉ SON NECESARIOS LOS MILAGROS?
- Hay una razón
histórica: desde siempre la Iglesia ha exigido “signos” que confirmen la vida
virtuosa de un cristiano.
- Hay sobretodo una
razón teológica: los milagros son necesarios siempre para:
· confirmar la
doctrina de la fe del Siervo de Dios;
· garantizar el juicio
sobre la heroicidad de las virtudes;
· probar que la vida
de un no-mártir no haya sido secretamente laxior (es decir, menos
santa) respecto a lo que resulta de los testimonios
¿CÓMO
SE PROCEDE EN EL CASO DE LOS MILAGROS?
- Los
milagros son estudiados bajo dos aspectos:
· el científico: para
probar que el evento prodigioso (la curación), sobre la base de los testimonios
y la documentación médica, es inexplicable;
· el teológico: para
verificar si el evento prodigioso está connotado de preternaturalidad, es decir
si es un verdadero y propio milagro.
- Corresponde al Obispo, donde se ha
realizado el evento prodigioso, hacer estudiar el milagro por un Tribunal, que
debe recoger las pruebas testimoniales y médico-clínicas.
- Después el Obispo envía las actas de
dicho Tribunal a la Congregación de las Causas de los Santos, la cual las
estudia tanto desde el punto de vista procesal (para acertar la valides de
tales actas) como sobretodo sobre el mérito. A tal fin:
· las actas son
primero examinadas por dos peritos médicos individualmente, y luego por un
órgano colegial de cinco médicos, los cuales recogen sus conclusiones
(diagnosis, prognosis, terapia, modalidad de curación inexplicable desde un
punto de vista médico...) en una relación;
· viene luego
preparada una “Positio” (con todas las actas diocesanas y la relación de los
médicos) que es examinada por los teólogos, los cuales emitirán un parecer
sobre la preternaturalidad del hecho;
· finalmente la
misma Positio, la relación de los médicos y los pareceres de los teólogos
son sometidos al juicio de los Padres (Cardenales y Obispos) de la Congregación
de los Santos, los cuales valorarán si el hecho prodigioso es un milagro o
no.
- El juicio de los Padres Cardenales y de
los Obispos, sea sobre la heroicidad de las virtudes sea sobre el milagro, es
referido, por el Cardenal Prefecto de la Congregación de los Santos, al Sumo
Pontífice, al cual le compete únicamente el derecho de declarar, con un acto
solemne, que se puede proceder a la beatificación o a la canonización de un
cristiano y por tanto al culto público eclesiástico, a él debido.
¿CUÁL
CULTO SE DEBE DAR A LOS BEATOS Y A LOS SANTOS?
A los beatos y a los santos se les debe el culto
de veneración, y no de adoración, siendo éste reservado únicamente a Dios. Es
necesario no olvidar que el fin último de la veneración de los santos es la
gloria de Dios y la santificación de cada ser humano mediante una vida
plenamente conforme a la voluntad de Dios y a la imitación de las virtudes de
aquellos que fueron eminentes discípulos del Señor.
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