5 aspectos de
nuestra vida que debemos mejorar para ser ese esposo o esposa ideal.
Por: Andrés D' Angelo | Fuente: Catholic-link.com
El romanticismo mata al
amor. Las
películas románticas nos presentan al amor como una especie de llave mágica que
abre las puertas de todos los corazones humanos y resuelve todos los problemas.
Al principio de casi todas las historias de amor puede parecer así, porque
estamos en un estado que conocemos como “enamoramiento”.
¿Qué es el enamoramiento? Una
poeta americana lo definió como “una estafa
neuroquímica”. Durante este vivimos en un estado “ideal” aparente: la mujer se
siente constantemente halagada por las cortesías de su enamorado. Él se
siente el hombre más afortunado del mundo porque la mujer más bella del
universo le prestó atención, y todo parece un cuento de hadas. Pero claro, en
todo cuento de hadas hay una bruja y un ogro, que mientras se gesta el cuento
de hadas, están durmiendo, pero que luego van a querer despertar
indefectiblemente una vez que se hayan casado.
Durante el enamoramiento estamos en un estado de
excepción. Dicen que el cerebro funciona toda la vida hasta que nos enamoramos.
Y tiene bastante razón. El cerebro enamorado es parecido al cerebro de un adicto
a la cocaína, de acuerdo a un estudio realizado por Helen Fischer. El sistema
de recompensas de una persona enamorada funciona en modo similar al de un
adicto: cuanto más tiene, más quiere. Esta “anomalía
cerebral” es la que provoca que cuando alguien nos advierte sobre los
defectos de nuestro posible futuro cónyuge, reaccionemos casi siempre
violentamente. ¿Cómo va a ser imperfecto, si es el
hombre más caballeroso del mundo? ¿Cómo va a ser imperfecta si es la mujer más
hermosa del mundo? Nos negamos a ver la realidad porque la fantasía es
mucho más atractiva. Pero este estado no dura para siempre, y cuando pasa,
“las escamas caen de nuestros ojos” y nos
encontramos con la “estafa neuroquímica”, parece
que hemos caído en una trampa mortal para “cazarnos”
más que “casarnos”.
¿Cómo podemos hacer para
evitar estas “sorpresas” que suceden cuando pasa el encanto del enamoramiento?
Pues preparándonos nosotros mismos para no “dar” esas sorpresas, y rezando por nuestro futuro
cónyuge para que también pueda prepararse. Me explico: todos
queremos un amor incondicional, que esté en las buenas y en las malas, que esté
siempre de buen humor y que nos soporte en salud y en enfermedad, en
prosperidad y en adversidad hasta que la muerte nos separe. Cuando
pensamos en nuestro futuro, estamos segurísimos de que eso es lo que merecemos.
Pero sucede un problema: para poder recibir ese
amor, tenemos que estar dispuestos a dar un amor incondicional, que esté en las
buenas y en las malas, que esté siempre de buen humor y que soporte al otro en
salud y en enfermedad, en prosperidad y en adversidad hasta que la muerte nos
separe. Queremos a un futuro cónyuge ideal, pero no estamos muy
dispuestos a ser ese cónyuge ideal.
Es claro entonces que antes
de pensar en lo que vamos a recibir en nuestra relación, nos enfoquemos en lo
que vamos a dar. «Amar es
dar sin pensar en recibir» dice el dicho popular, probablemente basado
en lo que decía Jesús y que san Lucas cita en Hechos 20, 35: «Hay más alegría en dar que en recibir”»
¿Y cómo nos preparamos para
tener una buena relación? ¿Cómo hacemos para ser ese futuro esposo o esposa
ideal? ¡Hay muchísimas recetas!, pero hoy quiero enfocarme en algunos aspectos
que luego de casados generan la mayor parte de los conflictos. Estos aspectos
de la vida de relación pueden parecer irrelevantes, pero requieren de mucho
autodominio y mucha oración, así que, si ves que tienes alguno de ellos algo
descuidados, el momento de comenzar a trabajarlos es ¡ahora!
1. ¡DEJA YA DE QUEJARTE!
¿Por qué te quejas? ¿Qué
logras quejándote? Lo único que logras es que todos los otros se
pongan a la defensiva y que estés siempre buscando un culpable para todas tus
desgracias, tanto las reales como las imaginarias. En las relaciones
de pareja, la queja constante dificulta completamente la relación, en especial, cuando ya
están casadas, la convivencia. Especialmente las críticas que se expresan
descalificando, en segunda persona o que incluyen adverbios como “siempre” y “nunca”. Las
personas quejosas tienen una característica principal: no se hacen cargo de sus
dificultades y tienden a achacárselas a otros. Este tipo de personas no solo no
son felices, sino que hacen infelices a todos los que se les acercan.
2. ¡NO GUARDES RENCOR!
Atado a la anterior característica, las personas
rencorosas no dejan pasar ninguna ofensa. La persona rencorosa es aquella
persona que todos los días toma veneno y espera que los demás se mueran. Guardar rencor es mantener la ofensa alejada del perdón y valorar más el
orgullo propio que a la otra persona y a la relación. Muchas veces nos ofenden realmente, especialmente
las personas más cercanas y queridas, y cuanto más cercanas y queridas tanto
más duele, y muchas veces no nos piden perdón, aun sabiendo que faltaron contra
nosotros. ¿Qué podemos hacer? ¿Seguir ofendidos
para toda la vida? Si no eres capaz de perdonar, no una sino setenta
veces siete, es muy probable que todavía no estés “maduro”
para amar para toda la vida. Un buen matrimonio es la unión de dos
buenos perdonadores.
