Sobre el tema de si
Dios, in abstracto, puede o no puede castigar, llevo hablando desde hace
un mes. Pero hoy he querido buscar el mensaje de María (dado en Fátima) en su
versión original en portugués. Lo he sacado de la página del Vaticano, pongo
debajo el link:
A guerra vai acabar, mas se não deixarem de ofender a Deus, no reinado
de Pio XI começará outra peor. Quando virdes uma noite, alumiada por uma luz
desconhecida, sabei que é o grande sinal que Deus vos dá de que vai a punir (castigar,
en español) o mundo de seus crimes, por meio da guerra, da fome e de
perseguições à Igreja e ao Santo Padre.
El
mensaje en portugués:
Justo es añadir esta
explicación de una carta de sor Lucía, en 1982, al santo padre:
Y no digamos que de este modo es Dios que nos castiga; al contrario, son los hombres que por sí mismos se
preparan el castigo. Dios nos advierte con premura y nos llama al buen
camino, respetando la libertad que nos ha dado; por eso los hombres son
responsables.
Si a muchos de los clérigos que
conceden entrevistas les preguntáramos: “¿Pero es
verdad el mensaje de Fátima cuando dice tal y cual cosa?”. La respuesta,
con muchas más palabras, sería la que aparece en este pasaje del Evangelio:
—[Y dijo
Jesús] Yo también voy a haceros una pregunta. Si me la contestáis, os diré con
qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de
dónde procedía? ¿Del cielo o de la tierra?
Ellos se
pusieron a discutir entre sí: «Si respondemos: “Del
cielo”, nos dirá: “Entonces, ¿por qué no le creísteis?” Pero, si decimos: “De
la tierra”, tememos al pueblo, porque todos consideran que Juan era un
profeta». Así que le respondieron a Jesús:
—No lo sabemos. (Mateo
21, 24-27).
Yo
siempre respeto a los que sostienen opiniones distintas de las mías, no soy un
dictador teológico. Y menos un tirano de la interpretación de la realidad. Soy
el primero en reconocer que me puedo equivocar al aplicar las Santas Escrituras
a la realidad concreta. Las Escrituras son perfectas; pero mi juicio, no.
Ahora
bien, a los que sostienen opiniones distintas de las mías, sí que les puedo
pedir coherencia. Cuando un presbítero o un obispo habla, sus palabras son
expresión de una teología; expresión de una verdad acerca de las cosas divinas,
alcanzada tras años de oración, lectura y meditación. Jamás pueden las palabras
de un hombre de Dios ser un mero medio para despistar al que pregunta, para
marear la cuestión, para vadear el problema a base de palabras, palabras y
palabras. Eso puede ser frecuente entre los políticos, pero inaceptable para un
hombre de Dios.
Si el papa pregunta algo a un cardenal, este nunca
debe responder para agradar al romano pontífice. Si un cardenal responde algo a
un periodista, este nunca debe responder para no ser criticado por la gente.
Las respuestas no deben ser ni para agradar ni para no ser criticado. En un
hombre de Dios, las respuestas siempre deben estar cargadas de verdad y solo de
verdad.
P. FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario