Radix, es una palabra
latina cuya traducción (raíz, origen o inicio) aparece aplicada al Mesías que
esperaban los judíos, como para indicar que este «Mesías», esperado por
generaciones.
Por: P. Carlos Calatayud, L.C. | Fuente: Gama - Virtudes y Valores
Radix, es una palabra latina cuya traducción (raíz, origen o inicio) aparece aplicada al
Mesías que esperaban los judíos, como para indicar que este «Mesías», esperado por generaciones enteras, tiene
una genealogía que lo avala como tal.
En el libro bíblico de Isaías (11,10) se lee: «Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para
estandarte de pueblos…».
Este término «raíz
de Jesé» es clásico en la cristiandad… pero muchos no saben su
significado.
¿Quién era Jesé? Era un pastor judío cuyo hijo llegó a ser rey. Nos estamos refiriendo, nada menos que al padre del rey David, escogido por Dios para sustituir a otro rey que se volvió indigno ante Dios: Saúl.
¿Quién era Jesé? Era un pastor judío cuyo hijo llegó a ser rey. Nos estamos refiriendo, nada menos que al padre del rey David, escogido por Dios para sustituir a otro rey que se volvió indigno ante Dios: Saúl.
En la ciudad española de Burgos, dentro de la
hermosa catedral gótica, se encuentra una capilla dedicada a Santa Ana, la
madre de la Virgen María. En ella se puede admirar un impresionante retablo de
casi diez metros de altura lleno de figuras bíblicas. Data del siglo XV y es
obra de un artista famoso por aquellos años, llamado Gil de Siloé. En medio del
retablo de madera chapeada en oro, se observa un anciano acostado que, al
parecer, duerme plácidamente. Sobre su pecho se observan unas raíces que
arraigan en él y de las cuales brota un grueso tronco que se abre en varias
ramas elevadas hacia las alturas. De las ramas, cual frutos, brotan muchos
hombres coronados (son los reyes de Israel). Al centro del árbol, y en dos
enormes figuras que dominan la escena central, se encuentran unos esposos en
actitud de abrazarse, son Joaquín y Ana, los padres de la Virgen (y, por lo
tanto, los abuelos de Jesús). En la cúspide del retablo, se encuentra, sentada
en un hermoso trono regio, María, con el niño Jesús (aún bebé) en brazos.
He querido describir esta esplendorosa obra con
vestigios románicos y góticos porque nos ayuda a entender el significado del
término «raíz de Jesé» (en ocasiones se oye
también el término «vara de Jesé»).
Para nosotros, “hombres
modernos” la cuestión de las genealogías no tiene gran importancia. ¿A qué mecánico español puede interesarle en lo más
mínimo el saber si en su árbol genealógico se encuentra alguna relación con el
Rey Alfonso X “el Sabio”, una de las figuras más destacadas en la historia de
la literatura del Medioevo y que fue rey de Castilla en 1252… pero que murió en
1284? Si tuviésemos un famoso antepasado, lo diremos en alguna tertulia
a modo de curiosidad, pero no esperaremos que ello redunde en honores para
nosotros… porque no ocurrirá.
Sin embargo en oriente el recuerdo de los
antepasados tiene gran valor. Monseñor François Nguyen Van Thuan, un conocido
obispo vietnamita fallecido en olor de santidad y que predicó el año 2000 unos
ejercicios espirituales a Su Santidad Juan Pablo II, dice al respecto: «Según nuestra cultura, guardamos con piedad y de¬voción
en el altar doméstico el libro de nuestra genealogía familiar. Yo mismo conozco
los nombres de 14 generaciones de mis antepasados, desde 1698, cuando mi
familia recibió el santo bautismo».
A través de la genealogía nos damos cuenta de
que pertenecemos a una historia que nos sobrepasa y podemos conocer mejor el
sentido de nuestra propia historia. Es por eso que los Evangelistas Mateo y
Lucas, por caminos diversos, buscan darle a Cristo una genealogía que nos puede
parecer poco interesante porque la mayoría de los nombres que allí se
encuentran nos son desconocidos, pero, si la estudiamos a fondo, descubriremos –y
esto es lo esencial- que Cristo fue «uno de nosotros».
Mateo, en su genealogía, parte desde Abraham
para llegar a Jesús, mientras que Lucas prefiere ir desde Jesús y llega hasta
Adán. Jesús, en sus antepasados, tiene a los grandes héroes de la historia de
Israel (Abraham, Isaac, Jacob). De la misma “raíz
de Jesé”, brotaron grandes hombres de la historia de Israel, como su
hijo David, que, sin embargo fue también pecador, pues le robó la esposa a uno
de sus fieles soldados (a Urías, el hitita). Y aquí entramos en otro dato
interesante de la genealogía de Cristo: muchos de
sus antepasados fueron también pecadores.
Por ejemplo, un dato interesante de las
genealogías antiguas es el hecho de que no se mencionaban nombres de mujeres
sino que siempre se fijaban en la línea paterna… pero en la genealogía que
ofrece Mateo aparecen cuatro mujeres (y no muy santas). Tamar se hizo pasar por
mujer de mala vida con tal de tener un hijo de Judá, suegro suyo, Rajab lo era “de profesión”. Rut fue moabita (o sea “no judía”) y había adorado a dioses extranjeros
en su juventud. Betsabé, la madre de Salomón es la que fuera esposa de Urías y
que cometió adulterio con David… los varones que nos ponen en la lista tampoco
salen bien parados, de entre los reyes mencionados, sólo dos fueron fieles a
Yahvé (Salatiel y Zorobabel) los demás fueron pecadores o desconocidos.
Lo que nos quiere decir el Evangelio, es que
Cristo quiso tener un pasado propio de hombres… se hizo hombre realmente,
desciende de héroes y de pecadores, no rehuyó una historia como la nuestra.
Sin embargo, como dijimos antes, en la cúspide
de ese árbol genealógico se encuentra María… la santa por excelencia. Ella se
alzó como castillo inalcanzable ante el pecado y fue la cúspide de la
descendencia de Jesé: de Ella nació Jesús, el salvador.
Bellísimas son las palabras
que dedica el gran Quevedo a la Virgen María «En su nacimiento»:
Aunque me miráis tan niña,
Soy más antigua que el tiempo, Mucho más que las edades Y
que los cuatro elementos.
Del Principio fui creada,
Que es sumo Dios eterno, Y el primer lugar tuve Después
del Sagrado Verbo.
Es decir, la raíz última de
Cristo (y de María), fue el designio amoroso de Dios…
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