viernes, 1 de noviembre de 2019

PEDRO SUÁREZ -VERTIZ


Estaba en cuarto de media. Tenía 15 años y me burlaba de todos los que separaban pareja para la fiesta desde abril. Me parecía una gansada tener que asegurarse con tanta antelación. Como si uno fuese un indeseable.
Mis amigos me decían que debía hacerlo ya. Todas mis compañeras de promoción también conseguían parejas temprano. Generalmente mayores, universitarios. Yo era un músico respetado en mi colegio, miembro de la banda Paranoia, amigo de todos. Mi papá era un tipo muy conocido en Lima, con muchos amigos y amigas con hijas bien bonitas y gentiles. Mi panorama de opciones era realmente amplio.
Es más, según yo, debía tomarme el tiempo de ver quien realmente me convenía entre tantas personas.
Tenía un amigo coleccionista de música Beto “Chochi” Solís. Flamante herencia repitente de la promocion superior. Todo mi colegio era coleccionista de música. Todos paraban en Miguel Dasso. Todos escuchaban Doble Nueve y todos vivían adictos al Club de Discos y Cassettes Sears.
Él era uno de ellos y también pensaba como yo. Hasta que dijo “Ya estamos en octubre compadre, sigues pensando que todavía no es momento?” . Yo le decía que no sea carnero, que no haga lo que todo el mundo. Que ¿qué pasaba si escogía y luego encontraba a alguien más divertida? Así lo tenía al pobre. Convencido de que todo se iba arreglar.
Llegamos a finales de noviembre y recién decidí buscar mi pareja. Las 3 primeras no pudieron. Ya tenían compromisos. Las 2 siguientes tenían enamorado nuevo. Todas las demás por una u otra razón tampoco podían. Chochi quiso cooperar pero nadie de su edificio aceptó y sus primas tampoco estaban disponibles.
La verdad me asusté. Pero faltaban todavía 2 semanas. Sin embargo una a una, como si fuera una película, nos decían que no podían. Parecía que se habían puesto de acuerdo. En las postrimerías del año se hacía más difícil todo. Nadie aceptaba.
Ya en la noche de la víspera, rendidos, y con Chochi repitiéndome constantemente “Seremos la burla de por vida” terminamos sentados en un murito de mi calle. En la esquina con la avenida Conquistadores. Justo al frente del departamento de la actriz Mirna Bracamonte.
Ella llegó justo en esos momentos. Al vernos así me llamó. Levante la cabeza y me dijo “Están bien?” y yo le explique toda la historia. Ella dijo secamente “Vengan”. La seguimos pensando en que nos iba a dar una refresco o unas palabras de consuelo y subimos a su gran departamento.
Abrió la puerta y desde la sala gritó “Ana, Paty” y salieron sus dos guapas hijas mayores. “Mañana acompañan a Pedro y su amigo a su fiesta de pre” y yo dije “Pero ellas tienen enamorado” Ella contestó “Yo me encargo, tranquilos”.
Al día siguiente un renacido Chochi sacó su camioneta verde Opel de 1967, con la que su familia distribuía jamones rellenos en San Isidro, y enfundados en nuestros ternos de la confirmación recogimos a mis amigas que nos hicieron el favor de acompañarnos.
Hasta hoy recuerdo sus caras al vernos recogiéndolas en un auto de reparto. Educadas y dulces, no se hicieron problema y subieron haciendo equilibrio para no irse de espaldas, ya que la camioneta no llevaba respaldares.
Pero la pasamos increíble. Al mismísimo día siguiente quedé con una amiga de ellas para que sea mi pareja de prom para el año siguiente. Aprendí mi lección.
Al final milagrosamente, conseguimos ir a nuestra fiesta flamantemente acompañados gracias a la inolvidable gentileza de Mirna Bracamonte y sus hijas. Esa inesperada generosidad solo puede salir de un corazón inspirado. De una verdadera artista.
Más historias en mi libro “La vida me bien” de Editorial Planeta.
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Buenos días amigos y feliz viernes para todos.

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