Está bajo vigilancia y no puede realizar
actividades religiosas
Mons. Shao
Zhumin, obispo de la diócesis de Wenzhou (China), detenido en repetidas
ocasiones por negarse a unirse a la Iglesia Patriótica Católica, se encuentra
de nuevo bajo vigilancia y se le ha prohibido realizar actividades religiosas.
(Bitter
Winter/InfoCatólica) El 4 de octubre de este año, se cumplió el décimo aniversario de la
muerte de Lin Xili, el exobispo de Wenzhou.
El difunto obispo pasó 16 años en campos de trabajo forzado a causa de su fe, y
unos años antes de su muerte, a pesar de que se encontraba enfermo y no podía
moverse, comenzó a ser constantemente vigilado por la policía.
A fines de septiembre, días
antes del aniversario, la Agencia de Asuntos
Religiosos de la ciudad de Wenzhou, en la provincia oriental de
Zhejiang, envió personal de seguridad nacional para que
detuvieran al actual obispo de la diócesis de Wenzhou, Mons. Shao
Zhumin, para ser sometido a adoctrinamiento forzado.
Tras la detención del obispo,
los funcionarios prohibieron que la persona a cargo de
la iglesia católica local le rindiera homenaje al obispo Lin Xili, alegando que «era un
obispo ilegal que no había sido reconocido por el Gobierno». Se
prohibieron todas las actividades conmemorativas en su tumba, y los
funcionarios amenazaron a los creyentes afirmando que, si dichas órdenes
no eran acatadas, la tumba sería destruida.
Según un católico local, al
obispo Shao no se le permitió regresar a su hogar hasta el 8 de octubre.
Esta no es la primera vez que
las autoridades detienen al obispo Shao. Dos meses después de la firma del
acuerdo entre China y el Vaticano, fue secuestrado por la policía y
adoctrinado en aislamiento durante más de diez días. Tales operaciones
de secuestro a menudo son llamadas «períodos de vacaciones» por el
Gobierno.
Antes del secuestro llevado a
cabo en noviembre de 2018, el obispo Shao Zhumin había
sido arrestado al menos cinco veces. Su detención del 2017 duró siete meses, y el
Vaticano emitió un comunicado donde expresaba las «graves preocupaciones» del Papa, afirmando que la Santa
Sede se sentía «profundamente entristecida».
«El Partido
Comunista Chino (PCCh) siempre teme que su régimen no se mantenga estable, y el Gobierno
vive en un estado de pánico extremo. Es por eso que toma medidas enérgicas
contra las religiones. Es, en esencia, el diablo», comentó un miembro del clero
local que solicitó permanecer en el anonimato.
Varios meses antes de que el
obispo Shao fuera detenido, la Agencia de Asuntos Religiosos local le prohibió
abandonar la ciudad de Wenzhou e instaló un rastreador en su automóvil para
monitorearlo. El PCCh también lo presionó para que se uniera a
la Asociación Patriótica Católica China (APCC).
En
el mes de julio se cortó el suministro de agua y electricidad de la iglesia de la diócesis de Wenzhou y se
sellaron sus puertas. El Gobierno local le ordenó al obispo Shao que no
organizara ninguna reunión a menos que la iglesia se uniera a la APCC.
A principios de septiembre,
funcionarios de la Agencia de Asuntos Religiosos local anunciaron que planeaban
establecer un comité administrativo para la Iglesia católica de la diócesis de
Wenzhou y le propusieron al Obispo Shao que se convirtiera en su director, intentando persuadirlo para que firmara un acuerdo de
adhesión a la APCC. El obispo Shao rechazó la oferta firmemente.
Un sacerdote de la diócesis
comentó que el comité administrativo y la APCC poseen la misma naturaleza, y
que ambos están controlados por el PCCh. Añadió que el obispo Shao de
ninguna manera guiaría a los objetores de conciencia católicos a
unirse a la APCC.
«Al hacer que
nos unamos a la APCC, el Gobierno nos está engañando de manera maliciosa.
Una vez que lo hagamos, tendremos que acatar sus órdenes. El mismo utilizará
numerosas regulaciones, reglas y políticas para controlarnos. No solo seremos
privados de nuestra libertad, sino que la naturaleza de nuestra fe se irá
deteriorando», afirmó el sacerdote. «El Gobierno intenta transformarnos en
‘cristianos sinizados’ que obedecen al Partido Comunista y,
finalmente, erradicar nuestra fe».
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