El Arzobispo de Glasgow (Escocia), Mons. Philip
Tartaglia, llevó las reliquias de Santa Teresita de Lisieux a una cárcel local
y allí relató a los presos la historia que unió a la santa con un asesino
condenado a muerte.
El sitio web de la Arquidiócesis de Glasgow informó
que el pasado 16 de septiembre en la cárcel de Barlinnie, ante los reclusos y
el personal que trabaja en esa prisión, Mons. Tartaglia presidió una Misa en la
que ofreció una serie de reflexiones ante las reliquias de la Santa.
“Cuando tenía 14 años y antes de entrar al
convento, Teresa Martin y con ella toda Francia, conocían el caso
de Henri Pranzini, un prisionero que mató a tres mujeres incluyendo
una niña, crimen por el cual iba a ser ejecutado”, dijo el Prelado.
Pranzini, continuó el Arzobispo, “nunca
admitió su culpa y tampoco mostró arrepentimiento así que Teresa comenzó a
rezar por su conversión. Teresa comenzó a rezar por él y su conversión”.
Al final, resaltó el Arzobispo, “Pranzini
besó un crucifijo antes de su ejecución. Luego, cuando escribió sobre esto,
Teresa lo interpretó como un signo de que Pranzini había pedido perdón a Dios”.
El Arzobispo de Glasgow resaltó que “al
rezar por Henri Pranzini, Santa Teresa reconoció su dignidad como hijo de Dios
llamado a la amistad con Él”.
“Ella reconoció además que él no se identificaba
por su pecado o su crimen, sino como el hijo pródigo llamado al arrepentimiento
y el perdón; llamado a la plenitud de la vida y la salvación”, subrayó.
“Por esta conexión con un preso, se recomienda
entonces que cuando sus reliquias están de visita deben, en la medida de lo
posible, ser llevadas a una cárcel”, explicó
el Prelado.
Henri Pranzini asesinó a tres mujeres en París en marzo de 1887: Marie Regnault, Annette Gremeret, y Marie Louise, hija de
la segunda. Nunca se declaró culpable.
El día de su ejecución, relata la misma santa, “Pranzini
no había confesado, se había subido al andamio y se estaba preparando para
pasar la cabeza por el agujero sombrío, cuando de repente, atrapado por una
inspiración súbita, se dio vuelta, tomó el crucifijo que le presentó el
sacerdote y besó sus sagradas heridas tres veces. Entonces su alma fue a
recibir la oración misericordiosa de Aquel que declara que en el Cielo habrá
más alegría para un pecador que hace penitencia que para 99 hombres justos que
no la necesitan".
Mons. Tartaglia también compartió con los reclusos lo que ellos pueden
aprender concretamente de la santa que “se hizo conocida
por su pequeño camino o caminito de santidad. Era una monja carmelita de clausura y no tenía la
posibilidad de hacer grandes gestos de bondad o convertirse en alguien famosa
en el mundo (¡aunque lo logró!)”.
Por esa razón, la Santa “optó por un pequeño
camino de santidad a través de María hacia Jesús ofreciendo sus alegrías y penas
cotidianas, así como sus sacrificios al Señor, todo por un amor
desinteresado”
El Prelado resaltó luego que este camino “es
una espiritualidad buena y práctica que los presos pueden seguir ya que están
confinado y no pueden hacer grandes cosas o grandes gestos. Sin embargo pueden
hacer pequeñas cosas, pequeños actos de bondad aquí y allá durante
el día que al final pueden marcar la diferencia”.
“Por ejemplo puedes ofrecer una palabra amable a un
compañero que lucha con la vida en la prisión. Puedes cooperar más con el
personal aquí. Puedes hacer tus deberes más perfectamente por el bien de
todos”, resaltó.
Tras reconocer que “la vida de la cárcel no
es fácil”, el Arzobispo alentó a los reclusos a “ofrecer
a Dios tus momentos difíciles y tus sufrimientos por el bien de todos tus compañeros”.
“Puedes decir una palabra amable en vez de algo
duro. Puedes generar más oportunidades de las que tienes para la vida afuera.
Tú conoces mejor que yo las oportunidades que la vida diaria te da en la
cárcel para un pequeño camino”, continuó
el Prelado.
“Rezo para que el ejemplo y la intercesión de Santa
Teresa haga que vida aquí en Barlinnie sea más tolerable para ustedes y sus
compañeros, para que puedan mirar con esperanza su futura libertad para iniciar
una nueva vida”, concluyó Mons. Tartaglia.
Por decisión del Arzobispo, la cárcel de Barlinnie fue el primer lugar
en Glasgow al que llegaron las reliquias que están en Escocia desde el pasado
29 de agosto.
POR WALTER SÁNCHEZ
SILVA | ACI Prensa
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