La sabiduría de lo alto te encamina hacia la
motivación y el entusiasmo, te quita el desgano, el desaliento y te levanta
para que tengas fuerzas que expanden tu potencial. No hagas nada por rivalidad,
actúa por propósito y por amor.
En Santiago 3:14-16 dice: “Pero si ustedes tienen envidias amargas y rivalidades en
el corazón, dejen de presumir y de faltar a la verdad. Ésa no es la sabiduría
que desciende del cielo, sino que es terrenal, puramente humana y diabólica.
Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de
acciones malvadas”.
La sabiduría que desciende del cielo, nunca nos
hace actuar por estos malos sentimientos. Para muchos, la rivalidad o la
envidia es un motor motivador para competir solo por superar a otros. Cuando
una motivación proviene de la envidia, no termina con buenos frutos, porque no
en esa clase de acciones no hay sabiduría del cielo. La envidia revela una
estima herida, ignorancia del plan de Dios, y un corazón egoísta. Cada vez que
alguien actúa por rivalidad, está cerrando la puerta de su propia bendición.
Nuestro actos deben estar basados en saber que todos tenemos una gran misión y
por los sueños que Dios puso en nuestro corazón, pero nunca en intentar ser
superiores a los demás, para sentirnos mejor. Enfócate en tus dones, en tus
sueños y da lo mejor de ti, admirando a su vez, a aquellos que sean un buen ejemplo
a seguir.
Oremos así:
“Dios Padre, hoy renuncio a
toda clase de envidia y rivalidad. No actuaré para competir con otros, enséñame
a expandir todo mi potencial y a ser una bendición para todos, te lo pido en el
nombre de Jesús. Amén”
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