Vale la pena unirse
a los inquietos que preguntan e investigan asuntos de importancia.
Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net
Uno de los retos más maravillosos y más difíciles consiste en buscar la
verdad en serio, cueste lo que cueste, sin miedos y sin pactos con el
relativismo.
Es un reto que no todos asumen. Algunos prefieren, ante una discusión
apasionada, mantener distancias y evitarse problemas. ¿Para
qué tantas investigaciones, si uno puede vivir tranquilo también entre errores?
Otros consideran que nadie estaría más cerca de la verdad que otros,
sino que cada uno alcanzaría su porción de verdad, por lo que no tendría
sentido discutir sobre lo que sea mejor o peor respecto de tantas opiniones
diferentes.
Pero también hay otros que no descansan hasta que avancen, aunque sea
mínimamente, hacia la verdad. Porque saben que hay errores que se pagan caros,
y porque lo verdadero abre espacios al bien que tanto deseamos.
Por eso, los buscadores de la verdad no están satisfechos con lo que
dicen la prensa, la radio, la televisión, los blogs, los libros, Wikipedia, y
tantas y tantas voces que repiten afirmaciones sin garantías de verdad.
Al contrario, cuando escuchan algo nuevo saben evaluarlo en su mayor o
menor claridad, separan lo que tiene buenos avales de lo que son conjeturas,
despiertan el deseo natural de ir más a fondo en la comprensión del tema que
tienen ante sus ojos.
No resulta fácil, en un mundo ahogado por las prisas, invertir fuerzas
de la mente y de la voluntad en búsquedas a veces llenas de obstáculos. Pero
ante tantas noticias falsas, mentiras que giran rápidamente y propagandas
engañosas, vale la pena unirse a los inquietos que preguntan e investigan
asuntos de importancia.
También en el siglo XXI, como en otros momentos de la historia humana,
buscadores de la verdad denuncian mentiras, señalan abusos, reconocen
manipulaciones, avisan sobre engaños que pueden ser dañinos, siguen abiertos a
nuevas búsquedas.
Esos buscadores de la verdad estimulan a otros, cercanos o lejanos, a
ponerse en camino, a vencer la modorra, a superar el conformismo, y a
introducirse en el esfuerzo, tan humano y tan solidario, de avanzar un poco en
ese camino que deja atrás lo falso y que vislumbra mejor lo verdadero.
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