El Obispo de Sigüenza-Guadalajara, Mons. Atilano
Rodríguez, recordó en su carta semanal que “cada persona vale por sí misma,
independientemente de las buenas o malas circunstancias en que viva”, por lo
que “cuanto más débil aparezca, más digna es de nuestro respeto y ayuda”.
Mons. Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara, explicó en su
carta semanal que “algunos gobiernos de las
sociedades desarrolladas están llevando a cabo campañas publicitarias para
obtener el respaldo de la opinión pública y, de este modo, poder legislar sobre
lo que se ha dado en llamar “el derecho a la muerte digna”.
Unas campañas que, según advirtió, comienzan con la presentación “de algún caso de extrema gravedad en los medios de
comunicación, haciendo ver que todas las personas que padecen una enfermedad
grave o una deficiencia física están deseando terminar con su vida”.
Sin embargo, Mons. Rodríguez precisó que “los
enfermos y ancianos lo que desean es seguir viviendo y lo que esperan es la
ayuda, el acompañamiento y la comprensión de sus familiares y de las personas
cercanas para superar sus limitaciones”.
Por lo que destacó que la eutanasia “no es
un progreso en la historia de la humanidad”, sino que el “verdadero progreso, que fue una aportación del
cristianismo, consiste en el reconocimiento del derecho a vivir de todos,
también de quienes tienen alguna discapacidad o limitación”.
El Obispo de Sigüenza-Guadalajara afirmó también que “es auténticamente humano y progresista el desarrollo de
la responsabilidad moral de los restantes miembros de la sociedad para
acompañar a quienes experimentan limitaciones y para ayudarles a vivir”.
Y afirmó que “si partimos de la
consideración de que la eutanasia consiste en la acción cuyo objetivo es causar
la muerte a una persona para evitarle sufrimientos, bien sea porque ella lo
pide, bien porque otros consideran que su vida ya no merece la pena ser vivida,
parece evidente que la eutanasia es una forma de homicidio, pues lleva consigo
la muerte de una persona propiciada por otra, bien sea por un acto positivo o
bien sea por que se omiten las atenciones o los cuidados debidos”.
Destaca también que este tipo de actuación “es
admitido en nuestros días por bastantes hermanos que consideran la libertad
como la capacidad de tomar decisiones, cuando ellos lo consideran conveniente,
sin referencia a la verdad y al bien”.
Pero, según recordó “estos hermanos conciben
la existencia humana como una ocasión para gozar y disfrutar. Por tanto, cuando
ya no se puede disfrutar de la vida, la única salida ‘razonable’ es el suicidio
directo o indirecto”.
De esta manera, Mons. Rodríguez insistió en que “los
cristianos sabemos que todo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, no
sólo es capaz de relacionarse con Él y de vivir libremente en alianza con Él
por toda la eternidad, sino que tiene una dignidad divina”.
Por eso, subrayó que “cada persona vale por
sí misma, independientemente de las buenas o malas circunstancias en que viva.
Es más, cuanto más débil aparezca, más digna es de nuestro respeto y ayuda”.
E insistió en que, según el quinto mandamiento, “la
vida del ser humano no está a disposición de nadie ni es propiedad de nadie,
sino de Dios”, y por tanto “la vida humana
es uno de esos derechos que no podemos negociar con nadie, ni siquiera con
nosotros mismos”.
“Es uno de esos bienes y regalos que nos hablan del
misterio de la existencia y que nos muestran la grandeza de la dignidad de la
persona”, recordó.
Redacción ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario