A mí me enseñaron en
Filosofía lo siguiente: «contra el hecho no valen argumentos», y cada día hay
más personas en todo el mundo que partiendo de la homosexualidad han llegado a
la heterosexualidad.
Las dos revistas
científicas de más prestigio mundial son Science y Nature.
Publicar un artículo en cualquiera de ellas significa consagrarse como
científico.
Pues bien, en el ABC del 30 de
Agosto leo un artículo firmado por N. Rodríguez de Castro en el que hace
referencia a un trabajo publicado por la revista Science, en el que se nos dice que en la mayor investigación internacional
realizada hasta la fecha, muestra que las variantes genéticas de una
persona no predicen de manera significativa si se tendrá una orientación sexual
determinada. Influyen los genes, pero también el entorno del
individuo. No existe el gen gay. La genética es un factor contribuyente, pero
que sin embargo no explica todo el comportamiento sexual.
En el 2013 escribí un libro,
publicado en Libros Libres, titulado “¿Puede
tener esperanza el homosexual?, en el que sobre las causas de la
homosexualidad escribía:
a) hipótesis genética, Para
Francis C. Collins, que fue director del proyecto Genoma Humano: "Un área de interés público especialmente fuerte es
la base genética de la homosexualidad. La evidencia en estudios de gemelos
demuestra que hay factores heredables que juegan un papel en la homosexualidad
masculina. Sin embargo, la posibilidad de que el gemelo idéntico de un hombre
homosexual también sea gay es de sólo un 20% (la posibilidad de que un hombre
al azar sea gay es entre un 2 y 4%). Esto indica que la orientación sexual
tiene influencia genética pero no viene incrustada en el ADN y como quiera que
los genes estén implicados es mediante predisposiciones y no
predeterminaciones". Es decir: influye,
pero no determina;
b) hipótesis biológica, pues se dice que los varones
heterosexuales tienen más desarrollada que los varones homosexuales y que las
mujeres una de las zonas del hipotálamo, lo que daría a la homosexualidad una
base biológica y neuronal, pero también investigaciones recientes afirman que
no hay motivo para admitir la existencia de una homosexualidad transmitida
hereditariamente. El estudio al que hemos hecho referencia descarta la
existencia del gen gay;
c) hipótesis psicodinámica, con
fijación en la madre y pérdida de la figura paterna y en las mujeres el no
abandono de la fijación en la madre;
d) hipótesis ambiental, muy
relacionada con la anterior, cargando el acento en la baja estima propia debida
especialmente a experiencias infantiles en el seno de la familia nuclear,
conductas de rechazo por los compañeros, no conformidad con el propio sexo en
la niñez y las preferencias homosexuales en la adolescencia; dándose más
fácilmente en familias conflictivas. Los motivos psicológicos, sociológicos y
las modas condicionan los comportamientos de las personas y son generalmente
mucho más importantes que los factores orgánicos. Por ello muchos psiquiatras tienden
a ver la homosexualidad como una interrupción o bloqueo en el desarrollo
psicosexual del individuo. Para éstos, entre otros R. Cohen, Nicolosi, Van der
Aardweg y A. Polaino, nadie nace con una orientación homosexual, ni existen
datos científicos que indiquen una base genética para las atracciones hacia
personas del mismo sexo, sino que esta atracción es el resultado de traumas sin
resolver que conducen a una confusión de género. Muchos pacientes destacan que
las necesidades afectivas no satisfechas constituyen la base de la atracción
homosexual. La orientación sexual es el resultado de un proceso histórico y no
de un hecho que se impone desde el nacimiento. Con frecuencia, es un problema
inherente al desarrollo, a menudo consecuencia de las primeras incomprensiones
entre padre e hijo. La verdadera libertad consiste en vivir de acuerdo con la
verdadera naturaleza de cada uno. El desarrollo heterosexual requiere el sostén
y la colaboración de ambos padres, especialmente en el momento en que el chico
vive la separación de la madre y el sucesivo proceso de identificación con el
padre. Del fracaso de la relación entre padre e hijo puede surgir la
incapacidad de interiorizar la propia identidad sexual masculina, lo que
también tiene consecuencias durante la infancia y la adolescencia en sus
relaciones con los coetáneos de su sexo.
Estos autores piensan por
tanto que la homosexualidad se aprende, es decir ven su origen en el clima
familiar y social, pues consideran que muchos varones homosexuales tienen o han
tenido una relación anormalmente estrecha con su madre, así como tensa y hostil
con su padre, por lo que el chico incurre en una reacción defensiva de rechazo
de lo masculino, dificultando así su maduración e identidad sexual. Muchas
veces las madres también contribuyen, pues aunque desean lo mejor para sus
hijos, están demasiado encima y son incapaces de reconocer y responder a sus
necesidades auténticas. Parece ser que los factores educativos, afectivos y
ambientales, y no sólo los biológicos, influyen en la identidad sexual. Con
ello uno se hace homosexual, sucediendo algo parecido, cambiando lo que hay que
cambiar, en la homosexualidad femenina, es decir la condición homosexual
generalmente indica un insano apego o desapego emocional extremo con uno o con ambos
padres.
A mí me enseñaron en Filosofía
lo siguiente: “contra el hecho no valen
argumentos”, y cada día hay más personas en todo el mundo que partiendo
de la homosexualidad han llegado a la heterosexualidad. La reorientación sexual
por tanto es posible, por lo que no está justificada la afirmación del lobby
LGTBI de que ello es imposible, si bien se necesita la motivación del paciente
para cambiar, su fe religiosa y un tratamiento terapéutico en el que el primero
que crea en la posibilidad del cambio sea el propio terapeuta. Además,
científicamente por supuesto valoro más a la revista Science que al lobby LGTBI.
Pedro Trevijano, sacerdote
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