Dios
tiene maneras fascinantes de recordarnos su presencia, aunque a veces nos
cueste darnos cuenta. Yo estaba
cumpliendo mi sueño de estudiar en el extranjero, cuando de repente me dicen:
«Vas a estar en cuarentena, solo se puede ir al supermercado o a la farmacia y
tus clases serán online». Entonces lo primero que se me viene a la mente es
¿por qué Diosito, por qué en el año que se suponía iba a ser el mejor de mi
vida?
A veces somos egoístas, porque
como jóvenes queremos sentir la libertad de poder salir, de hacer lo que nos
apetezca, de echarnos alguna cerveza con los amigos el fin de semana, y
de llevar el ritmo y el control de nuestras vidas como queramos. Pero entonces
llega una pandemia que lo cambia todo,
pone en pausa mis planes, tus planes y los del mundo entero.
NADIE ESTABA PREPARADO PARA ESTO, PERO DIOS NO NOS
ABANDONA
Eso fue justamente lo que me
pasó a mí estando en Barcelona, lejos de mi familia en Nicaragua. Al inicio de
esta cuarentena sentía que los días pasaban, pero yo no pasaba por ellos, me
levantaba desanimado y muy cansado. Usaba el celular con horario de trabajo
(ocho horas diarias, todavía sigo en la lucha con esto) y mis oraciones se
volvieron nulas. No pasaba más allá de ver la misa en línea los domingos porque sabía que era precepto y no
lo podía dejar de hacer.
Todo esto decidía guardarlo
para mí mismo, no quería preocupar a mi familia tan lejos, siempre les decía
que estaba bien, ni a mi novia le contaba verdaderamente cómo me sentía. Es impresionante cómo Dios nos manda las señales para levantarnos el
ánimo con lo que menos pensamos, o con lo que nosotros mismos guardamos en el closet hace muchos
meses.
DIOS ME RECORDÓ QUE TENÍA UN TESORO GUARDADO
Antes de venirme a vivir a
Barcelona (llegué en septiembre del año pasado), mi novia me regaló un libro
llamado «El católico atento: encontrar a Dios un momento a la vez», en ese instante me encantó y dije que lo iba a
leer en cuanto estuviera aquí. Lastimosamente el hábito de la lectura es algo
en lo que todavía tengo que trabajar porque se me dificulta, así que la mayor
parte de ese tiempo el libro estuvo guardado, llenándose de polvo.
Cuando empecé a desahogarme y
a compartir con mi novia cómo me sentía, que ya no podía guardar más en mi
corazón esta angustia, ella fue quien me dijo «lee
el libro que te regalé». Lo había empezado pero obviamente no me había
atrevido a terminarlo, lo había dejado inconcluso hace meses.
No
me deja de sorprender cómo en ese detalle era Dios quien quería hablarme, usando una
intermediaria para darle respuesta a todas mis angustias, para empezar a sanar
la ansiedad que venía sintiendo. El que pueda leer este libro se lo recomiendo
100%. Es un libro que a través de todos sus capítulos (aún no lo termino, pero
ya casi) te ayuda a ver cómo el poder con el que funciona nuestra mente, tiene
un impacto significativo en nuestra vida, ya sea para bien o como estaba
funcionando en mi caso, para mal, generándome ansiedad.
VAMOS UN DÍA A LA VEZ
Este libro que mencioné ha
sido una herramienta que me ha demostrado que, yendo un día a la vez y
confiándole plenamente mi vida a Dios a través de la oración, Él no me va a dejar solo,
ni nos va a desamparar nunca. Sé que estando angustiado Él también se
angustiaba conmigo, y buscando paz mental Él también se alegraba conmigo.
Quiero terminar diciéndole a
los jóvenes y a las personas en general, que si sienten alguna angustia ya sea
por esta cuarentena o por cualquier situación en general, no se la guarden en
su corazón, busquen con quién hablar. Con sus padres, con su
novio o novia, con su mejor amigo, con algún sacerdote, con quien sea.
No descuidemos la oración en
los momentos que más solos nos sintamos y seamos dueños de nuestra propia
mente. Muchas veces si nosotros sentimos que llevamos una vida acelerada,
nuestra mente puede ir aún más rápido, creando escenarios en nuestra cabeza que
lo único que hacen es destruirnos.
Escuchemos más música
católica, Dios nos habla también a través de estos cantantes y en algunas de
sus letras podemos encontrar mensajes para nuestras vidas o lo que estemos
sintiendo, y por último… ¡Para adelante siempre! Dios está con nosotros, no se puede dudar que saldremos de
esta victoriosos.
Artículo elaborado por Rodrigo Mendieta.
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