De un tiempo a esta parte un
número creciente de católicos en España y en Iberoamérica ha empezado a tener
noticia sobre una “ciencia” extraña llamada “Astronomía Sagrada” merced
de varias conferencias, seminarios y vídeos realizados por su creador, el
geólogo español Antonio Yagüe.
En estas líneas, cuyo autor es
Sebastián Isael Pla Martorell, se expresan los postulados de
este autor y de esta extraña y falsa ciencia, y cómo puede constituir un serio
peligro para la fe de los católicos. Desde la Red Iberoamericana de Estudio de
las Sectas (RIES) agradecemos el trabajo de investigación y discernimiento de
Pla Martorell, por la utilidad para tantas personas que consultan sobre este
tema.
LA VIRGEN MARÍA, LOS REYES MAGOS… Y NOSTRADAMUS
La Astronomía Sagrada no es
una ciencia, sino que atribuye símbolos a planetas, estrellas y constelaciones,
acercándose o cayendo claramente en la astrología, máxime cuando su
finalidad es la de predecir hechos futuros. La base de esta “ciencia” la ubica su creador en la sabiduría de
los Reyes Magos bajo esta peculiar premisa: “El
Señor dejó que los Reyes Magos siguiendo las estrellas le encontraran, luego
para mí es lo mismo que decir ‘Si
sabéis lo que sabían los Reyes Magos, las estrellas os llevarán a mi Segunda
Venida’”, con lo que
pretende conocer el momento de la Segunda Venida.
Para ello, además del estudio
de las estrellas y constelaciones, interpreta de manera particular las Sagradas
Escrituras, apariciones marianas (algunas de las cuales aún no reconocidas por
la Iglesia) y hace uso de “profecías” del mismísimo
Nostradamus. Todo
ello desconociendo las palabras del Señor: “Pero
de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del Cielo, ni el Hijo,
sino sólo el Padre” (Mt 24, 36).
Con temeridad llega a dar fechas concretas: predice la
Segunda Venida para el año 2019 o 2020 como
máximo y augura para el 11 o 13 de noviembre de 2016 (este mismo año) un vuelco
del planeta Tierra sobre su eje que dará lugar a grandes inundaciones: lo que él llama “purificación
por el agua”.
LECTURA LITERAL DE LA BIBLIA: EL MILENARISMO Y EL
RAPTO
Cae
en el error doctrinal llamado “milenarismo”
o quiliasmo, rechazado
en el Catecismo de la Iglesia Católica en todas sus formas (véase más abajo),
al asegurar que tras el advenimiento del Anticristo y la Segunda Venida de
Cristo (todo ello inminente), habrá una época de 1.000 años
con una resurrección primera en cuerpo transformado y, tras esos mil años,
acontecerá la Última Venida.
Con ello desconoce
absolutamente la interpretación dada por la Iglesia desde San Jerónimo y San
Agustín (siglo IV) al capítulo 20 del Apocalipsis: el tiempo o reino de los
1.000 años (es decir, mucho tiempo) es el tiempo de la Iglesia desde la pasión, muerte y resurrección de Nuestro
Señor Jesucristo, y los resucitados son los bautizados; la fe católica conoce
dos venidas de Cristo, no tres.
Junto a ello, acepta la llamada doctrina del rapto o arrebato, doctrina
exclusivamente protestante al igual que el milenarismo, dándole una
interpretación personal, peculiar y exótica del siguiente modo: asegura que una
persona que se llamará “Francisquito” y los 144.000 de
los que habla el Apocalipsis serán arrebatados a los cielos, donde recibirán
adiestramiento para hacer la guerra al Anticristo, luego bajarán transformados y entablarán la lucha junto a
la Virgen, que también bajará de los cielos para comandar las tropas en carne
mortal.
