El médico Eduardo Sánchez se sentía
agobiado por una crisis económica, pero Dios salió a su paso.
Eduardo Sánchez Lazo estudió la Hostia sangrante de
Tixtla, en el estado de Guerrero, Mexico.
En el
peor momento de una debacle económica, Eduardo Sánchez Lazo pensó que si Dios no podía ayudarlo a salir adelante,
entonces no valía la pena seguir creyendo en Él. Había
perdido su trabajo de maestro en la universidad, también su empleo como médico
forense en la Procuraduría de Justicia de Morelos; y las clínicas y farmacias
que había echado a andar, de pronto se habían venido abajo. “Mi situación en aquel entonces no podía ser peor”,
asegura el médico forense al semanario mexicano Desde la fe.
Ante
ello, tomó lo que después comprobó era una falsa salida. A sugerencia de
un supuesto brujo, decidió depositar su confianza en la “Santa Muerte”; pronto consiguió un empleo en una televisora,
que por lo menos le aportaba algunos ingresos. Se sentía bien confiando en sus nuevas creencias, pero al
poco tiempo descubriría que era Dios quien en realidad
estaba hilvanando su camino, pues lo quería de vuelta a Él.
En la
televisora conoció a una persona que, un día de 2010, le comentó que alguien
necesitaba un médico forense
para un trabajo especial; de inmediato se comunicó con la persona que
requería los servicios y aceptó el encargo que le hizo.
Sin
embargo, esta vez no se trataba de ir a investigar ninguna “escena del crimen”, como en trabajos anteriores,
sino de estudiar el contenido de dos frasquitos; “uno que contenía algo
parecido a un pedacito muy pequeño de tela manchada, y el otro un polvito
blanco”.
Hostia
sangrante de Tixtla, en el estado de Guerrero, México
UNA
INVESTIGACIÓN DESCONCERTANTE
El
profesor Ricardo Castañón, especialista en milagros eucarísticos,
fue quien lo contrató para el encargo y le explicó de inmediato que se trataba
de analizar una Hostia sangrante, y confirmar si en
efecto había sangre en ella y de qué tipo.
“Lo que había en el primer
frasco no era tela, sino una pequeña muestra de ‘hostia sangrante’. De
todo esto fui avisado”. El
contenido del segundo frasco eran restos de una Hostia, y debían ser estudiados
sólo para conocer sus componentes.
“A mí lo que me importaba era cumplir con mi trabajo. El primer
resultado que obtuve fue que, en efecto, la mancha era de sangre; el segundo, que se trataba de sangre humana; el tercero, que era
del tipo AB, y el cuarto, que
provenía de tejido cardiaco. Lo
siguiente era lo que importaba más: encontrar el ADN. Pero lo que encontré fue
frustración. Repetí una y otra vez la prueba, e increíblemente no obtuve ningún
resultado”.
Cuando el
profesor Ricardo Castañón acudió por los resultados, lo que el médico forense
le puso en la mano fue el dinero que le había pagado por el encargo. “Tenga doctor –le
dijo–, aquí está su dinero; no encontré el ADN”.
Sin
embargo, justo eso era lo que el doctor Castañón quería confirmar, que la sangre no presentara ADN, porque eso reafirmaba que la muestra
pertenecía a un verdadero milagro eucarístico, en su forma de “Hostia
sangrante”; es decir, Hostias consagradas que inexplicablemente
comienzan a sangrar, como signo de la presencia real de Jesús en la
Eucaristía.
“Yo escuché la explicación del profesor, pero la verdad en ese momento
me quedé igual, pues no sabía nada de milagros eucarísticos”, señala Eduardo Sánchez.
VOLVER
A LOS CAMINOS DE LA FE
El hoy
conocido como milagro eucarístico de Tixtla, Guerrero,
el único del que se tiene registro en México y del cual fue extraída la muestra
analizada por Sánchez Lazo, se mantiene aún en estudio, y la última palabra
sobre su validez la tendrá la Santa Sede, pero para el médico, el milagro ya
está dado.
“Nadie me lo contó, yo lo vi –dice emocionado–: lo que estaba ahí era
sangre, había leucocitos y eritrocitos, lo cual significaba que era sangre viva, pero increíblemente ésta no presentaba ADN.
Eso para la ciencia no puede ocurrir. Poco a poco me fui enterando qué
eran los milagros eucarísticos, y en esa medida fui volviendo a la fe”.
Para
Eduardo Sánchez volver a creer en Dios no fue tan fácil, como tampoco lo fue
aceptar nuevamente los principios doctrinales de Jesús.
“Todo requiere de un proceso. Y en ese sentido comprendo a mis colegas que se resisten a creer, ya que todo lo
que hay a su alrededor es ciencia, no evidencias de fe. Pero mi labor es hablarles sobre lo que encontré,
no tratar de convencer a nadie acerca de la existencia de Dios. Si creen
o no, ya depende de ellos”.
Lo que
aún el especialista sigue sin poder explicarse es por
qué Dios lo escogió para mostrarle que Jesús sigue entre los seres humanos en
la Eucaristía.
“Todo lo que hoy sé es que Dios
existe –asegura–, que está conmigo y que me acompaña a todos lados.
Antes tenía miedo de muchas cosas, porque mi trabajo está relacionado con
homicidios, a veces con hechos cercanos a los cárteles. Pero ahora no temo,
porque sé que si me toca es sólo por voluntad de Él. Comencé a dejar mi vida en
sus manos, y hoy no tengo las cantidades de dinero que tuve en un tiempo, pero
me casé, tengo una hija y soy muy feliz en compañía de ambas, las disfruto
todos los días al máximo”.
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