Gregorio
Iglesias
es uno de los miles de españoles que se contagió por el coronavirus y que ha
vivido la enfermedad encamado en la cama de su casa. Más de 15 días ha estado
en su habitación aislado, con fiebre y recibiendo únicamente la atención de su
familia al otro lado de la puerta y de los médicos a través del servicio
telefónico.
Miembro
de Acción Católica General en Orense, Gregorio se confiesa como “uno de esos positivos en silencio” cuidado por sus tres ángeles: su médico de
cabecera, otro médico amigo suyo y el consiliario de Acción Católica. Aunque
todavía débil va poco a poco venciendo el virus con la esperanza de vencer al
virus definitivamente.
Lo que ha
hecho este marido y padre de dos hijas es vivirlo desde la fe. La conclusión a
la que llega en este tiempo es que “cura la oración y, a lo mejor
no cura el cuerpo pero sin duda cura el alma”. Este es el sencillo
pero profundo testimonio de Gregorio que recoge la revista Ecclesia: "CURA LA ORACIÓN"
“A la tercera noche de los primeros síntomas sobre las tres de la mañana
con fiebre, dolores y lo que es peor angustia, me puse a escuchar la misa que
nos manda Carlos todos los días desde la parroquia por YouTube, para pedir por
mí. Según iba transcurriendo la
Eucaristía me fui tranquilizando y al terminar al rezar a la Virgen y cantar el
himno a María Auxiliadora mirando la imagen que tienen en la iglesia… Desde ese momento me encontré acompañado sentía realmente que no estaba
solo que estaba conmigo el Señor y su madre María Auxiliadora que fue mi gran
sustento (soy antiguo alumno
salesiano) en ese momento empecé a pedir por los que estaban solos en los
hospitales y se nos iban cada día. Yo estaba acompañado, ya no tenía dudas
sobre mi recuperación; mi ruego era que me encontrara mentalmente fuerte hasta
salir de la enfermedad y después desahogarme de esa tensión que tenía.
Prácticamente a partir de ese día todas las noches como me costaba dormir
aprovechaba para rezar, misas, canciones, rosarios etc.
El día 31
de marzo mi mujer me pidió que me levantara un poco e hiciera por comer algo, fui capaz de comer sólido por primera vez en 15 días estaba en ese
momento recuperando el olfato y el gusto me sabía el puré y el huevo frito me
puse a llorar como un niño pequeño y
les dije a mi mujer y a mis hijas que estuvieran tranquilas que lloraba de
felicidad, sentí mi desahogo y así empezó mi recuperación (me emociono al
recordarlo)».
Quiero
agradecer a tantas personas que sé que rezaron por mí. Mi grupo de vida, el consiliario
de ACG, compañeros del equipo de laicos y a tantos otros que anónimamente se
unieron en oración por mi recuperación.
Estos días he oído decir que la religión
no cura. Por supuesto que no. Cura la oración y, a lo mejor no cura el cuerpo
pero sin duda cura el alma. Solo sabernos en manos del Señor, nos
libera de la angustia. Sigo rezando por quienes aún están enfermos, por quienes
les cuidan, por quienes trabajan para que llevemos todo lo mejor posible… Y doy
gracias a Dios por no dejarme nunca de su mano”.
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