Considera que el plan de Redención de Dios hasta ahora está sólo al nivel de
semi-redención. Tras la Segunda Venida y durante los 1.000 años
tendremos la Redención total, es decir, la inmortalidad corporal. Los que pasen
a esa nueva época de mil años (entre los que se incluye él mismo) no sufrirán
la muerte segunda, dado que estarán confirmados en gracia, vivirán en el
paraíso terrenal y luego pasarán a la Jerusalén Celestial.
ENTRE LO RIDÍCULO Y EL MIEDO
Otros postulados sin base o
directamente ridículos son la mención a la relación entre las palabras “hebreo” e
Iberia y Ebro, la traducción de sajones o “saxons” como “hijos de
Isaac” o el Danubio como “río de Dan”.
Para terminar, es oportuno
decir que las obras y conferencias de Antonio Yagüe, como las de otros autores
obsesionados con el Apocalipsis, centran la esperanza cristiana
en una primera resurrección en cuerpo transformado y un futuro reino terrenal
de 1.000 años, en lugar de centrarla en la vida trinitaria.
Sus conferencias, charlas y
seminarios no están destinados a evangelizar sino a extender unas previsiones
discutibles sin base científica, a extender errores
doctrinales rechazados por la Iglesia pero de gran predicamento entre los
protestantes estadounidenses (milenarismo
y arrebato) que confunden a las almas de los fieles, y a sumirlas en un gran temor e inquietud por el anuncio de catástrofes próximas (conozco por referencia a una mujer seguidora de
las ideas de Antonio Yagüe que ha comprado una casa en las montañas, donde hace
acopio de comida por lo que va a suceder…).
APÉNDICES
1. CONFERENCIAS DE ANTONIO YAGÜE
Los vídeos de Antonio Yagüe de
los que se han extraído las frases entrecomilladas en el artículo son los
siguientes:
- Conferencia “La
Virgen María, centro del plan divino del Apocalipsis” (enlace).
2. MAGISTERIO DE LA IGLESIA
+ CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
“Esta impostura
del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar
a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino
más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su
forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del reino futuro con
el nombre de milenarismo, sobre todo bajo la forma política de un mesianismo
secularizado, ‘intrínsecamente perverso’ (n. 676).
+ CONCILIO VATICANO II
“Así, pues,
Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el
Reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la
redención. La Iglesia o Reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por
el poder de Dios crece visiblemente en el mundo” (constitución dogmática Lumen gentium, n. 3).
+ DECRETOS DEL SANTO OFICIO
“El sistema del
milenarismo aun mitigado —o sea, del que enseña que, según la revelación
católica, Cristo Nuestro Señor ha de venir corporalmente a reinar en la tierra
antes del juicio final, previa la resurrección de muchos justos o sin ella— no
se puede enseñar sin peligro.
Así, pues,
apoyándose en esta respuesta y en la condenación ya hecha por este Santo Oficio
de la obra del P. Lacunza, V. E. procurará vigilar cuidadosamente para que
dicha doctrina bajo ningún pretexto se enseñe, propague, defienda o recomiende,
sea de viva voz, sea por cualquier escrito.
Para conseguirlo
podrá emplear V. E. los medios necesarios no sólo de persuasión, sino también
de autoridad, dando, si fuere oportuno, las instrucciones que fueren necesarias
a los que enseñan en el seminario y en los institutos” (año 1941).
“Últimamente,
más de una vez se preguntó a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio
lo que se debe pensar del Milenarismo mitigado, que enseña que Nuestro Señor
Jesucristo, antes del Juicio Final, se produzca o no previamente la
resurrección de muchos justos, vendrá visiblemente a esta tierra para reinar.
Habiendo
examinado el tema en la reunión plenaria del miércoles 19 de julio de 1944, los
Eminentísimos y Reverendísimos Señores Cardenales encargados de velar por la
pureza de la fe y de las costumbres, después de oír la opinión de sus
consultores, decretaron responder: el sistema del Milenarismo mitigado no puede
enseñarse sin peligro.
