Un comentarista
escribió algo así como que, mientras mis compañeros sacerdotes estaban por los
caminos para celebrar misa en los pueblos, yo estaba leyendo libros.
Por supuesto que lo que digan, en
la sección de comentarios, los trolls del régimen de Maduro o las personas con
problemas psiquiátricos es algo que no merece que pierda ni un segundo para dar
una respuesta por mi parte.
Ahora bien, después me vino a la
mente el pensamiento de que cuando yo muera, habrá mentes que recorrerán los
senderos de mis obras completas. La ocurrencia me animó mucho. Hay sacerdotes
que transitan los caminos para llegar a las almas. Mientras que yo, estático,
construyo una obra que será recorrida por almas creyentes y no creyentes.
Muchas o pocas, será la obra la que las atraerá.
Por supuesto que serán pocos los
que leerán entera mi obra integral. La mayoría recorrerán solo algunas regiones
de ella, explorarán, pasearán. De hecho, no sé de nadie que haya leído todas
mis novelas. Aunque sí que sé que mi querido corrector estilístico y de
erratas, ha debido leer el 90% de las novelas.
Creo que sí que hay un par de
personas que me dijeron que se leyeron la Opera
Forteniana Daemoniaca entera. Eso
ya no es solo una cuestión de tener interés, requiere hacer un plan a largo
plazo.
Siempre he tenido muy claro que
los sacerdotes no pueden dedicarse solo a celebrar misas. El bien de las almas
requiere de otras acciones. Reconozco que la labor a la que me he dedicado es
inusual y que atrae un cierto nivel de crítica. Tanta cuanto alguien piense que
descuido otras ocupaciones, las pastorales.
Los pobres párrocos a pie o en
mula, bajo la lluvia, por enlodados caminos... Sí, pero mis caminos literarios
pueden estar mucho más enlodados y ser bastante más laberínticos y todo inmerso
en una niebla propia de Stephen King.
P. FORTEA
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