En 1880,
una mujer piadosa, debido a cuestiones económicas familiares, se dejó dominar
por el odio hacia su hermano. Poco a poco se alejó
de los sacramentos, y al final abandonó completamente la oración.
Un
día enfermó y su salud empeoró hasta que parecía morir. El Padre Vigário fue a
verla y trató de guiarla hacia mejores sentimientos, para que no muriera en ese
estado de ánimo.
Pero todo fue inútil.
Un misionero que pasaba por allí fue a la enferma a petición
del párroco.
El
odio se instaló en el corazón de la mujer, que no quería reconciliarse. Llegó
al punto de decir: "en mi lápida quiero que se
grabadas estas palabras: "aquí yace una mujer que se vengó"
¿"y el infierno?", le dijo el misionero.
¿El infierno? El pensamiento de mi venganza me consolará
en todos los tormentos", contestó la mujer.
Casi
desanimado, el sacerdote le aconsejó rezar para tener la fuerza para perdonar.
"Sé que a través de la oración puedo alcanzar esta
gracia pero no quiero rezar", dijo la mujer.
El
Ministro de Dios, como inspirado, le preguntó: "y si rezaras por mí?" "por usted sí, porque es bueno conmigo".
El
sacerdote se arrodilló junto a la cama, puso en manos de la enferma una imagen
de nuestra señora del perpetuo socorro y ambos comenzaron a actuar el ave
María. Cuando llegaron a las palabras "ruega
por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte", la
mujer, conmovida, empezó a llorar, y sollozando dijo: "perdón
a mi hermano, y quiero confesarme".
La
alegría volvió al alma de esa señora y a toda su familia.
¡Qué buena es la
Virgen! Este es el efecto extraordinario de un ave María bien ejecutada.
¡María Santísima es
muy buena!
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