3. ¡NO TE QUEDES LO MEJOR PARA TI!
El egoísmo es una característica que hay que
tener revisada desde mucho antes de pensar en acercarse al sacramento del
matrimonio. Porque el sacramento nos puede dar la gracia de estado, pero no
hace magia. Una persona que piensa en sí misma antes que en el otro está
llamada a ser sumamente infeliz en el matrimonio. Puede parecer contradictorio.
Supongamos que Pablo, alguien que piensa primero en sí mismo se casa con Marta,
alguien que piensa primero en Pablo que en sí misma:
¡son dos personas pensando en Pablo! ¡La felicidad perfecta para Pablo! Y
sin embargo no es así. Puede ser que esa fantasía de felicidad dure unos meses,
pero el egoísmo termina convirtiendo a una relación que debería ser entre
iguales en una relación “amo – servidor”, y
el paso del tiempo hará que esa relación comience a resentirse. Como dije al
principio: cuanto más pensemos en nuestra propia felicidad, más
seguro es el camino al fracaso.
4. ¡DEJA YA DE JUSTIFICARTE Y COMIENZA A ESCUCHAR!
Tu punto de vista puede parecerte sumamente
interesante porque conoces todos los vericuetos de tu mente, y es seguro que
tienes una explicación razonable para todas las tonterías que haces. Pero
cuando te casas, las tonterías que haces ya no te afectan solo a ti, afectan
también a tu cónyuge. Y puede ser que en tu cabeza la explicación de (por
ejemplo) por qué gastaste la mitad del presupuesto de la familia en comprar
algo completamente innecesario pueda parecerte algo totalmente justificable.
Pero hay un detalle: tu dinero ya no es tu dinero,
es de ambos. Y tu cónyuge puede tener otra lista de prioridades que la
que tú tienes, tal vez mucho más razonable que la tuya. Así que, antes de hacer
cualquier cosa ¡comienza por consultar, escuchar y
aprende a dialogar! Dios nos dio el doble de oídos que de boca, así que
escucha el doble de lo que hables, y estarás por buen camino.
5. ¡DEJA YA LA PORNOGRAFÍA!
Y cuando digo la pornografía, hablo de toda la
basura que amigos “graciosos” nos mandan “solo por
embromar”. Una broma divertidísima, que puede costarnos la felicidad
conyugal. Porque la pornografía es denigrante, y denigra el amor humano. ¿Que la pornografía es un “crimen sin víctimas”? Las
actrices y actores pornográficos tienen una tasa de mortalidad altísima, por
las enfermedades de transmisión sexual pero también por la altísima exposición
a las drogas duras. Pero además, exponiéndote a esa “bromita”,
más temprano que tarde te acostumbrarás, y pretenderás
que eso que se ve en la pornografía es la “sexualidad normal” y el día que te cases, tendrás una visión tan
distorsionada de la sexualidad, que la sexualidad conyugal que está llamada a
ser la máxima expresión del amor para ti y
tu cónyuge, te parecerá aburrida y anodina.
Claro que todas estas cosas, ¡no son fáciles! Te tengo un secreto: el
matrimonio no es fácil. Parece mentira que yo, que escribí un libro que se
llama: “Matrimonio fácil para tiempos difíciles” diga
esto, pero no soy yo solo quien lo dice, san Francisco de Sales decía que: «El matrimonio ofrece las máximas oportunidades de
mortificación». O, como decía Chesterton: «El
matrimonio es una aventura, como ir a la guerra». Claro que no queremos
ir a la guerra, porque el enemigo más poderoso a vencer no es nuestro cónyuge,
sino nosotros mismos. Y cuando nos vencemos, y nos
donamos por entero al otro en la relación (porque para donarse hay que
poseerse, y para poseerse hay que vencerse)
entonces el matrimonio sí puede convertirse en fácil, no importa lo
difíciles que se pongan los tiempos.
Tal vez dirás: ¡Pero
yo no puedo hacer todo eso solo! Y, ¡claro que no! San Pablo lo dice: «Todo lo
puedo en aquél que me conforta». (Fil 4,13) Como decía san Agustín,
tenemos que «hacer lo que podemos y pedir lo que no
podemos», o, como decía san Ignacio, «actúa
como si todo dependiera de ti, confía como si todo dependiera de Dios».
Si todavía no tienes a tu pareja ideal, tal vez
no sea el momento de salir a buscarla. Para ser el “esposo
ideal”, y probablemente para encontrar a tu “pareja
ideal”, lo mejor es que revises estos cinco puntos, y veas cómo
calificas. Y si todavía no calificas, ¡antes de
buscarte un candidato o candidata, búscate un director espiritual! Y si
ya tienes pareja y se están preparando para casarse, revisen también esta
lista, tal vez todavía haya algunos ajustes de última hora que pueden hacer
para tener un buen matrimonio. Y si ya están casados, y tienen alguna de estas “piedras en el zapato”, ¡Es buen momento para detenerse,
quitarse los zapatos y trabajar para que la gracia del Sacramento pueda actuar!
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