Cada 19 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta
de San Genaro, quien murió mártir y cuya sangre, depositada desde hace siglos
en un relicario especial, pasa de ser una masa seca a estado líquido.
San Genaro, patrón de Nápoles (Italia), fue Obispo
de Benevento. Durante la persecución contra los cristianos fue hecho prisionero
junto a sus compañeros y sometido a terribles torturas. Un día, él y sus amigos
fueron arrojados a los leones, pero las bestias sólo rugieron sin acercárseles.
Entonces fueron tildados de usar magia y condenados a morir decapitados
cerca de Pozzuoli, donde también fueron enterrados. Esto sucedió
aproximadamente en el año 305.
Las reliquias de San Genaro fueron trasladadas por diferentes lugares
hasta que finalmente llegaron a Nápoles en 1497.
Aunque muchos lo cuestionan, nadie puede explicar el hecho que se
produce con la sangre del santo, la cual se vuelve líquida (licuefacción) en
tres celebraciones durante el año: la traslación de
sus restos a Nápoles (el sábado anterior al primer domingo de mayo), su fiesta
litúrgica (19 de septiembre) y el aniversario de su intervención para evitar
los efectos de una erupción del volcán Vesubio en 1631 (16 de diciembre).
En cada una de esas oportunidades, el Obispo o un sacerdote presenta la
reliquia con la sangre, frente a la urna que contiene la cabeza de San Genaro.
Todo esto ante la presencia de los fieles. Después de un lapso de tiempo, el
que preside agita el relicario, lo vuelve de cabeza abajo y la masa de sangre
se torna líquida y con un color rojizo que a veces burbujea. Entonces anuncia: “¡Ha ocurrido el milagro!”
Redacción ACI
Prensa
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