Este 1 de septiembre de 2019 se celebra la quinta
Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la creación instituida por el Papa
Francisco en agosto de 2015.
Por este motivo, la Oficina de Prensa de la Santa Sede publicó este
domingo el texto del Mensaje del Santo Padre para esta Jornada Mundial de
Oración anual, fecha que recuerda la importancia de este tema explicado también
en la Carta Encílica
“Laudato si” (Alabado seas) sobre el cuidado de la casa
común publicada en la Solemnidad de Pentecostés de 2015.
En el mensaje de esta quinta Jornada Mundial de Oración,
el Pontífice alerta sobre “egoísmos e intereses” que han hecho de la “creación —lugar de encuentro e intercambio—, un teatro
de rivalidad y enfrentamientos” y también denuncia que “el mismo
ambiente ha sido puesto en peligro: Algo bueno a los ojos de Dios
se ha convertido en algo explotable en manos humanas”.
En esta línea, el Papa Francisco exhorta a los fieles católicos
a sumarse a la oración de la
iniciativa ecuménica “Tiempo de la creación” la
cual describe como “un período de oración y
acción más intensas en beneficio de la casa común” que durará del 1 de
septiembre, Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, al 4 de
octubre, memoria de San Francisco de Asís.
“Es una ocasión para sentirnos aún más unidos
con los hermanos y hermanas de las diferentes denominaciones cristianas.
Pienso, de modo particular, en los fieles ortodoxos que llevan treinta años
celebrando esta Jornada”, animó el
Papa.
Además, el Santo Padre recuerda la importancia de la próxima Cumbre de
las Naciones Unidas para la Acción Climática y de la Asamblea especial del
Sínodo de los Obispos dedicada a la Amazonia, “cuya
integridad está gravemente amenazada”, reunión que se celebrará en el
Vaticano del 6 al 27 de octubre.
“Cada fiel cristiano, cada miembro de la familia
humana puede contribuir a tejer, como un hilo sutil, pero único e
indispensable, la red de la vida que abraza a todos. Sintámonos involucrados y responsables de cuidar la
creación con la oración y el compromiso”,
dijo el Pontífce.
A continuación, el texto completo del mensaje del Papa Francisco por la
Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la creación:
“Dios vio que era bueno” (Gn 1,25). La mirada de Dios, al comienzo de la Biblia, se fija
suavemente en la creación. Desde la tierra para habitar hasta las aguas que
alimentan la vida, desde los árboles que dan fruto hasta los animales que
pueblan la casa común, todo es hermoso a los ojos de Dios, quien ofrece al
hombre la creación como un precioso regalo para custodiar.
Trágicamente, la respuesta humana a ese regalo ha sido marcada por el pecado,
por la barrera en su propia autonomía, por la codicia de poseer y explotar.
Egoísmos e intereses han hecho de la creación —lugar de encuentro e
intercambio—, un teatro de rivalidad y enfrentamientos.
Así, el mismo ambiente ha sido puesto en peligro, algo bueno a los ojos
de Dios se ha convertido en algo explotable en manos humanas. La degradación
ha aumentado en las últimas décadas: la
contaminación constante, el uso incesante de combustibles fósiles, la
intensiva explotación agrícola, la práctica de arrasar los bosques están
elevando las temperaturas globales a niveles alarmantes. El aumento en
la intensidad y frecuencia de fenómenos climáticos extremos y la
desertificación del suelo están poniendo a dura prueba a los más vulnerables
entre nosotros. El derretimiento de los glaciares, la escasez de agua, el
descuido de las cuencas y la considerable presencia de plásticos y
microplásticos en los océanos son hechos igualmente preocupantes, que
confirman la urgencia de intervenciones que no pueden posponerse más. Hemos
creado una emergencia climática que amenaza seriamente la naturaleza y la
vida, incluida la nuestra.
En la raíz, hemos olvidado quiénes somos: criaturas
a imagen de Dios (cf. Gn 1,27), llamadas a vivir como hermanos y
hermanas en la misma casa común. No fuimos creados para ser individuos que
mangonean; fuimos pensados y deseados en el centro de una red de vida compuesta
por millones de especies unidas amorosamente por nuestro Creador.
Es la hora de redescubrir nuestra vocación como hijos de Dios, hermanos
entre nosotros, custodios de la creación. Es el momento de arrepentirse y
convertirse, de volver a las raíces: somos las
criaturas predilectas de Dios, quien en su bondad nos llama a amar la vida y
vivirla en comunión, conectados con la creación.
Por lo tanto, insto a los fieles a que se dediquen en este tiempo a la
oración, que a partir de una oportuna iniciativa nacida en el ámbito
ecuménico se ha configurado como Tiempo de la creación: un período de oración y acción más intensas en
beneficio de la casa común que se abre hoy, 1 de septiembre, Jornada Mundial
de Oración por el Cuidado de la Creación, y finalizará el 4 de octubre, en
memoria de san Francisco de Asís.
