miércoles, 8 de enero de 2020

¿PODEMOS PRESCINDIR DE DIOS?


El relativismo, lo correcto políticamente, el marxismo, el comunismo y la ideología de género campan a sus anchas. Jesucristo ya nos advirtió: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5), y es que sin Dios no vamos a ninguna parte.
En mis Misas de cada día y ante la situación que estamos viviendo en España, hago en la oración de los fieles esta petición. «Por España, por su recristianización y unidad».
Una Sociedad laica se puede entender de dos maneras; en una, el principio de laicidad conlleva el respeto de cualquier confesión religiosa por parte del Estado, que asegura el libre ejercicio de las actividades del culto, espirituales, culturales y caritativas de las diversas comunidades de creyentes, laicismo que evidentemente es absolutamente digno de respeto.
Pero desgraciadamente también existe otro tipo de laicidad agresiva e intolerante, y así, no hace mucho leí a un destacado dirigente político esta frase: «Si avanza el laicismo, la sociedad avanza». De esta frase no es difícil deducir, como así sucede, un rechazo expreso y explícito de la Iglesia y de Dios, al que simplemente se le expulsa o se le declara «persona no grata» en la vida pública. No es que se declare la autonomía de la vida política, sino su absoluta y total independencia de Dios.
Ahora bien, ¿cómo se entiende este tipo de laicismo?: Para el Diccionario de la Real Academia por laicismo se entiende la «doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, de toda influencia eclesiástica o religiosa».
Sobre este laicismo, el «Compendio de Doctrina Social de la Iglesia», en su número 572, nos dice: «Por desgracia todavía permanecen, también en las sociedades democráticas, expresiones de un laicismo intolerante, que obstaculizan todo tipo de relevancia política y cultural de la fe, buscando descalificar el compromiso social y político de los cristianos sólo porque éstos se reconocen en las verdades que la Iglesia enseña y obedecen al deber moral de ser coherentes con la propia conciencia; se llega incluso a la negación más radical de la misma ética natural».
Pero es también muy peligroso otro tipo de laicismo no militante, de no querer problemas, de pasar de todo, de no comprometerse. Siempre he pensado en tantísimos alemanes, que no quisieron comprometerse, e intentaron pasar de la Política, pero la Política no pasó de ellos y vieron sus vidas arruinadas por el nazismo.
En España nuestra Sociedad está pasando de Dios, y eso no es precisamente bueno. El relativismo, lo correcto políticamente, el marxismo, el comunismo y la ideología de género campan a sus anchas. Jesucristo ya nos advirtió: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5), y es que sin Dios no vamos a ninguna parte, y estamos empeñados en prescindir de Dios. No nos olvidemos, como nos recordaba el Parlamento europeo el 13 de Septiembre del 2019 con una mayoría de más del ochenta por ciento que nazismo y comunismo son dos ideología criminales y totalitarias, causantes de muchos millones de muertos en el siglo pasado. San Pablo nos recuerda que quien prescinde de Dios, cae en toda clase de aberraciones (cf. Rom 1,18-32). No olvidemos que «la miseria más peligrosa, causa de todas las demás: (es) la lejanía de Dios, la presunción de poder prescindir de Él» (Papa Francisco, 20-12-2014).
Pío XI en su Encíclica de 1937 contra los nazis alemanes «Mit brennender Sorgde» dijo estas palabras, entonces proféticas, hoy descripción de una realidad: «34. Sobre la fe en Dios, genuina y pura, se funda la moralidad del género humano. Todos los intentos de separar la doctrina del orden moral de la base granítica de la fe, para reconstruirla sobre la arena movediza de normas humanas, conducen, pronto o tarde, a los individuos y a las naciones a la decadencia moral. El necio que dice en su corazón: No hay Dios, se encamina a la corrupción moral (Sal 13[14],1). Y estos necios, que presumen separar la moral de la religión, constituyen hoy legión. No se percatan, o no quieren percatarse, de que, el desterrar de las escuelas y de la educación la enseñanza confesional, o sea, la noción clara y precisa del cristianismo, impidiéndola contribuir a la formación de la sociedad y de la vida pública, es caminar al empobrecimiento y decadencia moral». Mucho me temo que socialistas y comunistas nos quieren llevar en esa dirección.
¿Cómo salir del atolladero? Por de pronto creo en el valor de la oración y en la receta que San Juan XXIII y Santa Teresa de Calcuta dieron a dos personas que se les quejaban de lo mal que estaba el mundo: «Tiene Vd. razón, pero vamos a hacer una cosa para mejorar el mundo. Vd. y yo vamos a ser dos buenas personas. Así habrá dos sinvergüenzas menos». Y cuando nos sintamos muy descorazonados recordemos no sólo la Pasión de Cristo, sino que Dios escribe derecho con renglones torcidos.
Pedro Trevijano

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