Y, al día
siguiente, jueves, 20 del mismo mes y año, Nuestro Santísimo Señor Pío XII,
Papa por la Divina Providencia, en la habitual audiencia concedida al
Excelentísimo y Reverendísimo Señor Asesor del Santo Oficio, aprobó, confirmó y
mandó publicar esta respuesta de los Eminentísimos Padres” (año 1944).
3. TEOLOGÍA
+ COMENTARIO
AUTORIZADO CONCOMITANTE DEL PADRE G.
GILLEMAN, S. J., AL DECRETO ANTERIOR:
“ERROR
MILENARISTA. Como dan a entender las primeras palabras del documento, a este
decreto lo precedió una respuesta del Santo Oficio, datada en 11 de julio de
1941, al Arzobispo de Santiago de Chile, país donde el error milenarista
parecía propagarse con mucha fuerza, a causa –entre otros motivos– de una
renovación del interés por el libro Venida del Mesías en gloria y majestad,
obra póstuma de J. J. Ben-Ezra (seudónimo de Manuel Lacunza) que ya se había
incluido en el Índex en 1824. Esta respuesta se encuentra reproducida y
comentada en el número del 15 de abril de 1942 de los Periodica (t. 31, p.
166-175). El decreto actual la retoma, omitiendo sin embargo esta restricción:
“secundum revelationem catholicam”, que se leía después de las palabras: “docentis
scilicet”, y substituyendo “corporaliter” por “visibiliter”.
El decreto afirma, por tanto,
que el milenarismo (o quiliasmo), incluso mitigado o espiritual, según el cual
Cristo retornaría de forma visible a la tierra, para reinar en ella, antes del
juicio final, precedido o no por la resurrección de cierto número de justos,
[el decreto afirma] que una doctrina tal no puede enseñarse sin imprudencia
respecto a la fe. Como la respuesta de 1941 añadía: “Excellentia
tua enixe vigilare curabit ne praedicta doctrina sub quocumque praetextu
doceatur, propagetur, defendatur vel commendetur sive viva voce sive scriptis
quibuscumque” [N. del T. – “Vuestra
Excelencia se ocupará de vigilar con cuidado porque, bajo pretexto alguno, no
se enseñe, propague, defienda o recomiende la mencionada doctrina, ni de viva
voz ni por ningún tipo de escrito, sea cual fuere”], no debe entenderse
el “doceri” solamente como enseñanza o
predicación públicas, sino como todo y cualquier medio de propagar o recomendar
la teoría. El decreto posee, además, alcance doctrinal, e implica que la propia
teoría no es segura desde el punto de vista de la fe.
Bien sabido es que el
milenarismo, heredado del judaísmo, encontró durante los primeros siglos de la
Iglesia ecos entre los cristianos e incluso entre ciertos Padres: Papías, San
Justino, San Ireneo, Tertuliano, San Hipólito fueron, en diversos grados,
milenaristas. No obstante, entre otros, Orígenes, San Dionisio de Alejandría y
sobre todo San Jerónimo y San Agustín se opusieron a esta doctrina y, ya “en el Concilio de Éfeso, se menciona el milenarismo de
la siguiente manera: las divagaciones y los dogmas fabulosos del infeliz
Apolinario”… “Aunque el quiliasmo no ha sido calificado como herejía, la
sentencia común de los teólogos de todas las escuelas ve en él una doctrina
‘errónea’ a la cual ciertas circunstancias de las edades primitivas pudieron
arrastrar a algunos antiguos Padres” (Cf. E.-B. Allo, O. P., Saint Jean,
L’Apocalipse, 3ª edición, pp. 307-329). La fe de la
Iglesia no conoce sino dos venidas de Cristo, y no tres. El principal texto
sobre el cual se apoyan los milenaristas es el difícil capítulo 20 del
Apocalipsis de San Juan; sin embargo, sea cual fuere su sentido, debatido entre
exégetas, ningún comentador católico sostiene la interpretación milenarista”.
