¿CUÁL CAMINO DESEAMOS?
Por: Daniela Sandí Torres. | Fuente: Catholic.net
Tengo 22 años y durante
toda mi vida he escuchado la frase “no quemen etapas”, y hasta hace un tiempo
no la entendía; hasta
que empecé a escuchar sobre la castidad, en un inicio no lo entendía y la
verdad me parecía algo imposible, sin embargo; con el paso del tiempo tomó
sentido para mí, así que hoy les quiero contar sobre esto, la castidad.
Para mí, vivir en castidad es
vivir en un equilibrio entre las emociones y los pensamientos, es conocerme,
significa entender que todo tiene su tiempo
(Eclesiastés 3, 1-15), que la vida es más linda si nos tomamos el tiempo
de conocer a las personas por lo que realmente son.
La castidad no es un sacrificio en vano, como
algunas personas podrían creer; es comprender que el amor va más allá de un
contacto físico; que el amor verdadero es más que eso, que el amor verdadero
existe y que todo lo soporta, que nunca pasa. ( 1 Corintios 13, 1-13)
Yo relaciono el vivir en
castidad con la vida del salmón; pero mejor les cuento sobre el salmón para que
me entiendan la idea.
COMO
EL SALMÓN:
El
salmón es un pez que nace en un río, en agua dulce, ahí vive cierto tiempo;
pero luego es arrastrado al mar, donde crece hasta llegar a su madurez;
cuando llega este momento el salmón decide regresar al río, porque este es el
medio perfecto para reproducirse y desovar; y así se repite el proceso, otro
salmón nace…
Lo que sucede es que, para lograrlo, para
regresar a las aguas dulces, el salmón debe enfrentarse a un par de
inconvenientes, como, por ejemplo, nadar a contra la corriente del río, de las
cascadas o luchar para no enredarse entre las plantas acuáticas; el salmón tiene dos caminos, rendirse y
dejarse llevar por la fuerza de la corriente que arrastra a muchísimos otros
peces y quedarse viviendo en el mar, en la comodidad donde viven el montón,
pero que en realidad no es el ambiente óptimo para reproducirse; o bien,
luchar con fuerza a contracorriente y llegar al agua dulce donde tendrá
tranquilidad, donde es el lugar idóneo para dar nueva vida.
Por nuestra parte, nosotros también debemos
tomar una decisión como el salmón, ¿qué queremos? ¿Cuál camino deseamos? Tenemos
dos opciones: Quedarnos a vivir en medio del mar, en donde
viven el montón de peces, podemos tomar la decisión de seguir las ideas que
siguen el montón, podemos adoptar el mismo pensamiento, podemos creer que por
ejemplo andar con más de una pareja a la vez es normal, que es sano, que nos
hace mejores, “más cargas”; que seguir las
ideas, lo que dicta la moda es algo natural y que no nos traerá ninguna
consecuencia.
O bien, podemos tomar la decisión de luchar, y
de nadar a contracorriente, de caminar en contra de lo que piensa la sociedad,
aunque eso implique que en el camino nos llamen “anticuados”,
“viejos”, “aburridos” o que “no estamos a la
moda”.
Es preciso tener presente
que, en esta lucha nos toparemos con dos grupos de personas, habrá uno que nos
tratará de hacer caer, de decirnos que nuestra lucha no tiene sentido,
que no vale la pena, que no seremos felices así, que perdemos el tiempo.
Y habrá otro grupo que por el contrario nos
alentará a seguir caminando, nos dará el ánimo que necesitamos para nadar a
contracorriente; nos dará las palabras necesarias para sobrellevar la cruz, nos
alentará a seguir adelante, nos ayudará cuando la corriente sea muy fuerte,
porque vamos hacia el lugar idóneo para crear una vida nueva.
No es fácil, nadie ha dicho que lo sea; pero;
así como el salmón lucha constantemente por llegar al agua dulce porque es el
lugar perfecto para reproducirse y crear una nueva vida; así mismo nosotros
debemos luchar, con la mirada en alto, puesta en nuestros sueños; porque,
aunque el camino sea complicado llegaremos al lugar perfecto, encontraremos paz
en nuestro corazón.
Por último, les dejo una frase de San Josemaría
Escrivá que me gusta muchísimo y que recuerdo constantemente cuando decidas con firmeza llevar
una vida limpia, para ti la castidad no será una carga, será corona triunfal.
Así que levanta
la mirada, lo mejor está por venir, no te conformes, vamos como el salmón, a nadar a
contracorriente. (Romanos 12, 2)
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