Comentario de la parábola del Buen Samaritano
El Papa
Francisco, en su breve comentario del Evangelio antes del rezo del Ángelus
dominical, aseguró que la parábola del Buen Samaritano es el paradigma del
Evangelio: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso».
(Zenit/InfoCatólica) Ayer domingo, desde la ventana de su despacho que da a la Plaza san
Pedro, el Papa Francisco se ha dirigido a los fieles y peregrinos reunidos para
rezar el Ángelus y ha comentado la parábola del Buen Samaritano,
evangelio del día (cf. Lc 10,25-37).
Comenzó recordando el
contexto de la parábola narrada por Jesús, asegurando que «es una de las parábolas más bellas del Evangelio... se
ha convertido en un paradigma de la vida cristiana.. en el modelo de cómo debe actuar un
cristiano»
«Interrogado por
un doctor de la ley sobre lo que es necesario para heredar la vida eterna,
Jesús le invita a encontrar la respuesta en las Escrituras: «Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y toda tu
mente, y a tu prójimo como a ti mismo» (v. 27). Había sin embargo, diferentes
interpretaciones de quién debe entenderse como «prójimo». De hecho el hombre
sigue preguntando, «¿Quién es mi próximo?» (v. 29). En este punto Jesús
responde la parábola, esta hermosa parábola.
El protagonista de la breve
narración es un samaritano que a lo largo del camino encuentra a
un hombre robado y golpeado por ladrones y se ocupa de él. Sabemos que los
judíos trataban a los samaritanos con desprecio, considerándolos extraños al
pueblo elegido. Por lo tanto, no es una coincidencia que Jesús escogiera
precisamente a un samaritano como el personaje positivo de la parábola. De esta
manera quiere vencer el prejuicio, mostrando que incluso un extraño, incluso
uno que no conoce al verdadero Dios, y no asiste a su templo, es capaz de comportarse
de acuerdo a su voluntad, sintiendo compasión por su hermano necesitado y
socorriéndolo con todos los medios a su alcance».
Antes que él, recordó, «un sacerdote y un levita ya habían pasado por ese mismo
camino, pero al ver al pobre hombre en el suelo, habían pasado de largo sin
detenerse, probablemente para no contaminarse con su sangre».
Jesús, por lo tanto, propone
como modelo al samaritano, afirmó, porque «este
hombre, amando a su hermano como a sí mismo, muestra que ama a Dios con todo su
corazón y con todas sus fuerzas… y
expresa al mismo tiempo la verdadera religiosidad y la plena humanidad»
«Después de
contar esta bella parábola, Jesús se volvió una vez más hacia el doctor que le
había preguntado: «¿Quién es mi prójimo?. Y le dice: «¿Cuál de estos tres te
parece que ha sido un prójimo del que cayó en manos de ladrones?»... Nos hace
entender que no somos nosotros los que, sobre la base de nuestros criterios,
definimos quién es el prójimo y quién no, sino es la persona necesitada que
debe ser capaz de reconocer quién es su prójimo, es decir, «quién tuvo
compasión de él».
Tener comprensión,
no dejarse llevar por el egoísmo, aseguró el Papa, es la clave:
La
capacidad de compasión se ha convertido en la piedra de comparación del
cristiano, más bien, de la enseñanza de Jesús. Jesús mismo es la compasión del
Padre por nosotros. Si vas por la calle y ves a un vagabundo tirado allí y pasas sin mirarlo
o piensas: «Está bajo el efecto del vino. Es un
borracho,» pregúntate a ti mismo no si ese hombre está borracho, sino si
tu corazón no se ha endurecido, si tu corazón no se ha convertido en hielo.
Esta conclusión de Jesús
indica que la misericordia hacia una vida humana en estado de necesidad es el
verdadero rostro del amor. Así se llega a ser el verdadero
discípulo de Jesús y se manifiesta el rostro del Padre: «Sed misericordiosos,
como vuestro Padre es misericordioso» (Lc
6,36). Y Dios, nuestro Padre, es misericordioso, porque tiene compasión; es
capaz de tener esta compasión, de acercarse a nuestro dolor, a nuestro pecado,
a nuestros vicios y a nuestras miserias.
Que la Virgen María nos ayude
a comprender y sobre todo a vivir cada vez más el vínculo inseparable que hay
entre el amor a Dios nuestro Padre y el amor concreto y generoso por nuestro
hermanos, y que nos de la gracia de tener y de crecer en la compasión.
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