A finales de los años 70, San Juan Pablo II
acababa de ser electo y su primera salida del Vaticano la hizo con un sombrero
negro y vestido como un sacerdote cualquiera. Solo lo acompañó su secretario.
Sin embargo, las “escapadas” más famosas fueron las que hacía hacia las
montañas para caminar o para rezar solo en medio de la naturaleza.
Los primeros veranos en Castel Gandolfo, el Papa Wojtyla estudiaba y
recibía a sus amigos e intelectuales de Polonia para irse con ellos a las
montañas vecinas. Muchos de la zona sabían que el Pontífice salía en un auto
sentado en el asiento de atrás leyendo el periódico para cubrirse el rostro.
A veces, luego de que la imagen del Papa se hiciera familiar para todos
los lugareños, algún niño lo reconocía en la pista de ski, pero él, vestido de
negro y con los implementos de ese deporte, decía que no era el Papa,
acariciaba al pequeño y seguía su descenso.
En otras ocasiones se escapaba al mar, a Santa Severa, a la casa de los
frailes franciscanos polacos. Nadie se debe cuenta y nadie lo sabía excepto sus
anfitriones.
Así, en los montes Abruzzos cerca a Castel Gandolfo muchos conservan
celosamente el recuerdo de los “viajes del Papa” llenos
de oraciones y paseos. Tanto así que en la capilla de San Pietro della Genga se
custodia algunas reliquias del Santo Pontífice.
También del Papa San Juan XXIII se cuenta
que salía a escondidas del Vaticano y
que se iba a encontrar con algunos amigos que vivía fuera de sus muros. Amaba
el contacto con la gente y salía a pasear en los jardines vaticanos sin avisar,
acercándose a los jardineros y operarios para intercambiar algunas palabras y
entender mejor cómo era realmente la “vida
vaticana”.
En el año 2005 y pocos después de su elección, Benedicto XVI salió del Vaticano para visitar sorpresivamente el café romano que frecuentaba cada mañana para
despedirse de los meseros que por años lo atendieron. Acudió vestido con una
sotana negra.
Es cierto que el entusiasmo argentino del Papa Francisco y la época de las redes sociales han cambiado
también la discreta pasión de los Papas por las salidas no oficiales.
A Francisco le gusta sorprender, los selfies y los encuentros populares.
Como los paseos en la montaña de Juan Pablo II y las conversaciones de Juan
XXIII, para Francisco crear
sorpresa es un modo de sentirse libre.
POR ANGELA
AMBROGETTI | ACI Prensa
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