Reflexionando sobre el Evangelio (Jn
20,19-31)
Dicen que
el Espíritu Santo es el gran desconocido y seguramente tengan razón. No porque
el Espíritu Santo no se manifieste y fortifique a la Iglesia, sino porque no
somos capaces de ver su presencia y acción. Vivimos distraídos con los shows
que el mundo prepara. El Espíritu Santo no llega haciendo ruido y tocando
fanfarrias. Fue prometido a los Apóstoles en la intimidad y también llegó a
ellos en lo íntimo de su comunidad. Elías no encuentra a Dios en el terremoto o
la tormenta. Lo encuentra en la brisa suave que pasa desapercibida por todos,
pero que está presente en todo lugar. Lo pueden leer en 1Re 19, 3-15
Hoy
estamos acostumbrados a los grandes medios que nos deleitan con shows y
espectáculos. Nos cuesta entender que la acción de Dios ni es pública ni es
transmitida por los medios de masas. Pensemos en la segunda de las tentaciones
a Cristo: Después de esto le transportó el diablo a la santa ciudad de Jerusalén,
y le puso sobre lo alto del templo y le dijo: si eres el Hijo de Dios, échate
de aquí abajo, pues está escrito: Que te ha encomendado a sus Ángeles, los
cuales te tomarán en las palmas de sus manos para que tu pie no tropiece contra
alguna piedra. Replicó Jesús: También está escrito: No tentarás al Señor tu
Dios. (Mt 4, 5-7)
A veces
quisiéramos que la acción de Dios fuese de tal forma que nadie pudiera dejar de
obedecerle. Pero tendremos que esperar al fin de los tiempos para eso ocurra.
Dios nos deja espacio para que libremente le sigamos. El Espíritu Santo da
fuerzas de manera misteriosa a que quienes lo necesitan y lo aceptan. Fuerzas
que permiten que puedan seguir adelante día a día sin perder la Esperanza.
El evangelista Juan había dicho a propósito del Espíritu Santo: Aún no
había sido entregado el Espíritu Santo, puesto que Jesús aún no había sido
glorificado. Aún no había sido entregado el Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque
Jesús aún no había sido glorificado. Estaban, pues, a la espera de la donación
del Espíritu, una vez glorificado Jesús. Es lógico, por tanto, que a la doble
glorificación de la resurrección y ascensión correspondiese una doble donación
del Espíritu. Uno solo fue quien lo dio, un único Espíritu fue lo que dio, a la
unidad lo dio; pero dos veces lo dio. La primera, después de resucitar, cuando
dijo a sus discípulos: Recibid el Espíritu Santo. Y sopló sobre sus rostros. (San
Agustín. Sermón 265, 7)
Cristo
sopla sobre nosotros por medio de los sacramentos. Sopla y espera que abramos
la mente, el sentimiento y la acción a su Voluntad. Cuando eso ocurre, el
Espíritu nos llena de Esperanza y da sentido a nuestra vida. Santo Tomás
Apóstol dudaba, como muchos de nosotros. No aceptaba que Cristo estuviera vivo
y presente y sólo lo vieran unos cuantos. Entonces el Señor le enseñó sus
heridas y Santo Tomás no pudo dejar de aceptar la evidencia. “Dichosos los que creen sin haber visto”. Son
dichosos porque no necesitan pruebas tangibles. En quienes el corazón está
abierto al Espíritu no son necesarios los sentidos físicos ni cualquier tipo de
apariencia en los medios. Ellos ven en el Espíritu y sienten la acción de Dios
en ellos. Dios quiera que estemos entre estos bienaventurados y no dudemos de
la presencia de Cristo entre nosotros.
...he
aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20)
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