Uno de los
testimonios más bellos que he encontrado en este caos...
Hola
hermanos les quiero compartir una experiencia que nos ha llegado de un doctor que se llama Iulian Urban de 38 años en Lombardía.
Nunca en mis pesadillas más oscuras habría podido
imaginar lo que habría tenido que vivir y lo que está sucediendo en nuestro
hospital desde hace 3 semanas; el virus corre, el río se hace cada vez más
grande... al principio llegaban algunos, después decenas y finalmente
centenares de personas y ahora, más que doctores, nos hemos transformado en
aquellos que tienen que decidir quién vive y quién debe irse a casa a morir a
pesar de que todas estas personas han pagado los impuestos italianos durante
toda la vida.
Hasta hace 2 semanas yo y mis colegas éramos ateos, es
normal porque somos médicos y hemos aprendido que la ciencia excluye la
presencia de Dios. Siempre me he reído de mis padres que iban a la Iglesia.
Hace 9 días llegó un sacerdote de 75 años. Era un hombre gentil que tenía
graves problemas respiratorios pero siempre llevaba una Biblia con él y nos
impresionó que se la leía a los moribundos que tenía agarrados por la mano con
mucho Amor.
Estábamos todos los doctores cansados, descorazonados;
física y psíquicamente agotados cuando finalmente lo escuchamos.
Ahora tenemos que admitir nosotros que como humanos hemos
llegado a los límites de nuestros límites, estamos hechos polvo.
Dos compañeros
murieron y otros están contagiados. Nos hemos dado cuenta de una forma ruda que
dónde lo que el hombre ya nada puede hacer, tenemos necesidad de Dios y hemos
empezado a pedirle ayuda a Él.
Cuando tenemos
algún minuto libre hablamos entre nosotros y no podemos creer que de un feroz
ateísmo estemos ahora día a día buscando nuestra paz pidiendo al Señor que nos
ayude a resistir en el modo que podamos ayudar a los enfermos. Ayer murió el
sacerdote de 75 años y a pesar de que hasta hoy han muerto 120 personas y que
tras 3 semanas estamos todos agotados y que ya no podemos más, el sacerdote a
pesar de su sus malas condiciones y nuestras dificultades había conseguido
traernos la paz que no esperábamos encontrar. El
sacerdote ha ido al Señor y pronto le seguiremos también nosotros si todo
continúa así.
No estoy en
casa desde hace 6 días, no sé cuando comí la última vez y me doy cuenta de mi
inutilidad y pequeñez en esta tierra y quiero dedicar mi último suspiro a
ayudar a los otros.
Estoy feliz de
haber tornado a Dios mientras estoy rodeado del sufrimiento y de la muerte de mis
iguales.
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