Hoy
he leído un artículo de un importante arzobispo no español. Una vez más veo lo
importante que es tener claro que un episcopós entienda que su palabra
DEBE ser expresión de la verdad.
La
palabra de un obispo no ES expresión de la verdad por el hecho de ser obispo.
Hay una diferencia esencial entre el “deber ser” y
el “ser”. En este escrito mío, no hay ni una
gota de antiepiscopalidad. Precisamente, porque amo a los obispos es por lo que
reflexiono sobre este indudable hecho teológico. Y la reafirmación de la verdad
nunca va contra los obispos.
El valor
intrínseco de un sermón, de un artículo o de una conferencia no depende de
quién habla, sino del contenido. Hay que escoger a grandes personas para que
sean obispos. Porque convertirse en obispos no cambiará la sabiduría de esa
persona ni la profundidad de su teología ni la espiritualidad de sus consejos.
Las gracias del sacramento vendrán sobre la persona. Una persona sabia y santa
que reciba el sacramento del orden recibirá gracias que la mejorarán. Pero
mejorarán lo que hay. No hace falta que explique qué sucede y qué no sucede en
caso inverso.
Las palabras del obispo nos dan una seguridad
extrínseca por su autoridad: si lo dice el obispo, dada su autoridad en el
orden eclesial, debe ser expresión de la ortodoxia. Pero, intrínsecamente, sus
palabras valen lo que valen en sí mismas.
Post Data: Leeré vuestras aportaciones y añadiré algo a este post. Me gustaría escuchar al pueblo fiel, vosotros. Seguro que tenéis que añadir algo relevante. No me refiero a críticas, sino a la cuestión general teológica de la verdad y la episcopalidad. Las añadiré debajo de estas líneas, en este post.
Post Data: Leeré vuestras aportaciones y añadiré algo a este post. Me gustaría escuchar al pueblo fiel, vosotros. Seguro que tenéis que añadir algo relevante. No me refiero a críticas, sino a la cuestión general teológica de la verdad y la episcopalidad. Las añadiré debajo de estas líneas, en este post.
P. FORTEA
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