Es una ocasión para sentirnos aún más unidos con los hermanos y
hermanas de las diferentes denominaciones cristianas. Pienso, de modo
particular, en los fieles ortodoxos que llevan treinta años celebrando esta
Jornada. Sintámonos también en profunda armonía con los hombres y mujeres de
buena voluntad, llamados juntos a promover, en el contexto de la crisis
ecológica que afecta a todos, la protección de la red de la vida de la que
formamos parte.
Este es el tiempo para habituarnos de nuevo a rezar inmersos en la
naturaleza, donde la gratitud a Dios creador surge de manera espontánea. San
Buenaventura, cantor de la sabiduría franciscana, decía que la creación es
el primer “libro” que Dios abrió ante
nuestros ojos, de modo que al admirar su variedad ordenada y hermosa fuéramos
transportados a amar y alabar al Creador (cf. Breviloquium, II,5.11). En este
libro, cada criatura se nos ha dado como una “palabra
de Dios” (cf. Commentarius in librum Ecclesiastes, I,2).
En el silencio y la oración podemos escuchar la voz sinfónica de la
creación, que nos insta a salir de nuestras cerrazones autorreferenciales para
redescubrirnos envueltos en la ternura del Padre y regocijarnos al compartir
los dones recibidos. En este sentido, podemos decir que la creación, red de la
vida, lugar de encuentro con el Señor y entre nosotros, es «la red social de Dios» (Audiencia con guías y
scouts de Europa, 3 agosto 2019), que nos lleva a elevar una canción de
alabanza cósmica al Creador, como enseña la Escritura: «Cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos» (Dn 3,76).
Este es el tiempo para reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre
cómo nuestra elección diaria en términos de alimentos, consumo,
desplazamientos, uso del agua, de la energía y de tantos bienes materiales a
menudo son imprudentes y perjudiciales. Nos estamos apoderando demasiado de la
creación.
¡Elijamos cambiar, adoptar estilos de vida más sencillos y respetuosos!
Es hora de abandonar la dependencia de los combustibles fósiles y emprender,
de manera rápida y decisiva, transiciones hacia formas de energía limpia y
economía sostenible y circular. Y no olvidemos escuchar a los pueblos
indígenas, cuya sabiduría ancestral puede enseñarnos a vivir mejor la
relación con el medio ambiente.
Este es el tiempo para emprender acciones proféticas. Muchos jóvenes
están alzando la voz en todo el mundo, pidiendo decisiones valientes. Están
decepcionados por tantas promesas incumplidas, por compromisos asumidos y
descuidados por intereses y conveniencias partidistas. Los jóvenes nos
recuerdan que la Tierra no es un bien para estropear, sino un legado que
transmitir; esperar el mañana no es un hermoso sentimiento, sino una tarea que
requiere acciones concretas hoy. A ellos debemos responder con la verdad, no
con palabras vacías; hechos, no ilusiones.
Nuestras oraciones y llamamientos tienen como objetivo principal
sensibilizar a los líderes políticos y civiles. Pienso de modo particular en
los gobiernos que se reunirán en los próximos meses para renovar compromisos
decisivos que orienten el planeta a la vida, en vez de conducirlo a la muerte.
Vienen a mi mente las palabras que Moisés proclamó al pueblo como una especie
de testamento espiritual antes de entrar en la Tierra prometida: “Elige la vida, para que viváis tú y tu descendencia” (Dt
30,19). Son palabras proféticas que podríamos adaptar a nosotros mismos y a
la situación de nuestra Tierra. ¡Así que
escojamos la vida!
Digamos no a la avaricia del consumo y a los reclamos de omnipotencia,
caminos de muerte; avancemos por sendas con visión de futuro, hechas de
renuncias responsables hoy para garantizar perspectivas de vida mañana. No
cedamos ante la lógica perversa de las ganancias fáciles, ¡pensemos en el futuro de todos!
En este sentido, la próxima Cumbre de las Naciones Unidas para la
Acción Climática es de particular importancia, durante la cual los gobiernos
tendrán la tarea de mostrar la voluntad política de acelerar drásticamente
las medidas para alcanzar lo antes posible cero emisiones netas de gases de
efecto invernadero y contener el aumento medio de la temperatura global en
1,5°C frente a los niveles preindustriales, siguiendo los objetivos del Acuerdo
de París.
En el próximo mes de octubre, una asamblea especial del Sínodo de los
Obispos estará dedicada a la Amazonia, cuya integridad está gravemente
amenazada. ¡Aprovechemos estas oportunidades para
responder al grito de los pobres y de la tierra!
Cada fiel cristiano, cada miembro de la familia humana puede contribuir
a tejer, como un hilo sutil, pero único e indispensable, la red de la vida que
abraza a todos. Sintámonos involucrados y responsables de cuidar la creación
con la oración y el compromiso. Dios, «amigo de la
vida» (Sb 11,26), nos dé la valentía para trabajar por el bien sin
esperar que sean otros los que comiencen, ni que sea demasiado tarde.
Redacción ACI
Prensa
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