La devoción al
Sagrado Corazón de Jesús, que está conociendo un resurgir importante en los
últimos años, está llamada a renovar la vida de la Iglesia porque nos muestra
la verdad de un Dios que no se echa atrás ante nuestros pecados sino que cura
con su Amor misericordioso las heridas que estos nos causan.
El reguero de jóvenes que, con
sus mochilas al hombro, se acercaron al cerro de los Ángeles en la víspera de la renovación de la consagración de España
al Corazón de Jesús ponían ante nuestros ojos algo que de una manera
silenciosa pero muy real está sucediendo en los últimos años. A ello se refirió
el cardenal Blázquez en la Misa concelebrada en el mismo lugar por el episcopado
español el día 3 de abril: «Hace un
tiempo [la devoción al Sagrado Corazón de Jesús] tuvo una inmensa eclosión y
manifestación popular entre nosotros, y últimamente ha resurgido».
Llama la atención que este
resurgir se esté realizando en ambientes a los que son atraídos jóvenes y
familias fervorosas y apostólicas; ambientes en los que también florecen las
vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa.
Esto nos lleva a preguntarnos:
¿Por qué la devoción al Corazón de Jesús tiene esta fuerza hoy en ciertos
ambientes de la vida eclesial? Para
responder a esta pregunta basta que nos remitamos a la reiterada insistencia
del magisterio de los últimos Papas sobre la centralidad, la importancia y la
necesidad de acudir al Corazón de Cristo como fuente de la
renovación de la vida cristiana en la Iglesia y en el mundo, especialmente en
estos tiempos en los que se «ha enfriado la caridad».
A principios del mes de junio
acudí al cerro de los Ángeles con María Martínez (Amaia). Su testimonio ha
recorrido las redes sociales del mundo hispano en el último mes y medio. María
había colaborado en centenares de abortos como enfermera en una clínica de
Bilbao. Se reconocía entonces como alguien que rechazaba radicalmente todo lo
que tuviera que ver con la Iglesia católica.
Al llegar al cerro de los
Ángeles nos acercamos al monumento profanado durante la Guerra Civil española.
María miraba aquel rostro de Jesús desfigurado por las balas y los golpes de
maza y repetía: «Yo conozco ese odio». Le
pregunté: «¿Qué quieres decir?».
María me explicaba que como
fruto del mal que ella había causado y el mal que se había hecho a sí misma, el
odio invadió su corazón. La Iglesia y todo lo que le hablaba de Dios para ella
era una «denuncia» a su propio «mal». Hasta que escuchó en su corazón esa palabra
del Señor que le decía que la amaba en su pecado, con su pecado. Eso le mostró
cómo la había llevado Él en sus heridas. María me enseñó que el odio es fruto
de no haber conocido el Amor de Jesús que con la «herida
de su Corazón», cura al que está «herido por
no haberle conocido».
La devoción al Corazón de
Jesús hoy está llamada a renovar la vida de la Iglesia y de nuestra sociedad
porque nos muestra con especial fuerza la verdad de un Dios que no se echa
atrás ante nuestra miseria sino que, como Buen Pastor, nos coge sobre sus
hombros para curarnos con su Amor misericordioso las heridas que nos han
causado nuestros pecados.
José Mª Alsina Casanova
Publicado en Alfa
y Omega, 4 de julio de 2019
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