Al igual que el Apóstol Mateo se reconoce pecador
cuando Jesús le dice “sígueme” y eso le lleva a convertirse en discípulo suyo,
“también nosotros debemos reconocernos pecadores, porque la puerta para
encontrar a Jesús es reconocernos pecadores”.
Así lo señaló el Papa Francisco en la homilía de la Misa celebrada en la
mañana del jueves en la Casa Santa Marta, en el Vaticano. “El amor de Jesús pudo entrar en el corazón de Mateo
porque se sabía pecador, sabía que la gente le despreciaba, y fue esa
conciencia de ser pecador lo que le abrió la puerta a la misericordia de
Jesús”.
“La primera condición para ser salvados es sentirse
en peligro”, afirmó el Santo Padre. “La primera condición para ser curado es sentirse
enfermo. Y sentirse pecador es la primera condición para recibir esa mirada de
misericordia”.
El Papa invitó: “Pensemos en la mirada de
Jesús, tan bella, tan buena, tan misericordiosa. También nosotros, cuando
rezamos, sentimos esa mirada sobre nosotros. Es la mirada del amor, la mirada
de la misericordia, la mirada que nos salva. No tengáis miedo”.
Y lo que sintió Mateo tras escuchar la llamada de Jesús fue alegría,
explicó Francisco, y eso da lugar a la segunda etapa de la llamada: “la fiesta”. Mateo invitó a sus amigos a su casa,
pecadores y publicanos, para que conocieran a Jesús, y Jesús respondía a las
preguntas que le hacían. “Se trata de la fiesta del
encuentro con el Padre, la fiesta de la misericordia”.
A continuación, el Papa señaló un tercer momento: “el escándalo”. Los fariseos, al ver a publicanos
y pecadores a la misma mesa que Jesús, decían a sus discípulos: “¿Cómo es posible que vuestro Maestro coma con publicanos
y pecadores?”. El Papa observó que “siempre
que uno se escandaliza comienza con esta frase: ‘Pero ¿cómo es posible…?’.
Cuando escuchéis esa frase, ¡fuera! A continuación, viene el escándalo”.
El Papa explicó que los fariseos conocían muy bien la doctrina, sabían
cómo andar por “el camino del Reino de Dios”, conocían
mejor que nadie lo que había que hacer para salvarse, “pero
habían olvidado el primer mandamiento del amor y, por lo tanto, estaban
cerrados en sí mismos, que la salvación vendría de sí mismos. ¡No! Es Dios
quien salva, es Jesucristo”.
Por eso, el Papa terminó su homilía invitando a reconocerse pecadores,
pecadores de pecados concretos: “dejémonos mirar
por Jesús con su mirada misericordiosa llena de amor”.
POR MIGUEL PÉREZ
PICHEL | ACI Prensa
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