5 consejos que
pueden ayudarnos a ser portadores de la luz de Cristo en nuestro hogar.
Por: Alvaro Díaz | Fuente: Catholic-link.com
Una experiencia muy común entre quienes nos hemos encontrado con el Señor
Jesús y tenemos una vida de fe es la inquietud de cómo compartir lo que vivimos
con nuestra familia. Cuando ellos (aunque creyentes) están un poco alejados de
la práctica de la fe, cuando sus creencias son débiles, cuando tienen rechazo a
las cuestiones de Dios y prejuicios con la Iglesia y su doctrina. En
definitiva, se trata de responder a la pregunta de ¿cómo tener mayor influencia en la vida de fe de mi
familia que no es practicante? ¿Cómo evangelizar en mi propio hogar?
Aquí les comparto algunos consejos que pueden llevarse a la vida
cotidiana y ayudarnos a ser portadores de la luz de Cristo en nuestros hogares.
1.
NO CRÍTICAS NI SERMONES
Puede sucederle a aquel que va avanzando en la vida cristiana y que va
teniendo mayores conocimientos doctrinales que quiera (aunque con buenas
intenciones) que los que no han encontrado este camino sean como él piensa, o
actúen como él actúa. Y estas expectativas podrían llevar a que se juzgue el
actuar de otros con mucha rigidez. Aparecen entonces las “sermonerías”, los famosos “deberías hacer así o no hacer esto”, con lo cual se termina generando más
rechazo. Es importante recordar que la fe que Dios nos regala y el camino que
Él nos propone está fundado en el amor y no en el deber y el temor. Dios nos
invita a vivir una vida feliz y plenamente libre.
2.
PREDICAR CON EL EJEMPLO
Ya lo diría san Juan Bosco «la prédica más eficaz es el buen ejemplo». Y es que no pocas veces nos sucede que
pensamos que se trata de convencer a los otros con nuestros argumentos y nuestros
discursos. La conversión de los otros no depende de lo qué digamos, de cómo lo
digamos. Nosotros no somos el centro de atención. Es como si dijéramos “véanme a mí, vean
que yo si sé lo que sigo y tengo razón”. Recordemos que una virtud muy
importante es la humildad: reconocer que, si bien podemos saber mucho, no somos
todopoderosos. Nuestra labor es la de ser servidores e instrumentos de Dios. Él
se vale de cada uno de nosotros, de nuestro humilde y pequeño servicio para
llevar su Buena Nueva. Y, por otro lado, más que unas palabras bonitas, lo que
más convence y arrastra es el testimonio de nuestro obrar, de una vida
coherente, recta, justa y alegre.
3.
LA ALEGRÍA DE VIVIR TU FE ES APELANTE
Muchos santos, a pesar de sus dificultades, de sus vidas marcadas por el
dolor y el sufrimiento, han podido experimentar la alegría auténtica y la
esperanza que viene de Dios. Como dice el Papa Francisco: «la alegría que se vive en
medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana». Una sonrisa sin
fingimientos es contagiosa y llena el corazón del deseo de poder vivir así.
Aquel que pueda experimentar, incluso en medio de los momentos difíciles, una
serena alegría, es porque ha recibido la bendición de Dios, es la manifestación
más concreta que esa persona tiene a Dios en su vida. Quien quiera ser testigo
del Señor y lo quiera comunicar ha de trasmitir alegría y esperanza, como
también el Papa, dejar las caras avinagradas y llenas de amarguras y contagiar
a otros de la alegría del Evangelio.
4.
EMPEZAR POR LO SENCILLO Y COTIDIANO
No pensemos que cuando hablamos de dar ejemplo con nuestro obrar, en que
tenemos que hacer cosas grandiosas y extraordinarias necesariamente. Pensemos
en lo que vivimos cada día en nuestro hogar, desde que nos levantamos hasta que
nos acostamos. ¿Saludo y agradezco con amor y
respeto? ¿Estoy dispuesto a servir y a ayudar en las labores de la casa? ¿Estoy
atento a las necesidades que tienen los otros? Si de pronto me peleo o
discuto, ¿perdono o pido perdón? Son
pequeños gestos, que si se hacen todos los días, tendrán una fuerza
extraordinaria para iluminar a nuestra familia con la luz de Cristo y de su
Evangelio. Pensemos en esta frase de san Francisco de Asís: «Empieza haciendo lo necesario,
continúa haciendo lo posible; y de repente estarás haciendo lo imposible».
5.
COMPARTIR LAS EXPERIENCIAS ESPIRITUALES
No hay experiencia más hermosa para el cristiano que nutrirse del amor
de Dios a través de la oración y de la Eucaristía. ¡Cómo
no compartir esta dicha con los que más queremos! Me viene la imagen de
la Virgen visitando a su prima Isabel. Cuando uno encuentra un tesoro quisiera
compartirlo inmediatamente con las personas más significativas. Podemos, de
manera creativa y poco a poco, invitar a que nuestros familiares vayan
experimentando estos preciosos momentos de oración y de encuentro con Dios: por ejemplo proponer bendecir los alimentos, o rezar en
algún momento en que estemos reunidos. También podemos compartirles alguna cita de la Palabra que
escuchamos en la Misa o compartirles algún texto espiritual, alguna frase de un
santo, entre otras.
Espero que estas ideas puedan ayudarte a ser testimonio en tu hogar del
amor de Dios. Ten paciencia, no te
desanimes. Recuerda que el que obra la conversión es Dios, que siempre
toca la puerta de los corazones y no desampara a nadie.
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