Nuestro mayor
problema hoy es vivir en una superficialidad, separados de lo profundamente
esencial.
Por: Monseñor Jorge De los Santos | Fuente: elpueblocatolico.com
Se habla a veces de manera tan superficial sobre
las cuestiones más importantes de la vida, y se opina con tal ignorancia sobre
la religión, que ahora se hace necesario aclarar, incluso, las cosas más
elementales como el ¿qué significa creer en Dios?
A los cristianos de hoy nos toca vivir en un
mundo en el que muchos hombres han desplazado a Dios de su vida y viven como si
Dios no existiera; bastantes incluso niegan explícitamente su existencia. La
increencia, la indiferencia, el ateísmo, nos rodean y acechan nuestra vida de
fe.
Cuando una persona habla “desde fuera”, sin conocer por experiencia personal lo que es
creer en Dios, piensa: Creo que Dios existe, pero no lo puedo asegurar. Sin
embargo, para el que vive desde la fe, creer en Dios es otra cosa. Cuando el
creyente dice a Dios “yo creo en Ti”, está
diciendo: “No estoy solo, Tú estás en mi origen y
en mi destino último; Tú me conoces y me amas; no me dejarás nunca abandonado,
en Ti apoyo mi existencia; nada ni nadie podrá separarme de tu amor y
comprensión”.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice “Por su revelación, «Dios invisible habla a los hombres
como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la
comunicación consigo y recibirlos en su compañía» (DV 2). La respuesta
adecuada a esta invitación es la fe.
Por la fe, el hombre somete completamente su
inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su
asentimiento a Dios que revela (cf. DV
5). La sagrada Escritura llama «obediencia de la fe» a esta respuesta del
hombre a Dios que revela”.
Entonces, la fe es la respuesta del hombre a la
revelación divina. Dios ha querido comunicarse a sí mismo, darse a conocer,
para invitar a los hombres a participar de la vida divina. A través de la
mediación de la Iglesia, la revelación divina llega a nosotros. En el creer se
manifiestan la confianza, la obediencia y la entrega. Esto lo podemos ver
reflejado en los grandes personajes de la Sagrada Escritura. Como en Abraham,
que al escuchar lo que Dios le pedía lo puso en práctica, en la Virgen María
que igualmente escucha y obedece.
Le creemos a Dios. La fe se fundamenta, en la
autoridad de Dios que se revela a sí mismo, Dios ni se engaña ni nos engaña, su
autoridad es la autoridad de la Verdad. Creemos a Dios y creemos en Dios,
porque Él constituye el centro y el contenido de la fe. La revelación divina
nos da a conocer, ante todo, el Misterio que es Dios, en el cual el hombre
encuentra la salvación.
Por eso, para creer, lo decisivo no son las
“pruebas” a favor o en contra de la existencia de Dios, sino la postura
interior que uno adopta ante el misterio último de la vida. Nuestro mayor
problema hoy es no vivir desde el fondo de nuestro ser. Vivimos por lo general,
en una superficialidad, separados de lo profundamente esencial.
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