Y tú, ¿todavía
guardas resentimientos?
Por: Solange Paredes | Fuente: Catholic-link.com
Seamos honestos, ¿quién
de nosotros no ha sentido alguna vez resentimiento? Una persona vino,
nos hizo daño y se fue (o peor aún, no se fue sino que sigue en nuestras vidas,
vive con nosotros ¡es familia! ¡Eres tú mismo!).
En este video, Crystalina Evert nos da testimonio de lo que
significó para ella pasar por el proceso de sanación con la ayuda del mejor
médico, nuestro Dios. Un proceso
largo, desafiante y hasta doloroso porque nos insta a abrir los ojos, a ya no
ignorar nuestra realidad, a dejar de anestesiarnos por la rutina – esa misma de
la cual nos quejamos y que, sin embargo, usamos como excusa para no encarar lo
que hay en nuestro corazón.
Es este mismo adormecimiento social el que nos
facilita ir almacenando dolor y resentimiento sin siquiera darnos cuenta,
pequeñas cosas que se van apilando y que se van convirtiendo en heridas dolorosamente
abiertas. Por supuesto, este apilamiento no puede ser eterno, esas mismas
heridas que por cobardía decidimos ignorar, con el tiempo nos traicionan
descaradamente y se hacen visibles, amargamente omnipresentes en nuestra vida,
lo invaden todo: son heridas que destilan solamente enojo y desamor.
Es en ese momento que nos tenemos que preguntar:
¿Cómo nos hemos permitido llegar hasta ahí? ¿Por
qué se nos hace difícil entender o simplemente perdonar a los demás, incluso a
nosotros mismos? ¿Es que acaso desconocemos el amor de nuestro Dios?
Ese amor que nos perdona cada vez que regresamos a Él arrepentidos. Ese
Dios que nos enseña a orar diciendo: Perdona nuestras ofensas COMO TAMBIÉN nosotros perdonamos a los que nos
ofenden (Mt.6,12). ¿Cómo podemos ir a confesarnos
teniendo rencor, guardando resentimientos? Recordemos que la
misericordia de Dios no puede penetrar en nuestro corazón si no hemos sabido
perdonar a nuestros enemigos, a ejemplo y con la ayuda de Cristo (Catecismo,
2862).
«El corazón que se ofrece
al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria
transformando la ofensa en intercesión» (Catecismo 2843).
¿Sentir dolor después de la
ofensa? Por supuesto, ¡es natural! La palabra clave es dolor, no rencor. El dolor solo lo podrá curar ése quien es El
Amor. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el
corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y
purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión (Catecismo 2843). En
efecto, en nosotros está tener la mínima decencia de entregarle a nuestro Señor
nuestra intención de perdonar. Algo tan simple y honesto como decir: “Aunque ahora siento que no puedo perdonar, por amor a
Ti, quiero perdonar” es todo lo que Dios necesita para actuar. Fue esto
precisamente, lo que Crystalina hizo. Fue al Santísimo, estuvo en adoración y
dejó en ese altar toda su carga. Así es como nuestro Dios, con ese verdadero
amor de Padre, nos toma de la mano con paciencia, nos fortalece para que
confrontemos nuestras miserias, nos muestra por fin aquello que está mal y lo
cura…para siempre.
Igualmente, si las heridas fueron ocasionadas
por nosotros mismos, tengamos presente una de las promesas de la Divina
Misericordia: “Ningún alma que ha invocado Mi
misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco
particularmente en el alma que confía en Mi bondad” (Diario, 1541). Ahora
pues, si contamos con un Dios que nos ama y se deleita en compartir con
nosotros Su misericordia, y más aún, nos espera para perdonarnos por medio de
la confesión y nos da Su propio corazón en la Eucaristía, ¿Cómo se entiende un católico que guarde rencor? ¿Que
llene su vida con resentimiento? Sólo aquel que ha conocido el verdadero
perdón de Dios, será capaz de perdonar.
Y tú,
¿todavía guardas resentimientos?
¿Te has dado cuenta de lo que significa la confesión y todo lo que implica?
¿Hace cuánto que te has ido a confesar?
DINÁMICA:
En grupos se pueden discutir las preguntas formuladas arriba. y otra: Si el perdón es la cumbre de la oración cristiana ¿somos cristianos consecuentes con nuestra fe?
En grupos se pueden discutir las preguntas formuladas arriba. y otra: Si el perdón es la cumbre de la oración cristiana ¿somos cristianos consecuentes con nuestra fe?
No hay comentarios:
Publicar un comentario