+ REFLEXIÓN DE JOSEPH RATZINGER:
“El no frente al
quiliasmo significa que la Iglesia rechaza la idea de una plenitud definitiva
de tipo intrahistórico o la idea de una perfección interior de la historia en
sí misma. Esto quiere decir que la esperanza cristiana no implica concepto
alguno de una plenitud interior a la historia. Esa esperanza expresa, por el
contrario, la imposibilidad de que el mundo llegue a la plenitud interior. Los
distintos elementos conceptuales que sobre el fin del mundo proporciona la
Biblia, tienen en común precisamente el representar un rechazo de la esperanza
de una situación salvífica definitiva de tipo intrahistórico.
Esta postura es
totalmente acertada incluso considerada racionalmente, porque la idea de una
consumación definitiva en la historia no cuenta con la apertura permanente de
la libertad del hombre, siempre expuesta a fallar” (de su libro Escatología).
+ EXPLICACIÓN DEL
CARDENAL FRANZELIN
“A partir de
aquel tiempo en que la inteligencia de la doctrina y dogmas católicos fue
explicada y cultivada en grado máximo, desde el comienzo del siglo IV y en el
siglo V, en los cuales florecieron casi todos los máximos doctores de la
Iglesia, esta supuesta Tradición apostólica y la inteligencia verdadera del
sentido obvio de las Escrituras y del mismo símbolo, no sólo se oscureció cada
vez más y fue dada al olvido, sino que se vio combatida y rechazada por todos
los doctores, en cuyas obras todavía aparece alguna mención de este asunto,
¿habrían conspirado unánimemente los doctores para desviar la Escritura de su
sentido claro y obvio hacia explicaciones más difíciles, figuradas y (en
hipótesis) falsas, toda vez que se trata de los últimos días, no sólo en uno u
otro pasaje, sino en muchos libros del Antiguo y Nuevo Testamento?
En la Iglesia
universal, cuando se explica al pueblo ya en las catequesis e instrucciones, ya
en las escuelas la segunda venida de Jesucristo, la resurrección de los muertos
y el último juicio, ¿se habría ocultado constantemente y por todas partes, al
menos a partir del siglo IV, la verdad transmitida por los Apóstoles y en su
lugar se habrían enseñado cosas que no pueden componerse con aquella verdad?
Pero no hay quien pueda entender cómo todo esto pueda ser compatible con la
economía de la Tradición y con la prometida asistencia del Espíritu Santo, que
preserva del error a la inteligencia católica, guiándola hacia toda verdad.
Sin duda, puede
haber y hay verdades, que, transmitidas primeramente implícita y más
oscuramente en la predicación de los Apóstoles, o una doctrina comprendida
primitivamente más por costumbre práctica que en teoría, alguna vez hayan sido
ocasión de controversia dentro de los mismos confines de la Iglesia; pero, una
vez nacida (tal controversia), poco a poco fueron explicadas y declaradas más
lúcidamente, hasta que pasaron al universal consentimiento de toda la Iglesia…
Pero nunca
sucedió, y es imposible que pase, dada la economía de la Tradición, que, en
orden inverso, un artículo de la fe, comprendido al principio explícitamente y
en sentido claro y obvio en la predicación eclesiástica y la inteligencia
católica, después, habiendo surgido tal vez una controversia, retroceda hacia
la oscuridad, pase al disenso y que, por fin, prevalezca contra él un consenso
opuesto y negador, la cual negación, para más, domine sin contradicción en la
iglesia universal de Dios a través de muchos siglos, en mil quinientos años.
Por lo tanto,
según el mismo primer principio de la interpretación católica se demuestra que
aquella claridad de las Escrituras, de la que se jactan los quiliastas, no es
más que aparente, y en realidad de verdad, en aquellos mismos pasajes, por su
misma aparente claridad hay mucha oscuridad latente; no menos se demuestra
esto, de lo que tratamos aquí, a saber: que aquella antigua doctrina anterior
al siglo cuarto no fue un consenso católico”.
Secretaría RIES
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