El Padre Sam nos lo
explica.
Por: Padre Sam | Fuente: padresam.com
Todo buen católico seguramente habrá presenciado más de alguna vez que
durante la Santa Misa u otra celebración litúrgica se utiliza “turíbulo”, es decir, ese pequeño brasero en cuyo
interior se quema incienso para luego esparcir el humo aromático en un lugar
específico. Pero, ¿qué sentido tiene eso? ¿por qué
se hace? Hoy te quiero dar cuatro motivos de su uso.
1. AROMATIZAR
EL AMBIENTE.
En la antigüedad, el incienso se utilizaba para purificar el ambiente en
donde estarían o pasarían personajes importantes, como el rey o el
emperador. A causa del calor, el ambiente en un lugar podía tornarse
fastidioso, entonces el incienso se utilizaba para “purificar”
o “perfumar” el ambiente. Este
sentido, meramente material, también podemos mencionarlo en la liturgia: el incienso se utiliza para purificar el ambiente en
donde estará el rey de Reyes. Ante la presencia eucarística, también se
intenta -con el incienso- que el lugar donde se “hace
presente” Jesús esté lo más purificado y limpio posible. Y el incienso
cumple muy bien esa función.
2. SENTIDO DE
MISTERIO.
Un segundo sentido del uso del incienso es la idea de misterio. Para
entenderlo mejor, recordemos lo dicho en Levítico 16, 12-13: «Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego
del altar delante del Señor (…) y la nube del perfume cubrirá el
propiciatorio». Es decir, el humo del incienso cubre -en el caso de la
Santa Misa- el altar con las ofrendas, esto para recordar que lo que vemos va
más allá de lo que vemos: vemos pan y vino, pero en
realidad se trata del Cuerpo y Sangre de Cristo. Vemos “algo”, pero lo que no vemos es todavía más grande
e inimaginable. Y el humo del incienso nos evoca esa realidad “mistérica”.
3. “SUBA MI
ORACIÓN”.
El Salmo 141,2 nos da una hermosa comparación entre el ascenso del humo
de incienso y la elevación de las plegarias: «Suba
mi oración delante de ti como el incienso». Esto significa entonces que
así como el incienso esparcido en el altar durante la celebración sube, así
también nuestras oraciones en ese momento están subiendo hasta la presencia de
Dios. Esto nos recuerda además que la Santa Misa es la perfecta oración de la
Iglesia que -así como el incienso- sube hasta Dios.
4. “OLOR A CRISTO”.
Como ya mencionamos en el primer punto, el incienso hace “agradable” el ambiente en donde se esparce, a
partir de esto podemos también recordar aquel texto de 2 Cor 2,15: “Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo
entre los que se salvan y entre los que se pierden”. Es decir, el buen
aroma del incienso nos debe recordar que así también nosotros, como cristianos,
tenemos que esparcir el “buen olor de Cristo”.
El uso del incienso en las celebraciones litúrgicas puede ser un buen
elemento si recordamos estos detalles que hemos mencionado. Como vemos, desde
el Antiguo Testamento se menciona el uso del incienso (cfr. Ex 30,1; Ex 30,7),
y el libro del Apocalipsis lo recalca: «Otro ángel
vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio
mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el
altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la
presencia de Dios el humo del incensario, y lo llenó del fuego del altar”.
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