lunes, 23 de marzo de 2020

HISTORIAS DE PANDEMIA...


Uno de los testimonios más bellos que he encontrado en este caos...
Hola hermanos les quiero compartir una experiencia que nos ha llegado de un doctor que se llama Iulian Urban de 38 años en Lombardía.
Nunca en mis pesadillas más oscuras habría podido imaginar lo que habría tenido que vivir y lo que está sucediendo en nuestro hospital desde hace 3 semanas; el virus corre, el río se hace cada vez más grande... al principio llegaban algunos, después decenas y finalmente centenares de personas y ahora, más que doctores, nos hemos transformado en aquellos que tienen que decidir quién vive y quién debe irse a casa a morir a pesar de que todas estas personas han pagado los impuestos italianos durante toda la vida.
Hasta hace 2 semanas yo y mis colegas éramos ateos, es normal porque somos médicos y hemos aprendido que la ciencia excluye la presencia de Dios. Siempre me he reído de mis padres que iban a la Iglesia. Hace 9 días llegó un sacerdote de 75 años. Era un hombre gentil que tenía graves problemas respiratorios pero siempre llevaba una Biblia con él y nos impresionó que se la leía a los moribundos que tenía agarrados por la mano con mucho Amor.
Estábamos todos los doctores cansados, descorazonados; física y psíquicamente agotados cuando finalmente lo escuchamos.
Ahora tenemos que admitir nosotros que como humanos hemos llegado a los límites de nuestros límites, estamos hechos polvo.
Dos compañeros murieron y otros están contagiados. Nos hemos dado cuenta de una forma ruda que dónde lo que el hombre ya nada puede hacer, tenemos necesidad de Dios y hemos empezado a pedirle ayuda a Él.
Cuando tenemos algún minuto libre hablamos entre nosotros y no podemos creer que de un feroz ateísmo estemos ahora día a día buscando nuestra paz pidiendo al Señor que nos ayude a resistir en el modo que podamos ayudar a los enfermos. Ayer murió el sacerdote de 75 años y a pesar de que hasta hoy han muerto 120 personas y que tras 3 semanas estamos todos agotados y que ya no podemos más, el sacerdote a pesar de su sus malas condiciones y nuestras dificultades había conseguido traernos la paz que no esperábamos encontrar. El sacerdote ha ido al Señor y pronto le seguiremos también nosotros si todo continúa así.
No estoy en casa desde hace 6 días, no sé cuando comí la última vez y me doy cuenta de mi inutilidad y pequeñez en esta tierra y quiero dedicar mi último suspiro a ayudar a los otros.
Estoy feliz de haber tornado a Dios mientras estoy rodeado del sufrimiento y de la muerte de mis iguales.

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