Esto tiene que ver
con cómo mi gesto de comprarle un boleto aéreo a mi padre, su primer viaje,
trajo un torbellino de emociones y pude darme cuenta cuánto damos por sentado
en lo que respecta a nuestros progenitores.
Mis padres salieron para
nuestro pueblo natal el jueves y fuimos al aeropuerto para despedirlos. De
hecho, mi padre, quien se jubiló del servicio en el gobierno indio, nunca había
viajado por aire antes, así que tomé esta oportunidad para hacer su experiencia
maravillosa. A pesar de pedírseme comprar boletos por tren, les compré boletos
en la aerolínea local.
El momento en que le entregué
los boletos, se sorprendió de ver que eran para avión. El entusiasmo era muy
evidente en su rostro, esperando el momento de volar. Como un muchacho de edad
escolar, se preparaba para ese día.
Todos fuimos al aeropuerto
juntos, incluyendo el llevar su equipaje en el carrito, el registro del mismo
pidiendo una silla con ventana y esperando pacientemente la revisión de
seguridad.
Él lo estaba disfrutando a
plenitud y yo también estaba sobrecogido de gozo al verlo experimentar todas
estas cosas.
Cuando se disponían a ingresar
a la revisión de seguridad, se dirigió a mí con lágrimas en sus ojos y me
agradeció. Se puso muy emotivo y no era porque yo hubiese hecho algo muy
grande, sino el hecho de que esto significaba mucho para él.
Cuando dijo gracias, le dije
que no había necesidad de dármelas. Pero más tarde, al pensar sobre todo el
incidente, miré hacia atrás en mi vida. Como muchacho, ¿cuántos
sueños de nuestros padres se hicieron realidad?
Sin comprender la situación
financiera, nosotros, como hijos, pedíamos implementos deportivos, ropa,
juguetes, salidas, etc. Sin importar sus recursos, enfrentaron todas nuestras
necesidades. ¿Pensamos jamás sobre los sacrificios
que ellos tuvieron que hacer para acomodar nuestros deseos? ¿Les dimos jamás
las gracias por todo lo que hicieron por nosotros?
Igual hoy, cuando le toca el
turno a nuestros hijos, siempre pensamos en ponerlos en un buen colegio. Sin
importar el costo, nos aseguramos de darle a nuestros hijos lo mejor: diversión, juguetes, etc.
Pero tendemos a olvidar que
nuestros padres se sacrificaron mucho para vernos felices, así que es nuestra
responsabilidad el asegurarnos que sus sueños se cumplan y que lo que no
pudieron lograr ver cuando fueron jóvenes, nos aseguremos de que lo
experimenten para que sus vidas sean completas.
Muchas veces, cuando mis
padres me hicieron algunas preguntas, las he contestado sin paciencia. Cuando
mi hija me pregunta algo, he sido muy cortés al contestarle. Ahora me doy
cuenta cómo se debieron haber sentido en esos momentos.
Démonos cuenta que la tercera
edad es una segunda niñez y tal como cuidamos de nuestros hijos, prodiguemos la
misma atención a nuestros padres y mayores.
En lugar de que mi papá me
diese las gracias, yo quería decirle que lo sentía por haberle hecho esperar
tanto por este pequeño sueño. Me doy cuenta cuánto se ha sacrificado a mi favor
y haré lo que esté a mi alcance para darle la mejor atención a todos sus deseos.
Tan solo porque sean viejos no
significa que tengan que renunciar a todo y continuar sacrificándose por sus
nietos también.
Ellos tienen deseos
también.
Venkatesh
Balasubramanian, 2006
¿Por qué hoy no
pensamos en ellos y les hacemos realidad alguno de sus sueños?
Entonces les
preguntó José cómo estaban, y dijo: ¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis,
lo pasa bien? ¿Vive todavía? Genésis 43:27.
Delante de las
canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás
temor. Levítico
19:32.
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